De un tiempo a esta parte han cobrado importancia los rumores de la creación de una organización supranacional en la región latinoamericana que agrupe a los principales exportadores de litio del entorno, con un papel similar al que jugó la OPEP en torno al petróleo en la segunda mitad del siglo pasado. De momento, los distintos intentos llevados a cabo no han trascendido su papel de espectadores en el sector, plegados completamente a los intereses individuales de las distintas naciones. En este sentido, habrá que esperar para observar cómo se comporta la Cámara Latinoamericana del Litio, recién creada hace unas semanas al amparo de su presidente Pablo Rutigliano, que actualmente juega un rol menor.
La futurible organización agruparía a los principales países exportadores de la región: Bolivia, Argentina y Chile, que copan el 67% de las reservas mundiales de un material que cada vez se presume más vital a la hora de llevar a cabo la transición energética a la que el mundo se dirige inexorablemente desde hace años. Algunas de las figuras políticas que preconizan esta hipotética unión estratégica entre países son Luis Arce, Gabriel Boric y Andrés Manuel López Obrador, los presidentes de Bolivia, Chile y México, respectivamente.
La idea viene rondando las cabezas de los dirigentes desde hace algunos años, especialmente desde que la revista Forbes acuñara en 2017 el concepto de “triángulo del litio” para referirse al territorio de Puna de Atacama, un entorno en donde confluyen las fronteras de los tres países citados.
La cartelización se ve lejana
Aun así, se ha de comprender que, hoy en día, esta cartelización del sector del oro blanco, como muchos están empezando a denominar al litio (cuya etimología, irónicamente, nos lleva al griego, en donde litios era el nombre dado a una “piedrecita”), se encuentra muy lejos de verse materializada en algo concreto.
En parte, esto se debe a la diferencia de planteamientos en torno a la extracción del material de los distintos países ya que, si Argentina parece apoyarse en la inversión extranjera a la hora de definir sus explotaciones, existen países como México, que se propone nacionalizar las explotaciones que tienen lugar dentro de su territorio, o Chile, cuyo presidente concibe la creación de una empresa nacional de litio como un pilar en su proyecto de Estado, según comentó el pasado 1 de junio, aunque esto último se encuentre, como tantas otras cuestiones, influido directamente por el proceso constituyente que está viviendo el país chileno.
En otros casos, las dificultades a la hora de avanzar en la construcción de la organización residen en el propio andamiaje político de los países que lo conformarían. Concretamente, este es el caso de Argentina, cuyos proyectos en torno al material se concentran en los territorios del noroeste; Jujuy, Salta y Catamarca, territorios que gozan de un alto grado de independencia frente al estado central. Tanto es así que, en la hipotética creación de la OPEP del litio, ellos serían los representantes de las explotaciones argentinas.
Lo que está claro es que la cuestión del litio ofrece un horizonte de posibilidades a los países de la región, pero no sólo a ellos. La economía global está inmersa en una transformación que afectará a la totalidad del orbe, ya sea desde el consumo, desde la producción o desde el comercio. Y en este cambio, ciertos materiales, así como los minerales raros, gozan de una relevancia creciente que puede llevarlos a conformar nuevas realidades geopolíticas.
La Junta Tuitiva de la Paz declaró en su proclama insurreccional a comienzos del siglo XIX que “se había guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”. Hoy la región latinoamericana parece alzar la voz y hacer méritos para reservarse un espacio privilegiado en el mundo que está por venir. Un informe de International Energy Agency destaca, aparte de la alta concentración de las reservas de litio, la tenencia por parte de Argentina, Chile, República Democrática del Congo y Perú de la mayor parte del cobre mundial.
Siguiendo con el litio, este es el metal más ligero conocido y además, un componente principal de las baterías de iones que se utilizan en la mayoría de los vehículos eléctricos. Aunque está presente tanto en depósitos de arcilla como en compuestos minerales, rara vez se encuentra en concentraciones fáciles de extraer, también se puede extraer de la salmuera en áreas como el salar de Uyuni de Bolivia, el salar más grande del mundo.
Inversiones extranjeras
La región latinoamericana se ha visto favorecida por la inversión extranjera en torno a esta cuestión, una inversión copada por China, ya que la participación de las empresas mineras chinas en la extracción latinoamericana aumentó del 2 % en 2011 al 6,4 % durante los últimos años. El gigante asiático ha invertido más de 180 millones de dólares en la minería de níquel venezolana y 580 millones en otros servicios de minería más generales, además, ha blindado las uniones comerciales con la minería latinoamericana. No hay que olvidar que el sector industrial del gigante asiático supone un 39% de la riqueza de esta potencia y que, pese a los grandes volúmenes de commodities que la potencia maneja, tanto su población como su flujo comercial con el resto de planeta exigen su participación en diversos puntos geográficos en aras de asegurar el aprovisionamiento de materias primas, sino de aumentarlo. A resultas de esto último, el tándem Latino América – China puede resultar muy fructífero, estableciendo claramente los roles de extractor y procesador, respectivamente, de los diversos materiales.
Siguiendo la tendencia mencionada, Chile y Perú también están en el punto de mira de las inversiones chinas en torno a la extracción de cobre. Ambos países suministran el 55 % del cobre de China. Tanto es así que la empresa estatal china Chinalco tiene una participación mayoritaria en las minas de cobre peruanas Toromocho y La Bambas, mientras que la empresa Xinjiang TBEA de China también ha adquirido una participación del 49 % en la industria del litio de Bolivia.
Estos materiales, como parte esencial del cambio de paradigma que el mundo vivirá en los próximos años (cuyo epítome quizás sea la agenda 2030 que muchos países incorporan a su gobernabilidad como eje central) conferirán un poder en términos comerciales a la región que puede servir como catalizador para su crecimiento. Por servirnos de un ejemplo a la hora de ejemplificar lo dicho, sirva que la administración de Biden ha anunciado el objetivo revolucionario para 2035 de eliminar por completo la dependencia de Estados Unidos de combustibles no renovables para la generación de electricidad, apostando principalmente por la energía solar y eólica.
En relación con la sustitución estadounidense de los vehículos clásicos por combustión por sus homólogos eléctricos, se estima que electrificar el 20% de la flota de vehículos ligeros de EE. UU, que utilizan baterías de litio supondrá un aumento del 25% de la producción de níquel, un 49% de litio y un 22% de cobalto, en relación con lo extraído en 2019. Si en lugar del 20% se extrapola al 100% de toda la flota, estos porcentajes aumentan al 127%, 245% y 114%, respectivamente.
Además de un aumento en la obtención de estos minerales, la administración de Biden ha propuesto ayudas y medidas fiscales, con las que se pretende atraer al sector de la fabricación de baterías para incentivar la fabricación del vehículo eléctrico en territorio nacional, lo que incentivaría, como ya se ha comentado, una mayor demanda de los materiales exportados por los países latinoamericanos.
Redactado por Carlos Burgos Retamal.
Fuentes:
https://www.iea.org/reports/the-role-of-critical-minerals-in-clean-energy-transitions
https://www.degruyter.com/document/doi/10.1515/sai-2022-0001/html?lang=en
https://www.spglobal.com/marketintelligence/en/news-insights/latest-newsheadlines/