En 2016 se asentaron las bases que determinan un punto de inflexión en la economía global. Los cambios políticos son inconfundibles: tanto el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos como el voto a favor del Brexit muestran que amplios sectores de la población están aprovechando cualquier oportunidad para rechazar el statu quo.
Para Markus Schomer, economista jefe de PineBridge, hay otros catalizadores que son más sutiles: un aumento gradual de las expectativas de inflación podría acelerar la normalización de la política monetaria de Estados Unidos y reducir la postura de una política monetaria intensiva en otros países.
Este es el repaso geográfico de la firma a lo que serán las claves de cara a 2017:
Estados Unidos: Las empresas necesitan invertir para mantener la rentabilidad
El crecimiento económico de Estados Unidos se desaceleró fuertemente en la primera mitad de 2016 como resultado de una recesión más profunda de la esperada en el sector de la energía. Esto se tradujo en una contracción generalizada en el gasto empresarial. Los precios más altos del petróleo han puesto fin a la recesión en el sector de la energía, y la inversión empresarial se ha estabilizado.
Un importante estímulo fiscal en forma de recortes de impuestos a las empresas y los ciudadanos y un gasto en infraestructuras podría aumentar seriamente el ritmo de crecimiento del PIB en los próximos años, cree Schomer. Las estimaciones del efecto de estos dos elementos oscilan entre el 0,25% y el 1% anual. Sin embargo, una política comercial más proteccionista de Trump podría compensar parte o gran parte de la mejora de la demanda interna.
“Desde PineBridge necesitamos más información sobre las propuestas políticas concretas para realizar una valoración más exacta del impacto en el crecimiento. En conjunto, esperamos un efecto moderadamente positivo, lo que eleva nuestras previsiones de crecimiento a 2,7% en 2017 y 2,9% en 2018”, explica el gestor.
Europa: la UE aún se enfrenta a su prueba política más seria
Para la el economista jefe de la firma, la economía pasará a un segundo plano en Europa el próximo año. La recuperación económica se solidificó en 2016, impulsada por la gradual disminución de las tasas de desempleo y el buen dato de los consumidores. Sin embargo, dice, la zona del euro tendrá dificultades para crecer más rápido que la media del 1,5% que ha mantenido en los últimos tres años. A pesar de los esfuerzos del BCE, los préstamos bancarios siguen siendo anémicos y el estímulo masivo del banco central ha sido en gran medida ineficaz. Lo que Europa necesita es más reformas, no tasas más bajas o una moneda más débil.
“La principal historia en 2017 será la ola de elecciones que podría socavar la cohesión política en la UE. Las negociaciones sobre el Brexit probablemente agravarán el aumento de la incertidumbre sobre el euro y otros mercados de activos. Nuestro caso base es un crecimiento del 1,7% para la eurozona, pero la política sugiere que hay un significativo riesgo a la baja en ese pronóstico”, apunta.
Japón: Un viaje accidentado hacia la combinación correcta de políticas
La brecha entre las aspiraciones del banco central y la realidad sigue siendo amplia en Japón. La economía ha entrado y salido de la recesión en los últimos años y sólo ha conseguido una muy modesta tendencia de crecimiento del 1% desde 2010. Pero, desde abril pasado, Japón ha entrado de nuevo en deflación y la apreciación del 15% frente al dólar en los primeros nueve meses de 2016 está lastrando las exportaciones y la inversión de las empresas.
Aparentemente, explica Schomer, el Banco de Japón reconoció la ineficacia de sus políticas mediante la adopción de una nueva estrategia dirigida a evitar que la curva de rendimientos se aplane, lo que deprime las ganancias de los bancos y disminuye los efectos de la política expansiva del banco. No está claro si el banco introducirá más estímulos o si el estímulo fiscal prometido nunca se materializará. Sin un apoyo político más serio, esperamos pocos cambios en la modesta tendencia de crecimiento del 1% de Japón de cara a 2017.
China: El gobierno sigue controlando la desaceleración del crecimiento
Los esfuerzos del gobierno chino para apuntalar el crecimiento y evitar que la economía se desacelere demasiado rápido han tenido éxito en los últimos años. Para lograr una reducción simultánea de la rápida acumulación de deuda pública y privada, el gobierno está dependiendo más del gasto fiscal y de los efectos de riqueza relacionados con el precio de la vivienda. El FMI estima que el déficit presupuestario de China, que alcanzó una media del 0,4% del PIB en los cinco años anteriores hasta 2014, se ha acercado al 3% en los últimos dos años. Mientras tanto, los precios de las casas se están apreciando a tasas de dos dígitos en las principales ciudades, lo que aumenta el poder adquisitivo de los consumidores.
“No vemos ninguna razón para que China no pueda seguir en el camino de una desaceleración gradual del crecimiento económico a medida que la economía se reequilibra desde una excesiva dependencia del gasto de inversión a una mayor contribución del sector privado. De hecho, la reciente estabilización en el crecimiento de la producción industrial -antes incluso de haber visto un repunte en la actividad económica mundial- sugiere que China ya está cerca de un nuevo nivel sostenible de crecimiento del PIB”, cuenta Schomer.
Mercados emergentes: las perspectivas son buenas nuevamente
A falta de perturbaciones importantes en el comercio mundial, las perspectivas de crecimiento en los mercados emergentes deberían mejorar de forma general el próximo año. El riesgo político ha disminuido y se está desplazando hacia el mundo desarrollado. Los precios de las materias primas están repuntando, lo que sugiere que el equilibrio entre demanda y oferta está mejorando. Los tipos de cambio flexibles, que amortiguaron el golpe de la caída inicial del precio de las materias primas a finales de 2014, han mejorado la competitividad de los sectores no comerciales. Eso debería proporcionar a los mercados emergentes otro motor de crecimiento.