En su artículo “La mayor desigualdad del mundo”, Nora Lustig, profesora de la cátedra Samuel Z. Stone de Economía Latinoamericana y directora del Instituto para el Compromiso con la Equidad de la Universidad de Tulane, explica los contrastes derivados de la desigualdad en la distribución de los ingresos en América Latina. Una región que concentra el 5% de los multimillonarios y en la que los pobres reciben una proporción del ingreso nacional total menor que los pobres de otras regiones.
El coeficiente de Gini es un índice de desigualdad ampliamente utilizado en ciencias sociales, que según se acerca a uno representa una mayor desigualdad, y si todo el mundo percibiera lo mismo, sería cero. Utilizando este coeficiente, el nivel de desigualdad en Latinoamérica es un 30% mayor que en el resto del mundo. No obstante, en la mayoría de países de América Latina, la desigualdad ha disminuido desde el año 2000.
Las mejoras de la desigualdad se dieron tanto en países de alto crecimiento, como en países con menor crecimiento, en regímenes de izquierdas y en países con gobiernos de centro o centroderecha. En la primera década de los años 2000, la proporción de indigentes de América Latina bajó del 25% al 12%, más de la mitad. Esta reducción se debió al crecimiento económico en un 60%, y a la disminución de la desigualdad en un 40%.
Los factores que más contribuyeron a la disminución de la desigualdad fueron una distribución más equitativa del ingreso laboral entre trabajadores asalariados y trabajadores autónomos, y las transferencias gubernamentales.
El 60% de la disminución de la desigualdad se deba a que los sueldos de los trabajadores con menor escolarización aumentaron a un ritmo mayor que el sueldo de los trabajadores con títulos universitarios o de postsecundario. Al aumentar el número de trabajadores con estudios secundarios y terciarios incorporados a la fuerza laboral a un ritmo mayor que el número de empleos que requerían mayores aptitudes, disminuyó la brecha salarial entre ambos grupos.
Las transferencias gubernamentales explicarían un 20% de la disminución de la desigualdad, por la que la población más pobre recibe transferencias de efectivo que exigen a las familias mantener a sus hijos en la escuela y llevarlos a exámenes médicos periódicos.
Dado que las economías de América Latina se enfrentan a unas perspectivas de menor crecimiento económico y presupuestos restrictivos, la reducción de la desigualdad del ingreso podría verse mermada. La disminución de las exportaciones de materias primas agrícolas se traduciría en una menor demanda de trabajadores poco cualificados, y una caída en el ingreso tributario hacer que las transferencias gubernamentales disminuyan.
Estos factores en contra de una mayor igualdad económica podrían verse parcialmente ajustados por el envío de remesas por trabajadores latinoamericanos residiendo en Estados Unidos, y por la disminución de la demanda de trabajadores cualificados, que es mucho más rápida que la de los trabajadores no cualificados.
El resultado dependerá del crecimiento económico de la región y de las fuerzas igualadoras o no, que predominen. Mientras tanto en 2014, el número de multimillonarios aumentó más rápido en América Latina que en cualquier otra región del mundo.