La pandemia ha restablecido la forma en que se vive, se trabaja y se hacen negocios, acelerando algunos cambios a largo plazo y poniendo en marcha nuevos cambios. En 2021, el McKinsey Global Institute hizo un balance de cómo se está transformando la economía y de las nuevas oportunidades que ahora se presentan.
Del estudio, surgen 12 puntos más destacados para evidenciar cómo ha cambiado el mundo.
En primer lugar, Los cambios comerciales realizados durante la pandemia podrían generar una mayor productividad. La pandemia provocó la perturbación económica más profunda desde la Segunda Guerra Mundial, interrumpiendo tanto la oferta como la demanda, y el camino a seguir es extremadamente incierto. Las empresas cambiaron rápidamente a los canales en línea, automatizaron las tareas de producción, aumentaron la eficiencia operativa y aceleraron la toma de decisiones y la innovación de los modelos operativos.
En segundo lugar, el COVID-19 ha alterado las preferencias de los consumidores. De repente, los consumidores se vieron obligados a cambiar de comportamiento, las empresas a transformar los modelos comerciales y los gobiernos a ajustar las regulaciones. Y así como el coronavirus ha afectado a regiones e individuos de formas muy diferentes, el impacto económico también ha sido muy desigual.
El tercer punto que destaca McKinsey es que el consumo de Asia está aumentando y se está volviendo más complejo. Asia es el motor de crecimiento del consumo mundial: si se olvida de Asia, podría perderse la mitad del panorama mundial, una oportunidad de crecimiento del consumo de 10 billones de dólares durante la próxima década.
El cuarto ítem es dar prioridad a que la salud puede generar beneficios económicos. A pesar de lo destructiva que ha sido la pandemia, ofrece una lección importante a medida que Europa espera con ansias la recuperación económica, especialmente ahora que las vacunas están cobrando impulso. La salud y la economía están indisolublemente unidas.
El mundo es más rico que nunca, pero gran parte de esa riqueza está almacenada en ladrillos y cemento, resalta la consultora como el quinto elemento a tener en cuenta. El balance general complementa los enfoques más típicos basados en el PIB, los niveles de inversión de capital y otras medidas de flujos económicos que reflejan cambios en el valor económico.
El listado continúa destacando la contribución de las empresas en la economía y sus responsabilidades frente a las partes interesadas y la sociedad en general se ha convertido en un importante tema de debate, triplicando el PIB per cápitadesde 1960. Sin embargo, hay poca claridad o consenso sobre cómo la actividad comercial de las empresas impacta en la economía y la sociedad.
El séptimo postulado apunta a que la inversión en activos intangibles que sustentan la economía del conocimiento o del aprendizaje, como la propiedad intelectual, la investigación, la tecnología y el software, y el capital humano, ha aumentado inexorablemente durante el último cuarto de siglo, y el COVID-19 parece haber acelerado este cambio hacia una economía desmaterializada.
A medida que la economía mundial comienza a salir de la crisis del COVID-19, pronto llegará el momento de que los líderes miren más allá de salvaguardar vidas y medios de subsistencia y fijen su mirada en un desafío más profundo: mejorarlos, expone en el octavo punto.
En el noveno lugar, McKinsey dice que la pandemia interrumpió los mercados laborales a nivel mundial durante 2020. Las consecuencias a corto plazo fueron repentinas y, a menudo, graves: millones de personas fueron despedidas o perdieron sus trabajos, y otras se adaptaron rápidamente a trabajar desde casa cuando las oficinas cerraron. Muchos otros trabajadores fueron considerados esenciales y continuaron trabajando en hospitales y supermercados, en camiones de basura y en almacenes, pero bajo nuevos protocolos para reducir la propagación del nuevo coronavirus.
En consecuencia del anterior argumento, la décima consideración a tener en cuenta es rejuvenecer los sectores tradicionales puede ser un motor de crecimiento.
La proposición número 11 se refiere a China. Después de décadas de reforma, el gigante asiático tiene hoy un sistema educativo que sirve bien a la economía industrial, aunque aún es necesario cerrar las brechas en el acceso, la calidad y la pertinencia de la educación. Sin embargo, ahora hay un desafío aún mayor que enfrentar: brindar las habilidades necesarias para una economía moderna, digital y posindustrial, mientras se inculca un nuevo ethos nacional de aprendizaje permanente y se garantiza que el sistema sea equitativo. Parece necesario nada menos que una transformación del sistema de desarrollo de habilidades y educación de China. China ha emprendido una reforma transformadora antes; ahora necesita hacerlo de nuevo.
Por último, en el número 12, pero no menos importante se basa en la importancia de la inclusión. Las disparidades exhibidas durante el COVID-19 fueron una sacudida para la conciencia de EE.UU. Las pérdidas de empleo fueron mayores para las personas afrodescendientes, muchas de las cuales carecían de ahorros para amortiguar el golpe financiero.
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