Los bancos centrales son los grandes protagonistas este mes. Primero el mercado escuchará al Banco Central Europeo (BCE) mañana en su reunión sobre política monetaria y, para concluir julio, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) se reunirá a final de mes. Según las expectativas del mercado, ambas instituciones monetarias reafirmarán su tono dovish e incluso anunciarán bajadas de tipos.
En opinión de Hans Bevers, economista jefe de Bank Degroof Petercam, la evolución del crecimiento global, la falta de inflación y las tensiones políticas justifican que los bancos centrales tomen medidas y busquen herramientas que sirvan de soporte para la economía global.
“La combinación de una actividad económica modesta, la incertidumbre geopolítica, incluidas las tensiones comerciales, la disfunción del Congreso en EE.UU., el Brexit y la preocupación por Italia en Europa, y la inflación subyacente por debajo del objetivo implica que los bancos centrales no tienen absolutamente ninguna prisa por endurecer las condiciones monetarias. Por el contrario, tanto su tono como su política se han vuelto mucho más dovish en los últimos meses. Ahora es casi seguro que próximamente pondrán en marcha más estímulos. En cualquier caso, los mercados financieros ya lo están descontando ampliamente”, explica Bevers
En su opinión, la desaceleración del crecimiento de Estados Unidos llevará a la Fed a recortar los tipos en el segundo semestre. De hecho, la lenta actividad industrial mundial, en combinación con la fortaleza del dólar, está erosionando la confianza en la industria manufacturera. Las perspectivas de beneficios empresariales y de inversión se están debilitando y, además, el impacto positivo de las bajadas de impuestos de Trump se está desvaneciendo.
“Mientras tanto, las presiones inflacionarias subyacentes se han reducido en los últimos meses, con una inflación subyacente de PCE situándose solamente en el 1,6%. La Reserva Federal ha quitado importancia a esta cifra al decir que se debe a factores idiosincrásicos. Sin embargo, el factor más probable es la disminución del crecimiento de los costes laborales unitarios, que comenzó antes. Con una actividad económica débil, un sentimiento empresarial pesimista, una inflación modesta y riesgos para las perspectivas económicas sesgados a la baja, la Reserva Federal tiene el camino preparado para flexibilizar su política monetaria y recortar los tipos de interés en el segundo semestre del año”, añade el economista jefe de Bank Degroof Petercam.
En este sentido, coincide con el consenso de mercado al señalar que los mercados financieros ya están cotizando bajadas de tipos para finales de año y, por lo tanto, están convencidos de que el primer recorte se producirá en julio. Esto está muy cercano, pero debido a la tregua comercial y al hecho de que la Reserva Federal no quiere parecer que cede a los ataques del presidente Trump contra su política monetaria, creemos que es un poco más probable que la Reserva Federal espere hasta septiembre (antes de bajar tipos de nuevo en diciembre).
Más cercana está la reunión del BCE que, según Bevers, reforzará su orientación a futuro, reducirá el tipo de interés de los depósitos y reanudará el QE. “Lógicamente, la combinación de unas perspectivas de crecimiento pesimistas y de unas cifras de inflación por debajo de lo esperado ha llevado al BCE a ser mucho más cauteloso en los últimos meses. En su reunión de junio se dieron más detalles sobre las condiciones del programa TLTRO-III y, lo que es más importante, también se señaló una clara voluntad de recortar los tipos y reiniciar el QE si las perspectivas de crecimiento e inflación no mejoran sustancialmente”
En conjunto, la cuestión no es si el BCE tomará medidas, sino más bien cuándo y cuánto. Según su previsión, es probable que el próximo movimiento del BCE sea una reducción del tipo de interés de los depósitos del -0,4% al -0,5% en septiembre (introduciendo al mismo tiempo un tipo de interés escalonado para limitar su impacto en la rentabilidad de los bancos comerciales). Eso no es todo, “existe una gran posibilidad de que el BCE también anuncie que reanudará su programa QE”, añade.
Pero Bevers advierte que reanudar el QE no significa que vaya a tener un impacto significativo en la actividad económica de la zona euro. “La política fiscal resultaría más eficaz. Sin embargo, la Comisión Europea ha sido bastante flexible en la interpretación de las normas fiscales en países como España, Italia y Francia y, además, esto está lejos de ser un programa de inversión fiscal paneuropeo coordinado”, concluye.