Según la edición de agosto del sondeo que Fidelity International realiza entre 143 analistas, las empresas están bien preparadas para una segunda oleada de la COVID-19, ya que tan solo uno de cada 20 encuestados en todo el mundo ha indicado que sus empresas no estaban listas.
Según apuntan Martin Dropkin, responsable de renta fija asiática, y Terry Raven, director de análisis del área de renta variable europea de la gestora, el sector energético fue la excepción. Algo más de una cuarta parte de los analistas describió a sus empresas como “bastante poco preparadas” frente a otro brote. Las empresas energéticas estarían especialmente expuestas a otra caída de la demanda de crudo en el caso de un repunte grave del virus, con los consiguientes confinamientos, lo que podría obligar a reducir aún más los costes para sobrevivir.
Los futuros confinamientos probablemente afecten a regiones o ciudades concretas, en lugar de ser generalizados. Aunque, en general, lo anterior es favorable para la demanda nacional y el optimismo de las empresas, estos confinamientos podrían ser muy perjudiciales para algunos sectores.
Un analista del sector financiero asiático señaló que un confinamiento más estricto y selectivo en la región australiana de Victoria “obligó a cerrar centros comerciales, oficinas e incluso algunos polígonos industriales. La mayoría había sido más optimista sobre la recuperación, pero ahora las perspectivas son más sombrías”.
Las regiones de EMEA y Latinoamérica se consideran las menos capaces de soportar otra oleada, según indican los analistas que trabajan con Fidelity International, que en tres de cada cinco respuestas indican que sus empresas están “bastante preparadas”. Las empresas de Europa pasan por ser las más capaces de capear una segunda oleada, de acuerdo con las respuestas. Ningún analista de la región pensaba que sus empresas estaban poco preparadas.
Optimismo creciente en EMEA/Latinoamérica
A pesar de la vulnerabilidad de EMEA/Latinoamérica ante nuevos brotes del virus, las expectativas de los analistas en relación con la confianza de los equipos directivos de la región se sitúa por encima de la media mundial. Más de la mitad de los analistas que cubren empresas de EMEA/Latinoamérica afirmó que la confianza de los equipos directivos había aumentado el mes pasado.
En países como Brasil, Turquía y Polonia se registraron mejoras de los PMI en tasa mensual en julio, lo que alentó las esperanzas de una recuperación sostenida. Así se expresó un analista de renta fija que cubre la región: “[Estos países] se han beneficiado de la relajación de los confinamientos, pero también de la flexibilización del rigor presupuestario y las ayudas financieras de la UE. En Turquía, lo importante son los pedidos a la exportación, a la vista de la debilidad de la moneda. En Latinoamérica (Brasil), creo que las cifras están registrando una mejoría después de tres meses de panorama catastrófico y parálisis”.
Sin embargo, el optimismo podría obedecer “a una reposición de existencias, más que a un aumento constante de la demanda”, indicó este analista, que añadió que la recuperación podría terminar resultando insostenible porque “las ayudas económicas públicas en países fiscalmente débiles (como Turquía y Brasil) repercutirán en el panorama de la inversión a partir de ahora”.
Respuesta del mercado a las iniciativas de sostenibilidad
Las empresas energéticas son las que tienen más probabilidades de perder el favor del mercado por tomar medidas para ser más sostenibles, de acuerdo con la encuesta de este mes, donde el 36% de los analistas señala que sus empresas serían penalizadas por el mercado si lo hicieran. Esto contrasta con sectores como los servicios públicos y el consumo básico, donde más del 80% de los encuestados señaló que el mercado recompensaría las inversiones adicionales en fomento de la sostenibilidad.
Como inversores, en Fidelity International reconocen que hay que seguir trabajando y, por lo tanto, están dialogando con todas las empresas. Un punto clave en sus conversaciones con las empresas energéticas tiene que ver con sus estrategias para reducir las emisiones y realizar la transición hacia una electricidad más limpia.
También están dialogando con los bancos para convencerles de que dejen de financiar a los grandes contaminadores, como las centrales térmicas de carbón. Fidelity International forma parte del grupo Climate Action 100+ y, por ejemplo, ha estado en contacto con el responsable de sostenibilidad de un destacado banco en Singapur para comentar el enfoque de la entidad sobre la financiación de centrales térmicas de carbón.
El paso de los combustibles fósiles a las fuentes de energía renovables es un proceso que requiere un gran consumo de capital y los inversores pueden vacilar ante los recortes de los dividendos que podrían ser necesarios para costear esa transición.
Las empresas de productos de consumo básico, como Unilever, disponen de vías alternativas, menos costosas para mejorar sus prácticas medioambientales y sociales. Tienen incentivos, tanto por ingresos como por reputación, para hacer productos mejores con envases que generen menos residuos. Además, dado que tienen plantillas tan grandes, las mejoras pequeñas en las relaciones y políticas laborales pueden tener un gran impacto en su perfil social.
El brote de COVID-19 ha centrado la atención en la sostenibilidad social de las empresas sanitarias, beneficiando a aquellas que suministran tratamientos, investigan y desarrollan posibles vacunas. AstraZeneca, por ejemplo, vio cómo sus acciones subían en bolsa después de anunciar un plan para suministrar su vacuna contra la COVID-19 a precio de coste, renunciando así a la maximización del beneficio a cambio de capital social.
Un analista de renta variable comentó que “se observa un mejor comportamiento relativo general entre las empresas involucradas [en las vacunas contra la COVID] más allá del impacto en el valor actual neto, lo que sugiere que estos esfuerzos están generando fondo de comercio”.
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