El IEB, centro de estudios de referencia en formación financiera y jurídica en Iberoamérica, presenta el informe ‘Perspectivas de la Economía Mundial 2025’, elaborado por Aurelio García del Barrio, doctor en CC. Económicas y director del Global MBA con especialización en Finanzas del IEB. El estudio destaca la visión global y de las principales economías del mundo además de hacer hincapié en los riesgos y desafíos de la economía española este año.
Cuatro años después del inicio de la pandemia, la economía mundial sigue ajustándose a los desequilibrios generados por el choque de oferta y demanda. Esto incluye un proceso inflacionario sorpresivo desde 2021, que obligó a los bancos centrales a aplicar medidas estrictas para controlar los precios. Sin embargo, las acciones tomadas han mostrado resultados positivos: la inflación global está disminuyendo y se prevé que los tipos de interés se reduzcan gradualmente hacia niveles neutrales (2% en la Eurozona y 3% en EE.UU.).
Desafíos y oportunidades por región
EE.UU. mantiene su posición como la mayor economía global, con un PIB de 27,9 billones de dólares. La inflación en este país se ha moderado, acercándose al objetivo del 2%.
En China, la recuperación es desigual; aunque su PIB de 18,5 billones de dólares refleja su poderío económico, enfrenta problemas de baja inflación y débil demanda interna.
En Europa, Alemania destaca como el motor económico de la Eurozona, pero enfrenta retos significativos en su sector industrial. Francia y el Reino Unido muestran resiliencia, pero el alto endeudamiento y la moderada recuperación del crecimiento preocupan.
Países como India y Brasil han demostrado una notable resiliencia económica. Sin embargo, las elevadas tasas de interés y el endeudamiento limitan el margen de maniobra para sostener el crecimiento.
Inflación y políticas monetarias
La inflación global, uno de los mayores desafíos económicos de los últimos años, ha mostrado un claro descenso desde los picos alcanzados en 2021 y 2022. Este retroceso se debe a una combinación de factores, como la moderación de los precios energéticos, la recuperación de las cadenas de suministro y las medidas de política monetaria restrictiva implementadas por los bancos centrales de todo el mundo. Sin embargo, el proceso de desinflación no ha sido homogéneo y persisten riesgos importantes.
Los precios de la energía, especialmente los del petróleo y el gas, han caído significativamente tras el auge provocado por la guerra en Ucrania y la crisis energética global. Este alivio ha sido clave para moderar la inflación general. Las cadenas de suministro globales, que enfrentaron interrupciones graves durante la pandemia, han vuelto a niveles de funcionalidad cercanos a la normalidad, lo que ha reducido la presión inflacionaria en bienes manufacturados.
Las expectativas a largo plazo sobre la inflación han permanecido relativamente estables, lo que ha evitado una espiral de precios y salarios. Esto refleja la efectividad de las estrategias de comunicación y credibilidad de los bancos centrales. Aunque la inflación general ha disminuido, la subyacente (que excluye elementos volátiles como alimentos y energía) sigue siendo elevada en muchas economías. Esto se debe, en gran parte, al crecimiento sostenido de los precios de los servicios y los salarios, especialmente en mercados laborales resilientes como los de Estados Unidos y Europa.
La desinflación no ha sido uniforme. Mientras que las economías avanzadas han visto caídas más pronunciadas, los mercados emergentes aún enfrentan tasas de inflación relativamente altas debido a sus vulnerabilidades estructurales y la dependencia de importaciones energéticas.
Por otra parte, la persistente incertidumbre en torno a conflictos como la guerra en Ucrania y la escalada en Oriente Medio podría provocar nuevos shocks de oferta, especialmente en los mercados de energía y alimentos. También los fenómenos meteorológicos extremos, como los huracanes o sequías, amenazan con interrumpir las cadenas de suministro y aumentar los costos de materias primas.
Perspectivas de política monetaria
Respecto al endurecimiento monetario global el informe recoge que la mayoría de los bancos centrales adoptaron políticas de restricción monetaria agresiva a partir de 2022, con incrementos rápidos y pronunciados de las tasas de interés. Esto enfrió la demanda interna y, en consecuencia, redujo las presiones sobre los precios. Por ejemplo, la Reserva Federal de Estados Unidos elevó sus tasas de interés a niveles máximos de décadas antes de iniciar un proceso de flexibilización esperado para 2024-2025. En la Eurozona, el Banco Central Europeo siguió una estrategia similar, manteniendo tasas restrictivas mientras la inflación se aproximaba al objetivo del 2%.
La disminución de las presiones inflacionarias ha abierto la puerta a una flexibilización de las políticas monetarias en muchos países. Para 2024, se espera que la Reserva Federal reduzca su tasa de interés al 4,25%, con un descenso adicional al 3,25% en 2025. De manera similar, el Banco Central Europeo planea una reducción desde el 3% en 2024 al 2,25% en 2025. En mercados emergentes como Brasil y Chile, donde los bancos centrales endurecieron sus políticas antes que en las economías avanzadas, ya se han registrado reducciones de tasas de interés desde finales de 2023.
A pesar de las señales de desinflación, los bancos centrales mantienen cautela para evitar una relajación prematura que pueda desestabilizar las expectativas inflacionarias y provocar un rebrote de los precios. Las decisiones de política monetaria serán cada vez más divergentes, dependiendo de las dinámicas específicas de inflación y empleo en cada región.
La reestructuración de las cadenas globales de valor y el nearshoring están incrementando la intensidad de capital en sectores estratégicos, lo que podría aumentar la sensibilidad de la economía a las tasas de interés. Este cambio podría fortalecer la transmisión de la política monetaria, permitiendo un mayor control por parte de los bancos centrales.
El descenso de la inflación marca un alivio significativo para la economía global, pero los bancos centrales enfrentan un delicado equilibrio entre sostener la desinflación y evitar un impacto negativo en el crecimiento. Las decisiones monetarias seguirán siendo claves para garantizar una transición estable hacia un entorno económico más predecible y sostenible. La flexibilidad y la capacidad de adaptación serán esenciales para manejar los riesgos persistentes y aprovechar las oportunidades de una economía global más equilibrada.
La guerra en Ucrania sigue afectando los mercados energéticos y financieros. Rusia y Ucrania permanecen en una prolongada guerra de desgaste sin resolución a corto plazo. En Oriente Medio, la intensificación del conflicto Israel-Gaza añade volatilidad geopolítica. En Asia, las tensiones entre China y Taiwán mantienen latente el riesgo de un conflicto mayor, que afectaría significativamente la estabilidad económica global.
Tendencias de largo plazo
La fragmentación de las cadenas de valor globales está redefiniendo el comercio internacional. Mientras Estados Unidos apuesta por el «nearshoring» en América del Norte, Europa prioriza el fortalecimiento de la producción regional. Los retos fiscales, especialmente en países con altos niveles de deuda como Francia, Italia y Brasil, requieren ajustes significativos para evitar crisis futuras.
En conclusión, la economía global está en camino hacia un aterrizaje suave, caracterizado por una inflación bajo control y un crecimiento sostenido, aunque moderado. La estabilidad económica dependerá de la capacidad de los gobiernos y bancos centrales para equilibrar políticas fiscales y monetarias, así como de la gestión de riesgos geopolíticos y comerciales. Las reformas estructurales serán esenciales para fortalecer la productividad y garantizar la sostenibilidad a largo plazo, dice el informe del IEB.