La tasa interanual del Índice de Precios al Consumo del mes de marzo de 2022, según datos adelantados por el INE, se ha situado en el 9,8%, (la cifra más alta desde 1985), y la tasa mensual respecto al mes de febrero en el 3%. Esta evolución es debida a subidas generalizadas en la mayoría de sus componentes, destacando los incrementos de los precios de la electricidad, los carburantes y combustibles, así como en los alimentos y bebidas no alcohólicas, que han sido sensiblemente mayores este mes que en marzo de 2021. La inflación subyacente también se ha visto afectada y ha aumentado cuatro décimas, hasta el 3,4%.
Aunque la guerra entre Rusia y Ucrania tiene un efecto significativo, no es menos cierto que esta tendencia creciente ya viene observándose desde hace 9 meses, lo que nos hace considerar que se trata de inflación persistente con un gran componente estructural y no coyuntural como se preveía en el pasado año.
Este hecho hace prever que se resienta fuertemente el consumo por la pérdida de poder adquisitivo a causa de la elevada inflación, la presión fiscal y por la contención salarial obligada, para que no se produzca una inflación de segunda ronda, aún más temible, por la espiral salarios-precios que genera. Como consecuencia, esto hará que el crecimiento del PIB se ralentice dado el peso que tiene la demanda interna con el consiguiente efecto también en las cifras de empleo, defiende el Consejo General de Economistas.
Por otra parte, hasta la fecha se está constatando el buen comportamiento de las exportaciones, fundamentalmente a otros países de la zona euro, pero el diferencial de al menos dos puntos en los precios con respecto a la zona euro, unido a un menor crecimiento también de estos países, podría penalizar las exportaciones. En cuanto a las importaciones, fundamentalmente las de materias primas, petróleo…, se están viendo muy afectadas, además de por el propio precio de las mismas, por la apreciación del dólar, dado que generalmente estas operaciones se pagan en dólares.
Así las cosas, agravadas por la situación complicada de determinados sectores como el de transporte, pesquero, agricultura…, muy afectados por el incremento del precio de la energía y los combustibles, y sin saber aún el alcance en el tiempo del conflicto entre Rusia y Ucrania y la posterior reconstrucción, no solo del país, sino de las relaciones comerciales con Rusia, describe un panorama complejo y marcado por la incertidumbre.
Como aspecto positivo, parece que en España se prevé un buen comportamiento del turismo, tanto en Semana Santa como en verano, siempre y cuando la situación de la pandemia esté controlada y, por supuesto, la guerra en Ucrania tenga un desenlace próximo. Hay que tener en cuenta que España podría considerarse un destino más seguro frente a otras zonas del Mediterráneo.
Estas circunstancias hacen plantearse al Consejo General de Economistas una nueva reducción de las previsiones del PIB, añadida a la rebaja que reflejamos en las previsiones de febrero, fundamentalmente por el conflicto bélico. Las circunstancias ahora han empeorado, por cuanto el conflicto se mantiene, se han paralizado relaciones comerciales con Rusia y, sobre todo, se han encarecido aún más la energía y los carburantes además de otras materias primas que están afectando directamente a la cesta de la compra, de ahí también el incremento de la inflación subyacente. Es por ello, que recortamos el crecimiento estimado en 1,5 puntos, por lo que situaríamos el incremento del PIB en 2022 en torno al 3,7%/3,9%.
Las medidas coyunturales que está adoptando el Gobierno español para paliar los efectos del incremento de la energía y los carburantes, entre las que no se encuentran la esperada bajada de determinados impuestos indirectos, con ayudas directas a determinados sectores, o la limitación del precio de la electricidad, entre otras, harán que el déficit público se incremente y también la deuda pública, dado que el déficit de tarifa habrá que pagarlo antes o después.
Para 2022, el Gobierno ha previsto un incremento de PIB del 7%, con un déficit del 5%. «Dado que el crecimiento del primer trimestre se va a ver muy afectado por las circunstancias adversas comentadas, consideramos que sería conveniente la actualización de los Presupuestos Generales del Estado, para tratar de adecuar las distintas partidas de ingresos y gastos a la realidad económica», afirman desde el Consejo.
En cualquier caso, será relevante que se adopten medidas que incentiven la inversión privada y que los fondos Next Generation se utilicen para realizar cambios estructurales que fortalezcan el tejido productivo formado mayoritariamente por pymes.
En cuanto a la política monetaria del Banco Central Europeo, a pesar de las incertidumbres existentes, no descarta subidas de tipos de interés antes de finalización del año para paliar las tensiones inflacionistas existentes. Además, ya anunció el pasado 10 de marzo su intención de adelantar la retirada de los estímulos con objeto de enfriar el mercado y que la inflación disminuya. Esto tendrá un efecto en España que hasta ahora el Banco Central Europeo es su principal comprador, por lo que tendrá que acudir a los mercados de deuda y con seguridad a un precio muy superior.
Como ya se ha expuesto anteriormente, con en esta situación crítica y compleja, con un alto grado de incertidumbre, es muy complicado hacer estimaciones. Lo deseable es que el conflicto finalice pronto, fundamentalmente por el drama humanitario que se ha generado y que no suponga nuevos riesgos geopolíticos y económicos.