The Economist lanza esta semana en su edición impresa un especial sobre Brasil en el que repasa la situación del país que ha pasado de ser –económicamente hablando- el milagro latinoamericano, a engrosar la lista de los motivos por lo que debemos preocuparnos de cara a 2014.
En un video publicado por la revista en YouTube, Michael Reid, editor de The Economist de las Americas, entrevista a Helen Joyce, autora del informe. Es Joyce la que resume la situación de deterioro del país que ha desembocado en las protestas populares del pasado mes de julio en una palabra: autocomplacencia, aunque especifica que no es del pueblo brasileño, sino del gobierno.
Desde 1993 hasta hace un par de años Brasil ha vivido un largo periodo de bonanza, explica Joyce. Desde el momento en que el país conquista la hiperinflación comienza un periodo de reformas que unidas al boom mundial de las materias primas resultaron en la creación del milagro de la clase media. Sin embargo Joyce apunta que el gobierno brasileño se quedó parado a la hora de continuar con las reformas estructurales, en un ejercicio de autocomplacencia agravado por la promesa de ingresos futuros procedentes de los yacimientos de petróleo a gran profundidad que todavía están por explotar.
El Brasil actual no es competitivo porque es muy caro. Las multinacionales están abandonando el país, o replanteándose su presencia allí. Los salarios son altos debido a la rigidez de la legislación laboral, no es obvio encontrar mano de obra cualificada, los impuestos son altos, la logística, en un país con el tamaño de un subcontinente con infraestructuras inadecuadas, es muy compleja, etc.
La nueva clase media se ha dado cuenta de que si bien ya no son pobres, sus expectativas se han quedado sin respuesta, lo que ha provocado, según añade la corresponsal de The Economist en Sao Paulo, las protestas de este verano. “Si bien la ira se ha mitigado, no ha desaparecido”, expresa. Las protestas perseguían un incremento en el gasto público en sanidad y educación sin recortar las prestaciones por pensiones pero, “el Gobierno no puede seguir incrementando el gasto público como hasta ahora y ya se está repartiendo el dinero de los yacimientos petrolíferos que todavía no se han empezado a explotar”.
El Mundial de Fútbol y las elecciones presidenciales hacen de 2014 un año muy importante para el país. Joyce no cree que las revueltas se reactiven durante el Mundial, como ocurrió durante la Copa Confederaciones de 2013 puesto que “el fútbol es algo demasiado importante para el país y los brasileños son un pueblo muy patriótico”. En cuanto a las elecciones, Rousseff previsiblemente se va a presentar para ser reelegida para un segundo mandato y aunque su ratio de popularidad ha caído mucho tras las revueltas, sigue teniendo una aceptación popular aceptable, según Joyce. Desde The Economist opinan que en el próximo año podría surgir un oponente a Rousseff que se desmarque del resto, aglutinando a la oposición y que en ese caso, no sería difícil batir a la actual presidenta, pero en este punto, no hay un candidato claro.