Desde que Nassim Taleb acuñase por primera vez en 2007 el concepto de “cisne negro”, al mercado se le ha parado el corazón varias veces, quizás demasiadas. Aunque un cisne negro sea un evento imposible de predecir por la alta improbabilidad de que ocurra, ¿es posible preparar una cartera ante una eventualidad de esta magnitud? En Funds Society le hemos preguntado a expertos de Janus Henderson, Morgan Stanley IM, Jupiter AM y Carmignac por recomendaciones para proteger la cartera si no ante un cisne negro, por lo menos para algunos de los “known unknowns” que prevé el mercado para el año que viene.
En primer lugar, es necesario recordar la lección más básica: construir una cartera que esté correctamente diversificada. Mario Aguilar, del equipo de estrategia y construcción de cartera de Janus Henderson, destaca como primer paso lo importante que es para su firma mantener una charla fluida con sus clientes sobre la composición de sus carteras: “Como equipo, hablamos con clientes de todo el mundo sobre sus carteras, y diseñamos estrategias para construirlas dada la evolución de los mercados”.
Aguilar aclara que no es que Janus Henderson gestione carteras – no lo hacen-, pero sí ha creado el equipo PCS (Construcción y Estrategia de Carteras, por sus siglas en inglés) que tiene como misión sentarse con los clientes para debatir de qué manera pueden diversificar sus carteras, para estar preparadas de cara a shocks potenciales. El experto explica que, en esas conversaciones, “nos centramos en la diversificación a lo largo de las diferentes clases de activos, industrias y regiones, pero también cavamos un poco más profundo para analizar la diversificación por factores”.
Para conseguirlo, la firma ha desarrollado una herramienta llamada Edge, con la que ya ha analizado más de 15.000 carteras, respondiendo a unas 5.000 consultas de clientes. En la firma han detectado movimiento de las carteras inversiones alternativas, tanto líquidas como ilíquidas: “Estamos viendo más y más alternativos líquidos e incluso la incorporación de activos privados (en acciones, crédito y real estate) en las carteras, en un intento de reducir la volatilidad de la cartera e incorporar fuentes de rentabilidad no correlacionadas”, comenta Aguilar.
Este comentario lleva a la segunda lección de los expertos: preparar las carteras para soportar más volatilidad. Como anticipa Jim Caron, codirector de inversiones del equipo Global Balanced Risk Control de Morgan Stanley IM, “es probable que la volatilidad sea mayor en las carteras porque los bonos ya no tendrán una cobertura estable a largo plazo frente a renta variable o activos de mayor riesgo como antes”. Esto se debe, según explica Caron, al hecho de que el mercado alcista de bonos y la tendencia a la baja de los tipos de interés entre 1981 y 2021 ha llegado a su fin. Como resultado, observa el experto, “los rendimientos de los bonos pueden correlacionarse más regularmente con los rendimientos de las acciones”, provocando mayor volatilidad y un aumento del riesgo.
En este entorno, Caron recomienda a los inversores que busquen “estrategias de asignación de activos dinámicas y activas que controlen los riesgos y cambien activamente las ponderaciones en renta fija y renta variable en las carteras para reducir la volatilidad de las rentabilidades”. “Es necesaria una cartera equilibrada que incluya controles de riesgo para invertir en los mercados en el futuro”, añade.
Kevin Thozet, miembro del comité de inversión de Carmignac, también se fija en la alteración de las correlaciones históricas entre clases de activos: “Históricamente, tener en cartera bonos de larga duración emitidos por estados con buenos ratings, junto con activos de riesgo, era una solución buena para prepararse para lo peor al tiempo que se esperaba lo mejor. Pero en un entorno en el que sigue prevaleciendo la incertidumbre en torno a la inflación, el corolario es que dicha cartera es más sensible a la inflación y, por lo tanto, está a merced de la correlación positiva entre los precios de los activos de riesgo y los bonos ‘core’, especialmente si la inflación sorprende al alza”.
Por tanto, la tercera recomendación de la lista, la que da Thozet, es recurrir a una gestión activa “como respuesta para solucionar este problema”. Concretando más, el experto vuelve a remitir a una revisión de la construcción de la cartera, que debe reflejar el incremento del uso de más clases de activos que ofrezcan retornos asimétricos. “En el entorno actual esto puede encontrarse en los mercados de crédito y en los bonos soberanos de duraciones intermedias y, de forma más estructural, mediante un uso más amplio de estrategias basadas en opciones”, detalla.
Finalmente, el experto también incide sobre la necesidad de integrar en esta cartera ideal “clases de activos alternativos que sean defensivos, junto con bonos ‘core’, oro o divisas extranjeras, notablemente dólares y yenes japoneses”.