Para millones de accionistas de todo el mundo, las juntas generales anuales de los últimos dos años no han tenido lugar en salas de conferencias o auditorios enormes, sino en el brillo parpadeante de un monitor de ordenador en casa.
Ahora que muchas economías están saliendo de los confinamientos, la cuestión para los inversores y las empresas es si las reuniones totalmente virtuales deberían ser la nueva norma, a pesar de algunos de los inconvenientes de gobierno corporativo que esto podría acarrear.
Las encuestas sugieren que los accionistas en general ven con buenos ojos las reuniones virtuales. El formato permite a los directivos seguir reuniéndose con los accionistas incluso durante las crisis. Reduce la huella de carbono de las empresas. Ofrece comodidad y mayor participación a los inversores lejanos. Además, la tecnología de las conferencias es cada vez más fácil de usar, sobre todo porque el vídeo hace que la comunicación sea más eficaz.
Conectarse a través de Zoom
Cuando la pandemia llegó por primera vez, impulsó una serie de leyes a nivel mundial que permitían a las empresas celebrar reuniones exclusivamente en línea. A medida que estos poderes comienzan a expirar, algunos en los próximos meses, muchas empresas van a querer modificar sus estatutos para afianzar tales reuniones como una norma. Pero, según la experiencia de Fidelity International, un cambio permanente a reuniones exclusivamente virtuales sería malo para los accionistas. A medida que las empresas intentan incorporar formatos virtuales a sus juntas de accionistas, Fidelity International ha tendido a apoyar las juntas que ofrecen un híbrido de formatos presenciales y virtuales, o un número limitado de juntas sólo virtuales realizadas bajo condiciones preestablecidas.
Hay varias razones para esta postura. La gestora cree que el formato presencial sigue ofreciendo a los accionistas una participación fundamental en la gobernanza. Otros formatos podrían facilitar a los directivos la tarea de rechazar o restar importancia a las preguntas o propuestas no deseadas de los inversores.
En el sudeste asiático, el Minority Shareholders Watch Group, con sede en Malasia, afirmó el año pasado que las preguntas presentadas por su personal durante las juntas virtuales de accionistas fueron ignoradas, y algunas ni siquiera fueron leídas. En Alemania, Fidelity optó hace dos años por enviar a un representante en persona a una reunión polémica -un cambio en la práctica habitual de los inversores institucionales que confían en el voto por delegación- cuando la gestora necesitó obtener una respuesta a una controvertida elección del consejo de administración.
Una plataforma en persona permite a los accionistas llamar la atención y añadir énfasis en caso de que quieran hacer una declaración, formular preguntas puntuales o defender sus derechos. Y no todo el mundo tiene el mismo acceso privado a los altos directivos que los inversores institucionales.
Para los accionistas activistas, la opción virtual plantea nuevas complicaciones. Un foro de la Facultad de Derecho de Harvard sobre gobierno corporativo celebrado el año pasado concluyó que los activistas se enfrentan a retos cada vez mayores a medida que las disposiciones pandémicas permiten a los directivos reforzar el control sobre el lugar y el desarrollo de las juntas de accionistas.
Masa crítica
Sin embargo, el ascenso de la junta virtual de accionistas ya está en marcha. Un estudio del Banco Mundial realizado en julio del año pasado reveló que, desde el inicio de la pandemia, 45 economías introdujeron disposiciones a través de la legislación de emergencia para permitir que las empresas celebren reuniones virtuales de accionistas, sumándose a unas 69 economías que ya contaban con estos marcos. Alrededor del 90% de las economías desarrolladas -y la mayoría de las economías de Asia-Pacífico- ya permiten la celebración de juntas virtuales de accionistas.
A medida que aumenta el número de empresas que modifican sus estatutos para afianzar el formato de las reuniones en línea, estas resoluciones podrían allanar el camino para que las reuniones sólo virtuales sigan siendo la norma incluso después de la pandemia.
Un cambio que se está produciendo desde hace tiempo
Incluso antes de que llegara el COVID, los inversores mundiales han estado expresando su preocupación por la eliminación gradual de las reuniones en persona, un cambio que se viene produciendo desde hace aproximadamente una década.
Por lo general, no es habitual que los inversores institucionales asistan físicamente a las juntas de accionistas, sean o no pandémicas. Pero todos los accionistas, grandes o pequeños, se benefician de tener la opción de presentarse cuando la ocasión lo requiere. Las juntas generales anuales siguen siendo a menudo la única forma en que un accionista puede reunirse con un consejo de administración.
A pesar de todas sus virtudes, los formatos virtuales permiten retocar las preguntas, por ejemplo, reformulándolas o agrupándolas con otras, dicen los inversores.
Presentarse en persona es a veces imprescindible en algunos mercados como el alemán, que permite presentar propuestas en las juntas de accionistas al margen de la votación. En el caso alemán de hace dos años, Fidelity envió a un representante a la junta de accionistas, ya que el voto por delegación no era una opción disponible para esa junta.
A medida que más empresas intentan adoptar formatos exclusivamente virtuales, una consideración clave para los accionistas es si los directivos especifican las circunstancias en las que prescindirían de las reuniones en persona.
Por ejemplo, las empresas japonesas están actualmente autorizadas a celebrar reuniones virtuales durante dos años utilizando una exención normativa temporal sin modificar los estatutos. Algunos intentan ir más allá, y se encuentran con la resistencia de los inversores. En Japón, Fidelity votó en contra de una propuesta presentada en febrero por una empresa de tecnología financiera para cambiar permanentemente a reuniones virtuales sin necesidad de consultar a los accionistas.
Según la experiencia de la gestora, los directivos pueden ganarse el apoyo de los inversores cuando limitan voluntariamente su capacidad de normalizar las reuniones sólo virtuales, a veces simplemente haciendo un gesto de sinceridad. Si considera el ejemplo de la empresa tecnológica Coconala Inc, que respondió a un compromiso de los inversores sobre la cuestión con una declaración pública en la que decía que limitaría las reuniones de accionistas sólo virtuales a las emergencias en las que una reunión física fuera difícil.
Del mismo modo, los inversores apoyaron a Takeda Pharmaceutical Company Ltd cuando modificó sus estatutos el pasado mes de junio para permitir la celebración de reuniones virtuales, pero especificando que éstas sólo se celebrarían cuando las reuniones en persona no fueran apropiadas, como durante un desastre natural o la propagación de una enfermedad.
En los próximos meses, las empresas van a evaluar qué parte de la sede virtual pueden y deben conservar. La forma en que aborden esta cuestión y su responsabilidad ante los intereses de los accionistas en el proceso serán cuestiones de importancia fundamental para los inversores en la era post-COVID.
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