Como apuntaban todos los análisis previos, la reunión de ayer del Banco Central Europeo (BCE) no aportó nada nuevo. Su presidenta, Christine Lagarde, se limitó a insistir en que la orientación altamente acomodaticia que mantiene la política monetaria del BCE es la correcta y adecuada para el contexto actual, lo que sigue poniendo todas las expectativas en la convocatoria de junio.
“El consejo de gobierno realizará las compras con flexibilidad de acuerdo con las condiciones de mercado y con vistas a evitar un endurecimiento de las condiciones de financiación que sea incompatible con el objetivo de contrarrestar el impacto a la baja de la pandemia en la senda de inflación proyectada”, ha indicado el BCE en su comunicado. Además ha puntualizada que, en caso de cambiar las circunstancias, la compra de bonos “puede recalibrarse si es necesario para mantener unas condiciones de financiación favorables que contribuyan a contrarrestar el impacto negativo de la pandemia en la senda de la inflación”. Sin duda, el mensaje más claro lo mandó la propia Lagarde durante la rueda de prensa posterior al afirmar: «No hemos discutido ninguna reducción progresiva porque es simplemente prematuro”.
Frente a este discurso, Samy Chaar, economista jefe de Lombard Odier, reconoce que el debate en torno a las compras semanales de PEPP ha perdido cierta importancia recientemente, ya que los rendimientos, tanto en Estados Unidos como en la zona del euro, han retrocedido desde febrero. Aunque sí reconoce que Lagarde no ha aclarado mucho sobre el prometido aumento de compras semanas del PEPP.
En su opinión, “a medida que las vacunas, la reapertura de las economías y el todavía considerable apoyo político permiten que la recuperación avance, los rendimientos pueden verse sometidos a una nueva presión al alza. Esto obligaría al BCE a adelantar aún más sus compras de emergencia una vez más, ya que aumentar sólo las compras brutas puede no ser suficiente, y la mayor parte del esfuerzo tendrá que hacerse en las compras netas. Por ahora, el BCE se encuentra en una posición relativamente cómoda, aunque todavía frágil”.
Para Mohammed Kazmi, estratega de macroeconomía y gestor de carteras de Union Bancaire Privée (UBP), la presidenta Lagarde “intentó que la reunión de hoy fuera lo más intrascendente posible”, reiterando la mayoría de sus comentarios dovish de la reunión anterior. «Aunque hay un impulso positivo de las vacunas en la zona euro, Lagarde decidió centrar su atención en los riesgos a la baja a corto plazo que conllevan las altas tasas de casos de COVID-19 y la necesidad de un apoyo monetario y fiscal. Como resultado, hemos visto caer los rendimientos de los bonos y al euro depreciarse desde máximos tras la reunión. Sin embargo, atenuamos cualquier repunte significativo de los bonos debido a que miramos hacia la reunión de junio, donde esperamos que las previsiones revisadas de crecimiento e inflación lleven al BCE a ofrecer un tono menos moderado, lo que permitiría un repunte de los rendimientos. Anticipamos que los datos impresionarán en los próximos meses, ya que el lanzamiento acelerado de vacunas en la región permitirá que las economías comiencen a normalizarse, impulsando la confianza y esto hará que el BCE se sienta más cómodo con un aumento gradual en las tasas del euro a largo plazo”, apunta Kazmi en su valoración de la reunión.
Pese a la falta de novedades, los analistas destacan que Lagarde mantuvo un tono cauteloso respecto al panorama económico de la zona euro, dejando ver que estamos ante una situación con dos caras. “Por una parte, el alto nivel de contagio aún existente en el área y la amenaza de posibles mutaciones del virus, aún podrían descarrillar considerablemente el panorama económica. De otro lado, las señales de un sólido repunte económico también comienzan a ser visibles. Por último, si bien las expectativas de inflación permanecen relativamente estables, aunque por debajo de la meta del BCE en el medio plazo, las medidas basadas en indicadores de mercados a futuro ya dan muestra de una mayor alineación. Crucialmente, Lagarde puntualizó que el balance global de riesgos no se ha modificado significativamente desde el análisis de marzo, relajando expectativas de que el BCE lanzaría un mensaje mucho más optimistas. El tono cauteloso de la presidenta al destacar la situación de dos caras del panorama económico europeo deja claro este mensaje”, señala Olivia Álvarez, analista de Monex Europe.
Con la vista puesta en junio
Según explica Peter Goves, analista de renta fija en MFS Investment Management, todas las expectativas están puestas en la próxima reunión de junio por dos razones: “Una, es la próxima vez que el BCE evaluará su tasa de compra de PEPP y se pronunciará sobre la favorabilidad de las condiciones de financiación que, junto con su evaluación sobre la inflación, informará su política de tasa de compra de PEPP. Y, la segunda razón es son las proyecciones macroeconómicas, que aportan en sí mismas contenido informativo, sobre todo porque incluyen la proyección de la inflación a largo plazo del BCE para 2024. Si esta previsión aumentara, podría tener un impacto en las expectativas del mercado sobre la futura política del PEPP y la política monetaria posterior a la pandemia en general”.
En este sentido, Ulrike Kastens, economista de Europa para DWS, lanza también su valoración: “La próxima reunión de política monetaria en junio será relevante, cuando haya más claridad sobre el progreso de la vacunación y se disponga de las nuevas proyecciones del personal para el crecimiento y la inflación. Entonces también habrá que decidir si es necesario un ritmo de compras significativamente mayor en el tercer trimestre. En cualquier caso, el PEPP sería lo suficientemente amplio como para asumirlo también, pero creemos que la preocupación por la reducción de las compras mensuales de activos es infundada. La holgura de la economía es grande y también es probable que el aumento de la inflación sea sólo transitorio y no persistente, una opinión que probablemente comparta el BCE. A diferencia de otros bancos centrales, como el Banco de Canadá, que ha anunciado una reducción de sus compras de bonos, el BCE aún está lejos de una salida real de su política monetaria ultra laxa”.
En opinión de Bethany Payne, gestora de renta fija global en Janus Henderson, esta postura acomodaticia tendrá una fuerte repercusión en el nivel de endeudamiento que están adquiriendo los estados que, aunque lo considera necesario para salir, puede acabar “estimular el crecimiento” a menos “que se se bea un cambio hacia el gasto fiscal que mejore la productividad”.
“Hemos calculado que el porcentaje de tenencia del BCE sobre el total de la deuda soberana europea debe situarse en torno al 29%. Aunque las compras de activos del BCE compran tiempo para Europa, en medio del retraso en la implantación de vacunas y de una economía diezmada centrada en el turismo, acertar con la política fiscal es primordial. La economía europea no puede crecer sin que los países que la componen empiecen a gastar, y el trabajo pesado tendrá que hacerlo inevitablemente Alemania. Con el banco central como principal comprador y los bajos costes de endeudamiento, el aumento de la deuda soberana no es el principal enigma de Europa. El enigma es dónde encontrar la chispa del crecimiento, y cómo los gobiernos encienden el gasto”, advierte Payne.