La primera semana de agosto ha resultado ser razonablemente tranquila para los mercados, aunque las cifras de empleo privado (ADP) fueron tibias y se comienza a subir el tono respecto al techo de la deuda.
A falta de noticias más jugosas, el aumento en contagios por la variante Delta sigue acaparando titulares. De acuerdo con Bloomberg, EE.UU. necesita ahora vacunar a casi el 90% de su población para alcanzar inmunidad grupal, con la consiguiente presión a las autoridades sanitarias (FDA) para aprobar formalmente la comercialización de las vacunas, con la de Pfizer como primera de la fila.
Los países mas ricos, como Alemania y Francia, siguen el ejemplo de Israel y pasan al ataque desplegando una iniciativa para inyectar una tercera dosis a los que forman parte del colectivo de alto riesgo, a pesar del incremento en el precio por dosis instrumentado por Pfizer y Moderna en la Unión Europea.
En China, se han identificado importantes brotes del COVID-19 en al menos 14 provincias, incluidas ciudades clave como Wuhan (donde se realizarán pruebas de la variante Delta a sus 12 millones de habitantes), obligando a las autoridades a cortar el tráfico en Pekín. Mientras, la aplicación de rastreo más utilizada del país se está colapsando bajo la presión de decenas de millones de usuarios. Un nuevo cierre en China no haría más que empeorar los problemas en la cadena de suministro (semis, por ejemplo) que dificultan la recuperación económica total.
No obstante, la realidad respecto a las repercusiones de la nueva ola de contagios no parece ser tan grave como sugieren algunos de los medios de comunicación, al menos desde el punto de vista de los inversores. La comunidad inversora, a tenor de los últimos movimientos en el mercado, muestra cierta complacencia, aunque comienzan a guardarse las espaldas (las cestas de valores COVID vs Re-Apertura mantienen el buen comportamiento iniciado en junio). En la misma línea, compañías “epicentro” como Royal Caribbean destilan optimismo (RCL ha anunciado que su flota al completo estará navegando en la primavera de 2022, con un 80% de capacidad desplegada a final de año) en sus presentaciones trimestrales. Esta indiferencia puede estar justificada, como explica este análisis de Wall Street Journal, por el aumento exponencial del conocimiento acerca del virus y el creciente arsenal de contramedidas que ahora tenemos a nuestra disposición, lo que hace que las consecuencias económicas de cada ola de la pandemia hayan seguido una pauta descendente.
Otro factor positivo radica en el creciente número de mandatos de vacunación (incluidos los de una serie de empresas multinacionales y, desde el martes, los de la ciudad de Nueva York), que contribuyen a acercar a la ciudadanía al umbral de la inmunidad de rebaño (de acuerdo con este artículo, la campaña de inoculación se ha acelerado y un 70% de los estadounidenses habría recibido ya al menos una dosis). Esto refleja, además, un cambio en la estrategia de las autoridades sanitarias -que quedó de manifiesto en las declaraciones de Fauci esta semana- que pasa a imponer sanciones a quienes evitan las vacunas en vez de cerrar segmentos completos de la economía. En un país en el que quien no esta protegido es porque no quiere, como explica Washington Post, la obligatoriedad en el ámbito público y privado cobra una mayor relevancia.
Es esperable, con las vacaciones de verano de por medio, que las cifras del COVID muestren un deterioro en las próximas semanas, oscilando entre 140.000 y 300.000 transmisiones diarias en agosto. No obstante, si las estadísticas de nuevos casos no dan síntomas de estabilidad (en Florida, por ejemplo, las hospitalizaciones están marcando cifras récord) es probable que se anuncien nuevas medidas de obligatoriedad del uso de mascarillas y otras restricciones que llevarían al mercado a operar en un contexto de mayor volatilidad. Los agentes de mercado siguen con inquietud eventos como la cancelación de la feria del automóvil en Nueva York o la posible prohibición del acceso de turistas estadounidenses no vacunados a Europa.
Mientras, en Pekín –como explicábamos la semana pasada-, el entorno regulatorio, el retiro de estímulos y las recientes inundaciones se traducen en menor ritmo de actividad económica. El índice de gerentes de compras Caixin en el sector industrial correspondiente al mes de julio, en 50,3, ilustra el estancamiento en crecimiento. Por su parte, el NBS de manufacturas retrocede desde 50,9 hasta 50,4 y los termómetros de actividad en sector servicios (de momento mas resistentes, con el Caixin servicios apuntándose un 54,9 desde el 50,3 de junio) muy probablemente reflejen en pocas semanas el efecto de la nueva ola de trasmisiones del COVID, que ya se traduce en revisiones a la baja de estimados por parte de los economistas.
A pesar de las abultadas caídas (el índice MSCI China TMT se sitúa ya en el -26% desde el inicio del 2021), el ruido regulatorio probablemente continúe, ejemplificado esta semana por el embrollo de comunicaciones de ida y vuelta respecto a las bondades sociales de los juegos online. En la sesión del martes, Tencent se dejaba otro 6% y el artículo publicado en el Economic Information Daily hizo temer que la industria de los videojuegos fuera el próximo objetivo de los reguladores, al tachar esta alternativa de ocio de «opio espiritual». En este sentido, la virulenta reacción de los inversores obligó al medio -supervisado y dirigido por la agencia estatal de noticias Xinhua- a volver sobre sus pasos, reconociendo los beneficios sociales en la “energía positiva” que genera esta actividad.
Sea como fuere, y a pesar de la compresión en múltiplos producida por la campaña gubernamental en contra de los gigantes del internet chino (que en comparación con sus comparables internacionales cotizan a las valoraciones mas apuradas desde 2012), lo más factible es que las reformas estructurales continúen durante los próximos meses. Tal y como analizamos en nuestra columna hace siete días, estas iniciativas forman parte del plan quinquenal y apuntan a un objetivo de largo plazo, lo que a priori elevaría el umbral de tolerancia de los responsables políticos ante incrementos puntuales de volatilidad en los mercados de crédito y renta variable. Solo si las autoridades no fuesen capaces de recuperar cierta normalidad en la actividad de los inversores o si las recientes medidas adoptadas desestabilizaran la cotización de la divisa (que de acuerdo a su correlación reciente con los requisitos de reservas sobre depósitos bancarios podrían sufrir ajustes adicionales a la baja), reviviendo los episodios de 2015 o 2018, los altos cargos del Partido Comunista podrían abandonar su programa de reformas, al menos temporalmente, y adoptar medidas más expansivas para reactivar la economía.
En el corto plazo, el trasfondo en China empaña las perspectivas para la inversión en mercados emergentes, de por sí no demasiado favorables. Un 46% de los bancos centrales en estas economías se han embarcado ya en ciclos de subidas de tasas de interés, sus índices de condiciones monetarias se han deteriorado, el número de casos de COVID sigue siendo elevado con respecto a las cifras mostradas en economías desarrolladas (especialmente en Asia), y lo mismo sucede con los indicadores de actividad manufacturera (PMIs), que muestran divergencias negativas respecto a países avanzados. El MSCI EM de renta variable ha perdido el soporte que proporcionaba su media móvil de 200 sesiones, los diferenciales de crédito han ampliado tímidamente y las divisas emergentes registran una tendencia preocupante respecto al dólar. A pesar de todo, el atractivo a medio plazo se mantiene vigente para esta clase de activos, que muestran rentabilidades esperadas superiores. Adicionalmente, el exceso de optimismo y el posicionamiento han retrocedido desde los máximos observados a comienzo del año.
Además de la calma chicha en el ámbito geopolítico y la tranquilidad respecto a la incidencia de la variante Delta sobre la economía, el excelente desempeño corporativo registrado en el segundo trimestre está permitiendo a las bolsas de países desarrollados continuar operando en zona de máximos.
En EE.UU., un 92% de las empresas que han reportado cifras para el segundo trimestre (hasta ahora la mitad de los componentes del S&P 500) han batido los estimados de beneficio por acción y hasta un 87% han alcanzado -o superado- las proyecciones del consenso de analistas en materia de facturación. Se trata de los resultados más brillantes de los últimos 54 trimestres, que podrían seguir sorprendiendo si tenemos en cuenta un crecimiento nominal que alcanzará el 12% en base trimestral anualizada, aunque las revisiones de beneficios al alza respecto a recortes o el porcentaje de ajuste en estimados para economías desarrolladas estén en máximos.