De momento, 2017 ha sido un año muy interesante para los inversores. Las promesas del presidente estadounidense Donald Trump acerca de bajadas de impuestos, inversión en infraestructuras y desregulación dieron pie a la temática denominada «reactivación económica impulsada por Trump» a finales de 2016. Si bien esta se mantuvo a principios de 2017, los inversores han perdido buena parte de su fe en la capacidad del presidente para cumplir sus promesas y el repunte ha menguado en los últimos meses.
En lo que va de año, la renta variable ha sido la mejor clase de activo para invertir. Las materias primas han arrojado el peor comportamiento, dado que el petróleo ha vuelto a adentrarse en terreno bajista (a pesar de los recortes de producción de la OPEP), si bien el oro ha mostrado relativa resistencia.
En renta variable, Europa y los mercados emergentes fueron las regiones que más rindieron, gracias a su mayor predisposición al riesgo y a la depreciación del dólar (que, por ahora, ha sido una de las monedas más débiles del año).
En el universo de la renta fija, la mejor rentabilidad en los mercados de deuda pública fue la de los Gilts británicos, dado que la ralentización de la economía y la incertidumbre en torno al Brexit aumentaron el atractivo de este activo refugio. Los bonos del Tesoro estadounidense también arrojaron un comportamiento positivo, si bien buena parte de ello se debió al desarrollo de la “temática Trump”.
En cuanto a la deuda corporativa, los mercados estadounidenses batieron holgadamente a sus homólogos europeos, en un contexto en el que los rendimientos de los bonos caían mientras la renta variable se revalorizaba. En lo referente a las divisas, tanto el euro como el yen registraron buena evolución en base ponderada por intercambios comerciales, mientras que el dólar estadounidense se depreció. La mayor parte del resto de divisas se mantuvo estable.
¿Son sostenibles las tendencias actuales?
La caída de los rendimientos de la deuda pública, junto con el actual repunte de la renta variable, sugiere que los inversores están divididos ante el panorama actual. La volatilidad sigue situándose en cotas muy reducidas, a pesar del endurecimiento de la política monetaria de la Fed. Si bien la liquidez sigue siendo abundante y en el pasado fue un factor determinante para que estos mercados se movieran en la misma dirección y la volatilidad fuera reducida, la historia apunta a que esta tendencia no es sostenible.
La caída de los precios del petróleo podría ser uno de los motivos que explicarían el estado actual de los mercados. Si bien la reducción del precio del crudo afectará al sector energético, en vista del descenso de la inflación que se avecina, algunos bancos centrales, como la Fed o el Banco de Inglaterra, podrían adoptar una postura menos ambiciosa a la hora de normalizar su política monetaria, mientras que otros, como el BCE, podrían verse obligados a ampliar de nuevo sus estímulos. Esto sugiere que los activos de riesgo pueden seguir rindiendo bien, especialmente mientras el crecimiento se mantenga estable y la inflación siga en niveles reducidos.