Norman Villamin, CIO de Wealth Management de UBP, ha elaborado un informe comparativo analizando las similitudes entre las crisis actuales entre Rusia y Ucrania y la cuarta guerra árabe-israelí, en el último el último Spotlight de UBP titulado Ghosts of the 1970s. Su principal conclusión es que las sanciones a Rusia tienen el potencial de crear un shock de oferta de productos básicos de mayor alcance que el observado en 1973, por lo que los inversores «no deberían subestimar la importancia de las respuestas políticas al embargo energético de 1973 como factores que contribuyeron al estancamiento económico y a la profundidad de la recesión que siguió».
Según contextualiza el experto, en 1973, la reavivación de un conflicto latente pero pausado dio el pistoletazo de salida de la cuarta guerra Árabe-Israelí. Un conflicto bélico librado por la coalición de países árabes liderados por Egipto y Siria contra Israel que culminó en un choque energético global y dio inicio a la era de la estanflación de la década de 1970. «En paralelo, la batalla de casi una década entre Rusia y Ucrania (desde la invasión de Crimea en 2014) ha estallado una vez más. En esta ocasión el territorio disputado son las Repúblicas de Donetsk y Lugansk que tras el conflicto de 2014 recibieron un estatus con mayor independencia política y en donde la mayoría de habitantes son pro-Rusia. La nueva situación con la invasión rusa ha provocado una crisis humanitaria y ha aumentado los riesgos de estanflación para la economía global», apunta.
En su opinión, un aspecto relevante es que la coordinación de Occidente a la hora de dar una respuesta unida al ataque ruso ha supuesto el anuncio de numerosas sanciones, entre ellas la limitación al acceso del consorcio SWIFT por parte de algunos bancos rusos. Junto a estas medidas otras que cada día se van anunciando, lo que está aislando a la economía rusa de las relaciones comerciales con Europa y Estados Unidos, dejando a Rusia potencialmente alineada a futuro con Corea del Norte, Venezuela e Irán.
«Si bien Venezuela e Irán son, al igual que Rusia, los principales productores de energía, palidecen en comparación con los más de 6-7 millones de bpd de las exportaciones rusas de petróleo y gas. Además, dado que Rusia domina el comercio mundial de los principales cereales y metales industriales, las sanciones a Rusia tienen el potencial de crear un shock de oferta de productos básicos de mayor alcance que el observado en 1973. De mantenerse el conflicto sin una respuesta diplomática próxima, los políticos occidentales tras aplicar las sanciones deberán prepararse para elegir: seguir políticas monetarias similares a las de la década de 1970 que provocaron profundas recesiones a lo largo de la década; o adaptarse a la inflación para preservar el crecimiento», explica Villamin.
En cambio, para el CIO de Wealth Management de UBP, resulta alentador que, en 2021-22, la escasez invernal de gas en Europa haya servido de banco de pruebas para la respuesta fiscal de la UE a los elevados precios de la energía, lo que «pone de manifiesto el apetito fiscal por amortiguar al menos el impacto de los costes adicionales a los que se enfrentan los consumidores europeos». Según indica en su último análisis, en EE.UU., en las últimas semanas, se ha introducido una legislación para suspender el impuesto federal sobre la gasolina (que actualmente representa aproximadamente el 5% del precio medio de la gasolina en EE.UU.), lo que indica una voluntad fiscal similar para amortiguar, al menos parcialmente, el impacto sobre el consumo y la actividad de cara al futuro, especialmente con las elecciones de mitad de mandato de 2022 que se celebrarán en noviembre.
«Esto es coherente con el giro de la política fiscal, que pasó de ser estricta a principios de la década de 1970 (con la contracción del gasto público estadounidense no relacionado con la defensa entre 1971 y 1973) a ser relajada en 1974 (con un crecimiento del gasto público no relacionado con la defensa de hasta un 3% interanual en 1974), para tratar de proporcionar apoyo a medida que la confianza de los consumidores y de las empresas estaba bajo presión. Desgraciadamente, justo cuando la política fiscal se relajaba en 1974, la política de la Reserva Federal se endurecía drásticamente en respuesta a la creciente presión inflacionista. De hecho, con un ciclo de endurecimiento de la Reserva Federal que ya estaba en marcha antes del embargo de la OPEP, el endurecimiento de la política de la Reserva Federal se aceleró en respuesta, y el tipo de interés de los fondos de la Reserva Federal de EE.UU. experimentó una espectacular subida de 560 puntos básicos a mediados de 1974, hasta el 14%, a medida que el impacto inflacionista del embargo se afianzaba», afirma Villamin.
Frente a este escenario, añade: «Si bien los fantasmas de la década de 1970 ensombrecen los mercados, un enfoque en la gestión proactiva del riesgo puede complementar flujos de ganancias de alta calidad tanto en crédito como en acciones para ayudar a los inversores a capear picos de volatilidad más frecuentes y prolongados que los vistos en la última década».