Esta semana las noticias corporativas y los datos macro han dado renovadas esperanzas a los que apuestan por el no aterrizaje o un aterrizaje suave. La encuesta de confianza del Conference Board, que sorprendió positivamente tanto en su índice de condiciones actuales como en el de expectativas, las órdenes de bienes de equipo ex defensa, el índice de actividad industrial de Richmond, las ventas de vivienda nueva, las expectativas de inflación y los comentarios tranquilizadores en lo que a consumo y demanda se refiere de Delta o Micron, entre otros, animaron la sesión del martes. Por otro lado, la sesión también se vio estimulada por unos comentarios de Lagarde desde Sintra -menos hawkish– y por el renacido optimismo acerca de un paquete de estímulos al crecimiento en China.
No obstante, en el ámbito geopolítico, todo indica un repunte en las primas de riesgo este verano. Aunque el motín del grupo Wagner en Rusia aparenta ser un problema resuelto, la historia reciente del país invita a la cautela. Especialmente en una situación como la actual, con opiniones muy divididas respecto a los beneficios que una victoria en la guerra en Ucrania podría proporcionar y el efecto que esta campaña militar está teniendo a nivel económico.
La idea de que la población rusa continuará apoyando la agresiva política exterior desplegada por Putin no se sostiene tras un análisis histórico. El antecedente más reciente a lo sucedido está semana es probablemente la estela del golpe de estado de 1991, que certificó la caída de Gorbachov y el auge de Boris Yeltsin. Pero episodios bélicos como la primera guerra de Chechenia a principios en 1994, la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, la Primera Guerra Mundial o Afganistán en los 80, sugieren que la figura de Putin, a pesar de haber salvado la situación, está cada vez más debilitada.
Otra interpretación diferente del suceso podría ser que haber superado este amago de golpe de Estado habría fortalecido al mandatario ruso, como sucedió recientemente (2019) con Maduro en Venezuela. No obstante, y aunque este sea el caso, Putin se habría dejado muchas plumas en el camino.
Con independencia de uno u otro resultado, el tono y las acciones de Putin, que serán más graves e instintivas en un intento de consolidar el poder que pueda quedarle y protegerse de futuras conspiraciones, aumentan el riesgo de error político. En este sentido sería lógico que, habida cuenta de las implicaciones que tendría para él una derrota en Ucrania, multiplique sus esfuerzos en materia militar (recordemos que Prigozhin ha sido muy crítico al respecto) disminuyendo la posibilidad de una tregua -más aún ante la cercanía de unas elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuyo resultado podría beneficiar sus intereses- a la vez que aumenta el riesgo de declaraciones respecto a un hipotético uso de armas nucleares por un lado y la volatilidad en el precio del gas y materias primas agrícolas, por el otro.
La creciente inestabilidad en Rusia obliga a China a seguir prestándoles apoyo para evitar que un cambio de régimen acerque al país a la órbita del oeste. Al mismo tiempo, Biden continúa tensando las relaciones con Xi Jinping. De acuerdo con un artículo publicado por el Wall Street Jornal el miércoles, Estados Unidos puede obligar próximamente a Nvidia (con un 20% de su facturación total dependiente de China) a suspender la venta de su GPU A800, una versión “rebajada” del más potente A100 que puede ser usado para desarrollar herramientas de inteligencia artificial generativa- a empresas chinas que antes no pasen por un proceso de registro y autorización por parte de las autoridades estadounidenses. Y los chinos también intentarán estrechar lazos con productores de petróleo en Oriente Medio ante las dificultades que los rusos enfrentarán los próximos años para atraer capital extranjero que les permita mantener unos niveles competitivos de producción de crudo. Esta zona geográfica ha perdido los últimos años interés político para Estados Unidos, pero los acercamientos sino-saudís no serán del agrado de la inteligencia estadounidense.
Todo lo anterior hace pensar en un repunte de la volatilidad, que ha vuelto a zona de mínimos que, como podemos observar en la gráfica, está razonablemente bien correlacionada con el índice de incertidumbre geopolítica.
La aparente complacencia del mercado, que ya tiene descontado el mejor de los escenarios -pico en ciclo de tipos, retraso o incluso regate a una contracción económica, recuperación en las tasas de crecimiento en beneficios por acción, disrupción de la inteligencia artificial generativa o inversores cortos de riesgo-, expone a los mercados de acciones a fuertes sobresaltos si el guión finalmente acaba por no cumplirse.