El paisaje político de Turquía parece que se mantendrá sin cambios después de las elecciones anticipadas del domingo. El presidente Erdogan ganó en la primera ronda con algo más de la mitad de los votos, evitando así una segunda vuelta el 8 de julio. En las elecciones parlamentarias, la actual alianza AKP / MHP retuvo su mayoría en la asamblea de 600 escaños.
Tras su victoria en el referéndum sobre la reforma constitucional de abril de 2017 el Presidente Erdogan ha consolidado con éxito su poder político, desechando en la práctica su rol de primer ministro y asumiendo una presidencia que ha pasado de tener un papel básicamente ceremonial a uno que goza de poderes ejecutivos.
Muchos de los partidarios de la oposición se han sentido frustrados con la agenda pro-islamista de Erdogan en los últimos años, que se ha visto como un alejamiento del tradicional secularismo religioso de Turquía. La dura represión de Erdogan contra los «Gulenistas» tras el fallido intento de golpe de Estado de julio de 2016 también ha tenido una reacción mixta por parte de la población.
Además, el aumento del coste de la vida en los últimos meses ha pesado sobre el apoyo a Erdogan dada la elevada inflación y acusada debilidad de la lira turca. Sin embargo, las políticas de crecimiento y creación de empleo de Erdogan han cosechado beneficios en las urnas una vez más.
Paul Greer, asistente en la gestión de fondos de renta fija emergente de Fidelity, opina que «muchos inversores temerán que el resultado de las elecciones reduzca los controles y equilibrios sobre el presidente Erdogan y debilite aún más la fortaleza de las instituciones turcas. Sin embargo, su victoria evita el peor de los escenarios para Turquía, donde los votos presidenciales y parlamentarios se han movido en vías diferentes. Algo que podría haber iniciado un período de profunda inestabilidad, con parálisis política, toma de decisiones ineficaces e incluso la posibilidad de otras elecciones parlamentarias anticipadas. Todos los ojos estarán puestos en el nombramiento de los ministros de Erdogan, y los mercados vigilarán de cerca si se nombran reformistas pragmáticos».
Según Greer, con este resultado, los mercados turcos deberían disfrutar una pequeña recuperación dado que la incertidumbre política se ha eliminado. Sin embargo, el panorama a medio y largo plazo para Turquía sigue siendo un desafío, y es muy poco probable que las profundas reformas estructurales que tanto se necesitan se materialicen pronto. «El país sigue luchando contra muchas vulnerabilidades macro, incluidas la inflación persistente de dos dígitos, un gran déficit por cuenta corriente, una tasa de ahorro baja, una política fiscal poco eficaz y una alta necesidad de financiación externa», explica este experto.
Con todo esto en mente, desde Fidelity se siguen mostrando neutrales en los mercados locales turcos, pero mantienen una pequeña sobreponderación en el crédito externo turco «por su precio atractivo frente a sus pares soberanos de los mercados emergentes”.