La “tormenta tropical” que ha desatado la inversión socialmente responsable (ESG) –que ya azota Europa y avanza con rapidez hacia EE.UU., como detalla Amundi Pioneer en este artículo- apunta a fortalecerse para convertirse en huracán. Los tres grupos sociales más poderosos y económicamente relevantes en la actualidad (mujeres, millennials y UHNW) tienen, como nos muestra el análisis de BofA, un serio compromiso con mejorar el mundo y podrían estar aportando más de 20 billones de dólares -trillones en nomenclatura anglosajona- (equivalente al PIB USA 2018 o a la capitalización del S&P 500) a esta temática de aquí a 2040.
La magnitud de la oportunidad queda refrendada por el trabajo de Accenture, que concluye que 30 billones de dólares -trillones en nomenclatura anglosajona- en activos estarán cambiando de manos durante ese periodo. Si esto no fuera suficiente para aupar a la inversión ESG al siguiente nivel, la Unión Europea exigirá -a partir de marzo 2021- que las grandes gestoras informen a sus partícipes respecto al perfil de responsabilidad social (ESG) de todos sus productos de inversión; estas, por su parte, no quieren llegar tarde a la fiesta y ya son más de 2.200 los managers (que acumulan mas de 80 billones de dólares -trillones en nomenclatura anglosajona- de activos bajo gestión) que han firmado el documento de Principios de Inversión Responsable (PRI) de las Naciones Unidas.
Con todo este capital persiguiendo un mismo objetivo cabe plantearse si la inversión ESG puede ser considerado un factor de momentum que pueda ser utilizado para dar un sesgo particular a nuestro portafolio. En la siguiente gráfica mostramos las ponderaciones de los factores para 50 carteras agrupadas por su rango de puntuación ESG desde la más baja (1) hasta la más alta (50), poniendo de manifiesto la relevancia del momentum y la calidad en estas carteras (Toward ESG Alpha: Analyzing ESG Exposures through a Factor Lens, Financial Analyst Journal, Octubre 2020)
En el mundo de la inversión, los factores pueden definirse como cualidades de una acción asociados a una prima de rendimiento (ajustada a riesgo). El momentum (o impulso en precio) demuestra que acciones que han tenido un buen desempeño en el último año tienden a mantener este comportamiento superior en relación con sus pares en el medio plazo; este fenómeno se sustenta sobre tres pilares: la persistencia de flujos de dinero institucional hacia una temática concreta, la ineficiencia del mercado para digerir con inmediatez nuevas noticias respecto a un valor y -la más importante– el sesgo de comportamiento (Teoría Prospectiva, de Kahneman y Tversky) que nos fuerza a deshacer rápidamente posiciones ganadoras, y a mantener las perdedoras con la esperanza de recuperar nuestro dinero.
La falta de datos históricos de rentabilidad, la dificultad de encontrar un denominador común a la definición de ESG en el mercado o la ausencia de consenso entre los académicos respecto a si la estrategia mejora o no la rentabilidad de un portafolio buy and hold (Fabozzi, Ma, and Oliphant postulan que no, como ilustra este análisis de Robeco; más recientemente, otros como Khan, Serafeim, and Yoon apoyan rotundamente el sí) no nos permiten concluir con rotundidad que ESG pueda ser considerado un factor invertible.
No obstante, el sentido común apunta a que las tendencias comentadas más arriba son necesariamente positivas para la cotización de los valores con una nota destacada en base a criterios ESG.
De hecho, sí hemos identificado un interés cada vez mayor en estudiar cómo la mejora de esas notas (o scores) se traduce en rentabilidades superiores en bolsa. La interesantísima oportunidad que nos brinda este momentum relativo queda de manifiesto en el trabajo de Madelyn Antoncic, Geert Bekaert, Richard Rothenberg and Miquel Noguer (junio 2020). Las acciones de compañías que invierten en sostenibilidad y trabajan para ser socialmente más responsables conllevan un premio para los inversores, por eso Carmignac y FactSet entre otros diseñan modelos para poder identificarlas ex ante.