La invasión de Ucrania por parte de Rusia, que está teniendo consecuencias humanas devastadoras, ha aumentado el riesgo de un escenario de estanflación, es decir, de desaceleración del crecimiento económico y de alta inflación. ¿Cómo deben prepararse los inversores para este posible escenario?
Según Sean Markowicz, responsable de Estrategia, Estudios y Análisis de Schroders, antes de cambiar las posiciones de nuestra cartera hay que analizar cada clase de activo porque unos tienen más probabilidades obtener mejores resultados si finalmente se materializa una estanflación. “En general, existen cuatro fases diferentes del ciclo económico basadas en la evolución de la producción: recuperación, expansión, desaceleración y recesión”, matiza.
Partiendo de esta base -y del análisis del gráfico superior- Markowicz señala que históricamente, la fase de desaceleración ha favorecido la inversión en coberturas tradicionales contra la inflación, como el oro y las materias primas. “Esto tiene sentido desde el punto de vista económico. El oro suele considerarse un activo refugio, por lo que tiende a apreciarse en tiempos de incertidumbre económica. Los productos básicos, como las materias primas y el petróleo, son una fuente de costes de producción para las empresas y un componente clave de los índices de inflación. Por lo tanto, suelen tener un buen comportamiento cuando la inflación también sube (a menudo porque son la causa del aumento de la misma)”, añade el experto de Schroders.
En cambio, continúa, la fase de desaceleración ha resultado muy difícil para la renta variable, ya que las empresas se enfrentan a la caída de los ingresos y el aumento de los costes: “Mantener los ahorros en efectivo, representado por los T-Bills, no ha sido la estrategia más acertada. Aunque los bonos del Tesoro de EE.UU. han tenido un buen comportamiento en el pasado, hoy deberían ser tratados con precaución. En teoría, deberían beneficiarse de la caída de los tipos reales, impulsada por la disminución del crecimiento. Sin embargo, el aumento de la inflación se come sus ingresos, presionando al alza los rendimientos y a la baja los precios”.
¿Cuáles son las claves para la asignación de activos?
En opinión de Pascal Blanqué, presidente de Amundi Institute, el riesgo de liquidez también es otra pieza del rompecabezas. “En febrero, la volatilidad aumentó en el mercado de la deuda pública situándose en su nivel más elevado desde principios de 2020 debido a la menor liquidez del mercado. La retirada de los grandes bancos de la actividad negociadora tras la crisis de 2008 significa que la estructura del mercado ahora es más frágil, en un momento en el que el fin del dinero fácil significa que los mercados adictos a la liquidez pronto podrían tener que enfrentarse a la prueba de la restricción cuantitativa, con la Fed planeando reducir su balance de casi 9 billones de dólares”, explica.
Ante este contexto, Blanqué señala que los inversores deben reconsiderar su asignación de activos en torno a los cuatro elementos: riesgo, rentabilidad (en términos reales), liquidez y ESG. “La dimensión crítica a considerar será el poder adquisitivo de una cartera por unidad de riesgo. Esto se traduce en buscar fuentes de rendimientos reales positivos duraderos y exposición en áreas correlacionadas positivamente con la inflación. En este contexto, algunas acciones son una opción positiva a largo plazo, ya que son activos líquidos de rendimiento real, en particular, las que tienen características de bonos: bajo endeudamiento, alta visibilidad de las ganancias”, propone el responsable de presidente de Amundi Institute.
Además, su compañero John O’Toole, Head of Multi-Asset Investment Solutions de Amundi, añade: los inversores deberían implementar coberturas suficientes para salvaguardar su exposición a high yield estadounidense y a renta variable estadounidense y europea teniendo en cuenta la volatilidad adicional que supone el actual contexto geopolítico”.
Por su parte, Markowicz considera que, el año pasado, el entorno de reflación favoreció la inversión en activos de riesgo como la renta variable y las materias primas, mientras que el oro se resintió. “Esto es coherente con lo que cabría esperar, sin embargo, si estamos en la cúspide de un periodo de estanflación, entonces puede producirse un cambio en las clases de activo más rentables. En este escenario, la rentabilidad de la renta variable podría ser más moderada, mientras que el oro y las materias primas podrían tener un rendimiento superior. Esto es exactamente lo que se ha puesto de manifiesto en lo que llevamos de año”.
Pese a todo este contexto, las gestoras consideran que la ISR tiene más sentido que nunca en las carteras. Según explica DWS en su último flash sobre las perspectivas económicas y del mercado, la crisis geopolítica actual y sus implicaciones puede servir como una llamada de atención adicional para que los inversores se tomen en serio los riesgos ESG. “Los activos rusos han cotizado durante mucho tiempo con descuentos, lo que refleja la preocupación por el medio ambiente y la gobernanza. Sin embargo, su desplome en las últimas semanas ilustra la gravedad del impacto de estos riesgos, cuando finalmente se valoran en su totalidad”, argumenta la gestora.