El mundo sufre actualmente de numerosos achaques, no está en su mejor momento desde el punto de vista económico y financiero. Pero, según Manuel Arroyo, director de Estrategia para España y Portugal para JP Morgan AM, “ninguno de los problemas macroeconómicos que afronta es mortal ni tan grande como para generar una recesión global”.
En la gestora presentaron en un reciente evento lo que llaman “el mapa de las enfermedades”, en el que resumen algunos de los problemas más acuciantes que están comprometiendo la salud financiera de muchas regiones.
EE.UU. sufre, por ejemplo, de la enfermedad del mal de altura ante la fortaleza del dólar, anemia de crecimiento en sus beneficios empresariales, acidez por la caída de precios del shale gas y también una esclerosis política tóxica, mientras su vecino México tiene la enfermedad de Pemex.
Latinoamérica está inmersa en una situación bastante peor, sobre todo en países como Brasil, que sufre de petro-bronquitis (ante el escándalo de Petrobras), un brote de inflación, deficiencia de hierro y una enfermedad degenerativa derivada de la crisis política con su presidenta Dilma. Por su parte, Chile tiene una “coperitinitis”, una infección derivada de la caída de los precios de las materias primas y que le afecta especialmente por su condición de exportador de cobre.
Europa, por su parte, sufre de un desorden de personalidad económica múltiple, debido a la diferente situación económica de muchos de sus mercados, sin olvidar los dolores crónicos derivados de la delicada situación de su mercado laboral. Algunos países sufren enfermedades particulares como Francia con su “lependicitis”, ante la popularidad creciente de los partidos populistas de derechas, Reino Unido con su “Brexitis”, Noruega con su petronucleosis o Italia con la narcolepsia industrial inducida por el euro. Rusia, por su parte, sufre de “putinitis” y petronucleosis (al igual que Arabia Saudí), ante los bajos tipos del petróleo, mientras Turquía sufre de adicción al capital internacional.
China, por su parte, sufre de un desorden compulsivo de la construcción o del síndrome laboral del “no-descanso”, entre otras enfermedades, mientras el Sudeste Asiático sufre por su sobre exposición a ese mercado, además de una inflación en sus balances.
A Australia se le puede diagnosticar una resaca derivada de la fiesta de las materias primas de los últimos años, y a Japón, un envenenamiento por consumo.