Según explican desde Fidelity International, cuando surgieron cientos de contagios por COVID-19 en un gran mercado de animales vivos en Pekín a mediados de junio, las autoridades de la capital china solo necesitaron unos pocos días para poner en marcha confinamientos selectivos y para detectar, rastrear y hacer pruebas a millones de personas en riesgo de exposición.
La contención rápida funcionó: al cabo de tres semanas del brote inicial, Pekín (población de 22 millones de personas) volvía a registrar cero nuevos casos diarios de transmisión interna.
¿Cómo lo hizo China? Parte de la respuesta reside en el uso pionero en todo el país de jiankangma individuales. Este término, que significa “códigos sanitarios”, describe unos códigos QR únicos y fáciles de escanear que contienen información personal básica de un ciudadano junto con un breve perfil médico y un historial de desplazamientos.
Obviamente, no se puede combatir un brote solo con códigos QR, pero cuando estos se combinan con medidas de contención, como restricciones generales a los movimientos y el tradicional trabajo epidemiológico de campo, el programa de jiankangma ilustra oportunamente la clara ventaja que posee China frente a la mayoría de países en esta área gracias a las ingentes cantidades de big data y su capacidad para hacer uso de ellos con relativa libertad.
El nuevo petróleo
Si el big data es el nuevo petróleo, entonces China es la nueva Arabia Saudí. Así lo expresa Kai-fu Lee, un inversor de capital riesgo que anteriormente fue directivo de Google y Microsoft en China. En opinión de Lee, expresada en su libro “AI Superpowers” (publicado en 2018), la profunda penetración de Internet en China y la rápida adopción de los pagos móviles dieron al país enormes ventajas en la carrera mundial por innovar en automatización e inteligencia artificial.
Al mismo tiempo, la respuesta de China ante la pandemia demuestra que el big data puede aplicarse a áreas como la salud pública. Para poner coto al brote del mes pasado en Pekín, las autoridades ordenaron una recogida de datos más exhaustiva y ampliaron los controles más allá de los centros de transporte para cubrir espacios de reunión como centros comerciales y restaurantes, donde los negocios estaban obligados a escanear el jiankangma de los residentes de la zona y de los viajeros.
Además, las autoridades confinaron algunos distritos pequeños en torno al mercado de aves en el suroeste de Pekín, donde surgió el brote, cambiando remotamente a rojo el código de color del jiankangma de los residentes objeto de la medida para indicar un mayor riesgo de exposición. Fue una decisión sencilla, pero fue efectiva a la hora de impedir que las personas salieran de sus complejos residenciales y vecindarios, donde era necesario el escaneo para salir y entrar.
A escala nacional
En respuesta a la crisis del coronavirus, las autoridades chinas difundieron el código sanitario en cuestión de semanas a partir de finales de febrero y publicaron una norma nacional para su uso en mayo. Actualmente, la red cubre más de 200 ciudades y ha sumado más de 1.000 millones de escaneos a viajeros durante los últimos meses.
El uso a escala nacional del jiankangma da a los inspectores gubernamentales un acceso sencillo a los datos personales en las cabinas de los peajes, los aeropuertos, las estaciones de tren y los hoteles. Al escanear el código, se revela información personal como la dirección, el número de identidad, el número de teléfono móvil, los registros de viaje, un breve historial médico, así como los contactos con personas con alto riesgo por coronavirus. Los datos recabados de millones de personas permiten a las autoridades sanitarias hacer un seguimiento de los posibles contagiadores en un breve periodo de tiempo.
Privacidad de los datos
En Occidente, poner en marcha un sistema de estas características parece misión imposible. La sanción de 5.000 millones de euros que Facebook acordó con los reguladores estadounidenses, aprobada por un juez federal en abril, pone de relieve que la recogida de datos personales es una cuestión muy sensible. La Comisión Federal de Comercio ha instado al gigante de las redes sociales a mejorar su protección de los datos de los usuarios. Google, por su parte, perdió la batalla por evitar una multa de 50 millones de euros en Francia el mes pasado en el marco de una investigación sobre privacidad.
Incluso en Hong Kong, una ciudad china con cierto grado de autonomía, el gobierno no ha sido capaz de poner en marcha un sistema de códigos sanitarios después de meses de deliberaciones. De acuerdo con los debates legislativos, la privacidad es una de las consideraciones que están retrasando el despliegue.
En la China continental, el cumplimiento de las normas en torno al jiankangma ha provocado que algunas voces minoritarias cuestionen la posible falta de privacidad. De hecho, incluso el periódico oficial Global Times publicó un artículo en mayo en el que se abordaban las inquietudes que despertaba el sistema de códigos sanitarios desde el punto de vista de la privacidad. Sin embargo, estas voces críticas suelen ser escasas.
En lugar de eso, se podría decir en términos generales que el público en la China continental suele mostrar una mayor disposición a ceder datos personales a cambio de comodidad, por ejemplo a la hora de viajar o en situaciones en las que se puede disfrutar de pagos sin dinero en efectivo. Ese hecho ha sido clave para poder reunir ingentes cantidades de datos y utilizarlos en el sector público y privado de China.
Conclusiones para la inversión
La llegada del jiankangma es solo un ejemplo de la gran cantidad de innovaciones que Fidelity International espera que surjan de las empresas y autoridades chinas durante los próximos años en el ámbito del big data. Una nueva “explosión de la información” ha espoleado el crecimiento de las estrellas tecnológicas nacientes del país, como el desarrollador de inteligencia artificial SenseTime, la empresa de redes sociales ByteDance y la empresa de reconocimiento facial Megvii. Estas empresas se benefician de la abundancia de datos de calidad, que son claves para entrenar a los algoritmos que sustentan sus productos. Otros líderes chinos del segmento de la inteligencia artificial son Baidu, que acaba de construir las mayores instalaciones de pruebas para conducción autónoma del mundo, y iFlytek, por sus avances en la traducción inteligente de conversaciones.
Los proyectos de big data también ocupan un lugar destacado en el plan de “nuevas infraestructuras” del gobierno para estimular una economía que se ralentiza. La construcción de centros de datos por todo el país es una de las cinco principales temáticas de inversión en alta tecnología que anunciaron los medios oficiales chinos este año. El valor de las nuevas inversiones en centros de datos se cifra es más de 100.000 millones de yuanes (alrededor de 14.000 millones de dólares) al año durante los próximos años. Las ayudas públicas adoptan la forma de rebajas fiscales, subvenciones e inversiones directas.
Dado que las tensiones comerciales con EE.UU. no tienen visos de suavizarse, en Fidelity Internationl esperan que China muestre más determinación si cabe para perseguir el liderazgo tecnológico y reducir su dependencia de la innovación foránea. Aunque la segunda economía más grande del mundo mantiene un considerable retraso frente a EE.UU. en áreas como el hardware y la fabricación de chips semiconductores, en big data probablemente veamos una carrera más reñida durante los próximos años.
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