Un dato estadístico que ha pasado bastante desapercibido es que el consumo privado en Estados Unidos representa un 15% del PIB mundial, por encima del 13% de China y de los relativamente escasos 6% de Japón y 5% de Alemania. El conjunto de Estados Unidos representa un 22%. El poder adquisitivo de este inmenso grupo de 322 millones de personas tiene el potencial de lograr que Estados Unidos cumpla o supere sus previsiones de crecimiento para 2016, según Lukas Daalder, director de inversiones de Robeco Investment Solutions.
Estas previsiones, realizadas por los principales bancos, son bastante dispares: algunas apuntan a un elevado 2,7% y otras a un escaso 1,7%, debido a la incertidumbre sobre lo que puede suceder tras la subida de los tipos de interés que la Reserva Federal (Fed) ha realizado ya a lo largo de este mes. Y existen posibilidades de que se cumpla cualquiera de ellas, según Daalder, que prevé dos posibles situaciones en las que las previsiones realizadas por los bancos podrían no materializarse.
Aprovechando este final de año para desafiar el consenso de las expectativas, afirma: “Nos resulta bastante sencillo encontrar argumentos para esperar un crecimiento tanto mucho más fuerte como mucho más débil de ahora en adelante. Y no estamos haciendo cábalas fantasiosas: realmente consideramos que la economía estadounidense podría hallarse en una encrucijada”.
Adoremos al consumidor
En el primer escenario, Daalder presenta una situación optimista en la que los compradores minoristas estadounidenses impulsarían el crecimiento por encima de las previsiones. “Vamos a cerrar el año con optimismo, porque consideramos que existen bastantes probabilidades de que el sector del consumo estadounidense adopte un papel decisivo”, manifiesta. “Mientras que el sector empresarial estadounidense se ha reapalancado en los últimos años, el del consumo ha ido mejorando paulatinamente su balance, con un incremento gradual tanto del nivel absoluto de deuda como del nivel absoluto de patrimonio neto”.
“A esto se añade el hecho de que el mercado laboral también ha ido prosperando, y actualmente la tasa de desempleo ha descendido hasta situarse en el 5% mientras que los salarios están aumentando en términos absolutos. La tasa de crecimiento es reducida en comparación con los datos históricos, pero si tenemos en cuenta que la inflación es prácticamente nula debida a la bajada del petróleo, resulta evidente que existe un amplio margen de mejora”.
“Por ello, queremos recordar a los inversores la gran importancia que ha revestido este grupo concreto para la economía mundial en el pasado. Es prácticamente impensable que pueda producirse una recesión, dadas las patentes mejoras estructurales que se han observado en los últimos años. El consumidor estadounidense volverá a gastar, con tasas de crecimiento posiblemente superiores al 3%, lo que potenciará las ventas y los beneficios empresariales y reducirá el riesgo de que se pueda iniciar un ciclo crediticio negativo”.
El riesgo del ciclo crediticio
Sin embargo, existe otra posible línea de evolución, más pesimista, originada por la potencial conclusión del ciclo crediticio, apunta Daalder. Si al llegar a esta encrucijada EE.UU. toma el peor camino, el endurecimiento del crédito derivado de la subida de los tipos de interés podría generar un efecto dominó que diera lugar a una recesión. “En anteriores análisis mensuales ya hemos advertido del peligro que supone el endeudamiento de las empresas, aunque ninguno de los grandes bancos ha identificado este factor como un riesgo significativo de cara a 2016, aunque algunos sí lo citan como tal para 2017”, afirma Daalder.
Para el experto de Robeco, el riesgo de incurrir en un ciclo bajista autosostenido está ahí. «Cuando hay que refinanciar un endeudamiento elevado a tipos más altos es posible que un número importante de empresas incumplan sus obligaciones de pago, lo que a su vez hace que se endurezcan más las condiciones de crédito en el mercado. A este fenómeno se añade la cuestión técnica de la disminución de la liquidez en el propio mercado de bonos, sobre la que distintas personas han ido advirtiendo en los últimos meses”, dice.
“Los cambios introducidos en la regulación han originado un descenso de los distribuidores de existencias de los bancos, lo que podría suponer que las oscilaciones de los mercados dieran lugar a fluctuaciones más pronunciadas de los precios en comparación con las que hemos visto en el pasado. A su vez, esto podría generar una retirada de la financiación por parte de los inversores, justo en el momento en que más se necesita. En otras palabras, estaríamos ante el clásico problema de ciclo crediticio, que potencialmente podría empujar a EE.UU. a una recesión. Todos los elementos necesarios están ahí —deuda elevada, ampliación de los diferenciales, y riesgo potencial de disminución de la liquidez— así que lo único que se necesita para que haya un incendio es una primera chispa”.
¿Cuál podría ser esa chispa? “Existen distintas opciones: China, un desplome de los mercados emergentes, un nuevo descenso de los precios del petróleo, algún tipo de escalada en la situación política: hay muchos candidatos…” declara Daalder. “Incluso la primera subida de tipos por parte de la Fed podría ser el catalizador, ya que la actual situación de la deuda del sector empresarial es muy distinta de la que teníamos las últimas dos veces que la Fed comenzó a subir los tipos».
Entonces ¿cuál de estos dos supuestos tiene más posibilidades de cumplirse? “Ambos son relativamente plausibles, lo que hace complicado decantarse por uno de ellos”, reflexiona Daalder. “Al igual que la mayoría de bancos, nos situamos en un punto intermedio y prestamos gran atención a la evolución de los mercados a partir de ahora. Pero una cosa está clara: hay que vigilar muy de cerca los mercados de crédito, ya que es ahí donde los riesgos se harán más evidentes».