A principios de esta semana, la NASA autorizó el uso de la Estación Espacial para vuelos privados. En concreto, la agencia espacial y la compañía Axiom firmaron un acuerdo para que se realice una primera misión privada con astronauta antes de enero de 2022, de tal forma que los astronautas pasarán ocho días a bordo del laboratorio de la estación.
Este anuncio y el éxito del último lanzamiento del prototipo Starship de SpaceX, tras varios intentos fallidos que han traído de cabeza a Elon Musk, son solo dos ejemplos de todo el universo de inversión -nunca mejor dicho- que se abre para los inversores. Según calcula Bank of America Merrill Lynch en uno de sus últimos informes, el mercado del espacio va a crecer desde los 339.000 millones de dólares de 2016 hasta los 2,7 billones en 2045. Gran parte de este crecimiento también se apoya en el valor mundial de las inversiones en programas espaciales que se situó en 17.000 millones de dólares, en 2020.
Las conclusiones del documento también señalan que es un ámbito complejo de desarrollo, ya que requiere grandes inversiones y está sujeto a imprevistos, como los fracasos en el proyectos de las compañías o los continuos retrasos. Eso sí, la entidad reconoce que es una filosofía de inversión que encaja perfectamente con la visión a largo plazo y con un enfoque de megatendencias. Para canalizar estas oportunidades, la forma en que las gestoras están abordando estas oportunidades es clara: la inversión temática.
El enfoque temático para enmarcar la inversión de temas relacionados con el espacio es diverso, ya que las gestoras lo abordan, principalmente, desde la innovación en la movilidad (más relacionado con los viajes espaciales), desde el desarrollo energético (orientado a las múltiples aplicaciones que tienen las nuevas formas más sostenibles de generar energía), desde la tecnología de la información y las comunicaciones (principalmente el apoyo a compañías que desarrollan satélites) o desde la industria de defensa.
En este sentido, los ejemplos de productos que encontramos dentro de la industrias no son mayoritarios, pero sí existe una oferta que podemos identificar. Por ejemplo, ARK Invest, la firma de inversión liderada por Cathie Wood, anunció hace dos meses el lanzamiento de un ETF para abordar la innovación y exploración espacial invirtiendo en empresas que se benefician de esta temática de forma indirecta. En concreto, explicaban que el ETF estaría expuesto a todas las industrias y sectores relacionadas con la exploración espacial, las tecnologías para la actividad aeroespacial, evolución tecnológica en la agricultura, sistemas de posicionamiento global vía GPS, entre otros cimientos importantes. En concreto, el fondo invertirá en cuatro tipos de empresas: firmas aeroespaciales orbitales, solo compañías aeroespaciales, empresas de tecnologías habilitadoras y, finalmente, aquellas que se beneficien de toda esta actividad aeroespacial.
Un ejemplo dentro de la temática de la movilidad es el fondo BNY Mellon Mobility Innovation Fund, de Mellon (gestora que forma parte de BNY Mellon IM), cuyo objetivo es «conseguir la revalorización del capital a largo plazo, obteniendo exposición principalmente a empresas radicadas en todo el mundo dedicadas a la innovación en el transporte y tecnologías relacionadas». Según explica George Saffaye, gestor del BNY Mellon Mobility Innovation Fund, “estamos en los albores de una nueva era espacial”. Según Spaceflight Now, el año pasado, y a pesar de la pandemia, se intentaron 114 lanzamientos, igualando al 2018 como el año con mayor número de lanzamientos desde 1990, cuando los abultados presupuestos militares de la Guerra Fría financiaban la puesta en órbita de numerosas misiones espaciales.
“La economía del espacio ha crecido a un ritmo del 6%-8% en la última década y prevemos que continúe creciendo a esa velocidad, o incluso más, en el próximo decenio gracias a unos costes de lanzamiento cada vez más bajos, sobre todo ahora que nos acercamos a la comercialización del espacio, que potenciará la participación de las empresas públicas y privadas. El aumento de la demanda incentivará que los fabricantes de cohetes reutilizables continúen mejorando sus productos, lo que redundará en menores costes. Con el tiempo, este abaratamiento del acceso al espacio fomentará que surjan otros negocios. De hecho, según algunas estimaciones, los ingresos del sector espacial mundial podrían superar el billón de dólares en 2040, frente a los 350.000 millones actuales”, explican Saffaye.
Según sus estimaciones de Mellon, en los próximos años, “las inversiones no se limitarán a la defensa nacional y a proporcionar internet por satélite en aquellas regiones sin acceso a las redes tradicionales”. De hecho, la gestora apunta tres campos: lanzamientos, turismo y vuelos hipersónicos.
En una de las temáticas donde con más frecuencia se tocan temas relacionados con el espacio es en los fondos sobre defensa. En este sentido, encontramos el fondo Invesco Aerospace&Defense ETF, lanzado en octubre de 2005 y basado en el SPADE™ Defense Index (Index). Este vehículo de inversión invierte, al menos, el 90% en las compañías que componen el índice, diseñado para identificar las empresas que participan en el desarrollo, la fabricación, las operaciones y el apoyo de las operaciones de defensa, seguridad nacional y aeroespacial de Estados Unidos. Por ahora, la gran mayoría de estos fondos de inversión son estadounidenses, como por ejemplo, además de los ya citados, iShares U.S. Aerospace & Defense ETF, de Blackrock; o SPDR S&P Aerospace & Defense ETF.
Algunos gestores reconocen que todavía el universo de inversión vinculado con los temas espaciales es muy «estrecho», por eso la principal tendencia es aplicar un enfoque amplio sobre todas las industrias y sectores que rodean esta actividad, como claramente ocurre con las temáticas de defensa, tecnológica o energética. Sobre este último tema, también destaca el caso del hidrógeno que, no solo puede jugar un papel clave en la transición energética, sino también en la nueva carrera espacial.
Visión de futuro
En opinión de Saffaye, la creciente adopción de la tecnología incrementa la dependencia de los satélites artificiales, que se usan en actividades como agricultura, acceso a internet, cadenas de suministro, control medioambiental y muchas más. “El menor coste de los satélites, así como unos costes de lanzamiento cada vez más bajos, han llevado a un número creciente de empresas a plantearse desarrollar sus propias redes y constelaciones de satélites. Mientras que en los últimos diez años se han lanzado unos 2.400 satélites, se estima que en los próximos diez podrían llegar a lanzarse 38.000. Pero el lanzamiento y el mantenimiento de satélites y de sus redes solo es una parte de la historia, ya que esperamos que surjan cada vez más oportunidades en el pujante ecosistema de las actividades de soporte, que abarca desde el suministro de equipos y materiales hasta servicios de datos y análisis basados en el espacio”, explica.
Para el gestor de Mellon, el turismo espacial ofrece oportunidades increíbles, bien sean viajes orbitales, suborbitales o lunares: “Hasta la fecha, solo Rusia ha ofrecido viajes turísticos orbitales a la ISS por un coste de entre 20 a 25 millones de dólares, pero dejó de hacerlo en 2010 debido al aumento de la tripulación de la ISS y la necesidad de equipos de expedición más numerosos. En la actualidad, hay varias empresas centradas en los viajes suborbitales. Algunas ya tienen bastante avanzados sus planes para este servicio, que podría costar más de 200.000 dólares por pasajero y que tiene una lista de espera de un año desde que se lance el primer vuelo”.
El desarrollo del turismo espacial también conlleva un mayor desarrollo de aeronaves capaces de realizar vuelos suborbitales de forma regular podría resucitar el uso de los vuelos hipersónicos con fines comerciales. Según explica Saffaye, aunque este tipo de vuelos acabaron con la retirada del Concorde, “se ha avanzado mucho tanto en el diseño como en la construcción y se han resuelto algunos de los principales problemas que presentaba esta tecnología, como las explosiones sónicas que sacudían los puntos de despegue y aterrizaje. Así, los vuelos hipersónicos podrían transformar los viajes, al reducir drásticamente los tiempos de vuelo y mejorar sustancialmente el tiempo de uso”.
Los viajes espaciales o incluso el turismo espacial son un primer paso, pero algunos inversores ya tienen en mente la posibilidad de vivir en otros planetas o satélites. En opinión del equipo de Portocolom AV, vemos proyectos de innovación orientados a crear colonias humanas en Marte o en la Luna vivirán en entornos completamente autosuficientes y autosostenibles.
“En eso lleva trabajando desde 1995 un equipo internacional de científicos del proyecto MELiSSA (acrónimo en inglés de Sistema de Soporte Vital Micro-Ecológico Alternativo), coordinados por la Agencia Espacial Europea. La planta piloto se ubica en Barcelona y sus experimentos están demostrando cómo reutilizar los residuos para producir oxígeno, agua y alimentos, eso significa desarrollar una tecnología que regenere el agua para beber, la atmósfera para respirar –recuperar el CO2 y volver a generar oxígeno–, produzca material comestible y trate todos los residuos. Por ejemplo, un reactor es un fotobiorreactor con microalgas, que consume el CO2 que procedería de los astronautas y lo elimina, además, gracias a la fotosíntesis de las microalgas, estas generan oxígeno, que sirve como fuente para respirar, y las microalgas también son comestibles. Los investigadores han conseguido incluso generar agua de buena calidad. La tecnología que se está desarrollando también podría servir para la Tierra. De hecho, algunos de sus resultados como los sensores de biomasa ya están siendo aprovechados por el sector vitivinícola y también los sistemas de purificación de agua. Se puede plantear diseñar y construir edificios sostenibles que sigan esta misma filosofía circular”, explican desde Portocolom AV.