El regreso de la volatilidad está resultando incómodo para muchos de los participantes del mercado. Si bien en 2017, solo hubo ocho ocasiones en las que el movimiento del índice S&P 500 fue mayor al 1%, al alza o a la baja, 2018 ha superado con mucho esa cifra, y los inversores deberían acostumbrarse a ello. Los mercados han tenido una corrección significativa en los últimos días, liderados por una brusca caída en las bolsas estadounidenses.
El pasado miércoles, 10 de octubre, el índice Dow Jones Industrial Average cerró 831 puntos por debajo de su precio de apertura, una caída del 3,15%, su peor caída desde febrero de este año. El mismo día, el Nasdaq y el S&P 500 cayeron alrededor de 315 y 94 puntos respectivamente, un 4,08% y 3,29% abajo frente al inicio de la sesión. El jueves continuaron las caídas en las bolsas estadounidense y comenzó a verse un efecto de contagio en las bolsas europeas y asiáticas.
Según apunta Oliver Blackbourn, gestor del equipo multi-activo de Janus Henderson, las valoraciones de la renta variable global están ahora en un punto mucho menor del pico alcanzado en enero, algo que no sorprende en un punto tan maduro del ciclo como en el que nos encontramos. “Los fundamentales permanecen sólidos, aunque existe un número mayor de riesgos a su alrededor de los que se han visto en los últimos años. La flexibilidad sigue siendo clave conforme se navega el final de las políticas monetarias expansivas. La Reserva Federal está subiendo tipos y, en su papel de banco central predominante a nivel global, sus efectos se sienten en todos los mercados a través de unas valoraciones menores. Cabe destacar que una vez más, el movimiento en las bolsas llega después de un incremento en los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense, conforme el banco central del país ajusta su política monetaria”, comenta el gestor.
“Conforme avanzamos en el ciclo, el crecimiento de los beneficios corporativos se convierte en el principal motor del rendimiento de la renta variable. Si nos centramos en Estados Unidos, que representa más del 55% de la capitalización bursátil global, las empresas deben enfrentarse con múltiples vientos en contra: el aumento del coste de endeudamiento, el incremento de los salarios y el aumento del precio del crudo, un dólar más fuerte y las tensiones comerciales. Al mismo tiempo, el impulso del recorte en impuestos y el mayor gasto del gobierno comenzará a desvanecerse con la llegada del nuevo año. Según los estimados de IBES, de Thomson Reuters Datastream, se espera que el crecimiento de los beneficios del S&P 500 sea superior al 20% en 2018, pero está previsto que caiga a un 10% en los dos siguientes años. Un crecimiento de los beneficios más moderado no será suficiente para impulsar los rendimientos del mercado de renta variable a los niveles de los últimos años si las valoraciones siguen bajando”, añade.
Por su parte, Paras Anand, director de gestión de activos para Asia-Pacífico en Fidelity International, explica que el fuerte castigo sufrido por Wall Street probablemente no haya pillado a nadie por sorpresa. En todo caso, en su opinión, los inversores se andarían preguntando cómo era posible que el mercado estadounidense siguiera dando muestras de tanta fortaleza ante las subidas de los tipos de interés, la contracción del mercado laboral y el encarecimiento del petróleo.
“Existen múltiples explicaciones, pero creo que los movimientos de los precios en 2018 refuerzan la idea de que tanto los inversores activos como el creciente elenco de estrategias pasivas y sistemáticas han estado largos en momento y cortos en volatilidad. Dicho con otras palabras: los inversores, preocupados por unas perspectivas políticas y económicas inciertas, han optado por clases de activos y sectores que parecen ofrecen unas perspectivas más sólidas en sus fundamentales y que han demostrado una evolución más predecible en sus precios”, comenta Anand.
“En este periodo, el concepto de valor ha quedado ensombrecido por el énfasis en los baches del camino. La otra cara de ello es que hemos visto importantes caídas en áreas del mercado donde la incertidumbre es elevada, como los mercados emergentes, China y el Reino Unido, que ahora cotizan en niveles de valoración históricamente bajos.
Dado que las perspectivas de la economía mundial siguen siendo sólidas a medio plazo y la retirada gradual de los estímulos monetarios es una señal de retorno a condiciones más normales, la respuesta adecuada de los inversores ante las señales de que el mercado estadounidense podría estar quedándose sin fuelle es buscar valor en áreas que ya han sufrido abultados descensos”, asevera.
En la opinión de Hans-Jörg Naumer, responsable global de mercados de capitales y research temático en Allianz Global Investors, los mercados estarían buscando orientación. “Nos encontramos en un entorno aparentemente contradictorio: la economía global presenta un panorama muy heterogéneo y, con la excepción de los Estados Unidos, se inclina más bien hacia el lado de la desaceleración. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reducido (marginalmente) sus previsiones de crecimiento y ha alertado de riesgos a la baja para la coyuntura mundial: ahora prevé un crecimiento del 3,7% tanto en 2018 como en 2019. Un factor para la revisión a la baja han sido los conflictos comerciales causados por Estados Unidos”.
El peso de los bancos centrales
Al margen del clima de tensión creado por las disputas arancelarias entre Estados Unidos y China, el repunte de las rentabilidades en la curva de tipos de los bonos del Tesoro se ha considerado como la principal explicación detrás de la caída en las bolsas.
Los datos económicos de Estados Unidos, junto con mensajes optimistas de la Reserva Federal y la continuidad del encarecimiento del petróleo han propiciado un notable repunte en la curva de tipos del país, que ha arrastrado parcialmente a la curva alemana. Según aclara A&G Banca Privada en su último informe del equipo de analistas, los repuntes se han concentrado en los tramos largos, sobre todo por el aumento de las primas de plazo. “La rentabilidad nominal y real a 10 años se sitúa en máximos desde 2011. El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años se ha situado en torno a un 3,23%, mientras que el Bund alemán de 10 años ha estado alrededor del 0,57%”, señalan.
Así como 2017 fue un año de rendimientos particularmente suaves, ayudado por la última ola de relajamiento cuantitativa del banco central. En 2018, la Reserva Federal comenzó a vender un volumen mayor de activos de los que el Banco Central Europeo está comprando.
“Las tasas de interés en Estados Unidos continúan subiendo. El dinero fácil que tranquilizó a los inversores está empezando a disminuir, especialmente en el caso de los dólares estadounidenses. Los efectos de una moneda estadounidense más fuerte se están sintiendo en los mercados financieros.
Continuamos observando las cifras de inflación de los Estados Unidos y los datos de la Reserva Federal en busca de signos de que el ritmo de los aumentos de las tasas de interés podría disminuir. La caída concomitante en los rendimientos de los bonos y el dólar estadounidense probablemente ayudaría al mercado de valores a alcanzar nuevos máximos y aliviar la presión sobre otras clases de activos. Hay un mayor número de riesgos alrededor que en los últimos años, pero todavía tenemos que ver signos del fin del ciclo económico, el mayor riesgo para los mercados de valores”, comenta de nuevo Blackbourn.
Otras causas de impacto más global, según señalan desde iCapital, serían los desequilibrios económicos y tensiones políticas en varias zonas emergentes (Turquía, Argentina, Brasil) y el viacrucis europeo con Italia y el Brexit.
“Las bolsas americanas caen por lo que siempre han caído las bolsas: unas cotizaciones excesivas no respaldadas suficientemente por los resultados corporativos en muchas compañías y temor a que éstos, en línea con el final de ciclo económico en que nos encontramos, vayan deteriorándose y con ellos los precios de las acciones. Las bolsas siempre anticipan y esta vez no va a ser distinto”, afirman en su último informe.
Las acciones estilo growth, las más afectadas
El sector tecnológico, que ha estado liderando las rentabilidades del mercado de renta variable este año, ha sido precisamente uno de los más afectados. Las llamadas FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Alphabet (Google)) se encuentran ahora en el centro del temblor del mercado.
“Después de un periodo en el que parecía que estas empresas no podían hacer nada mal, ha habido una serie de titulares negativos: comprometiendo la privacidad de los usuarios, la seguridad de los datos y preocupaciones en cuanto a la estrategia a seguir. Después de un extendido rally, algo de negatividad está restado algo del brillo de estas acciones. Unas altas valoraciones las ha hecho vulnerables a una corrección conforme se inicia la temporada de los resultados empresariales del tercer trimestre.
Hemos encontrado una mayor protección contra todas estas cuestiones en partes del mercado que ofrecen un mejor valor o mayores rendimientos de dividendos. Las estrategias dirigidas a las acciones de menor volatilidad también han tenido un rendimiento superior”, concluye el gestor de Janus Henderson.