Mañana, 22 de abril, se celebra el Día de la Tierra, un día para reflexionar sobre los éxitos medioambientales conseguidos hasta ahora y los retos que nos esperan. Para la industria de inversión, es una fecha en el calendario para comprobar si las carteras están preparadas para afrontar los retos medioambientales de las próximas décadas.
“Problemas medioambientales como el cambio climático, la deforestación, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad amenazan la salud y el bienestar de nuestro planeta, sus ecosistemas y sus habitantes. Este rompecabezas de cuestiones medioambientales es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en esta década. Sin embargo, estas cuestiones están a menudo entrelazadas”, reconoce Dominic Rowles, analista jefe de ESG en Hargreaves Lansdown.
Según defienden desde Vontobel, la inversión necesaria para permitir la transición de la economía real es cuantiosa. Se calcula que, de aquí a finales de la década, será necesario invertir 1 billón de dólares más al año en energías limpias sólo en los mercados emergentes y las economías en desarrollo para que el mundo esté en condiciones de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050. «Esto supone multiplicar por siete los niveles actuales, incluso sin tener en cuenta las necesidades de financiación para el clima en otros países y sectores, como la agricultura y la industria manufacturera, y los requisitos para aumentar la resiliencia y adaptarse a los efectos del cambio climático que ya estamos experimentando», señalan Pascal Dudle, Head of Listed Impact de Vontobel, y Matthias Fawer, Senior Analyst ESG & Impact Assessment de Vontobel.
Desde Schroders, por ejemplo, defienden que la inversión verde impulsa la lucha contra el cambio climático. Según Peter Harrison, director general de Schroders, el mundo está tomando conciencia de que la economía global no solo debe alcanzar las cero emisiones netas, sino también tener un impacto positivo en la naturaleza. “En este sentido, las gestoras de activos, en concreto, tienen que cambiar radicalmente su manera de operar y, para ello, deben actuar por tres vertientes: comprometerse a cambiar las prácticas hacia la naturaleza de todas las empresas en las que invierten, crear nuevos productos de inversión basados en la naturaleza y canalizar el capital hacia fondos basados en soluciones climáticas naturales”, defiende Harrison.
En opinión del experto acelerar la inversión ayudará a cerrar la brecha entre el desarrollo de soluciones climáticas naturales y su necesidad de financiación. “Los activos bajo gestión asignados a estas soluciones se han duplicado en los últimos cinco años y, es cierto que la oferta de proyectos continúa siendo un reto, pero la demanda y actividad crecientes de soluciones climáticas están creando nuevas oportunidades para financiar proyectos”, afirma el responsable de Schroders.
En este sentido, la gestora ha establecido un “Plan para la Naturaleza” que define su objetivo de canalizar inversión hacia este sector clave y apoyar la transición hacia un futuro sostenible. Según explica Harrison, el Plan establece tres pilares para ayudar a las empresas a minimizar el riesgo asociado a la naturaleza en las carteras de inversión y contribuir a que las soluciones basadas en la naturaleza sean más invertibles: información, influencia e innovación. “Nuestro objetivo es aprovechar el poder de la inversión para acelerar la llegada de un futuro positivo para la naturaleza, lo cual, creemos que alberga el potencial de impulsar la obtención de unas rentabilidades de la inversión más elevadas con el paso del tiempo”, destaca Harrison.
Según recuerdan Ashley Keet y Tom Atkinson, gestores de AXA IM, las inversiones dirigidas actualmente a proteger la biodiversidad de la Tierra sufren una importante escasez de valor. «Cada año se invierten unos 133.000 millones de dólares en soluciones naturales, incluidos 18.000 millones de dólares de las finanzas del sector privado, pero Naciones Unidas afirma que sería necesario triplicar, como mínimo, esta cantidad para 2030 si queremos que el mundo alcance sus objetivos climáticos», afirman. La gestora considera que para proteger la biodiversidad y ralentizar su degradación, es necesario identificar e invertir en soluciones que puedan servir para reducir nuestra huella de biodiversidad de una manera más eficiente y sostenible. «Nos centramos en tres áreas: agricultura y acuicultura, tratamiento del agua y materiales sostenibles», concretan.
Los expertos de Vontobel añaden que invertir en empresas y proyectos que contribuyen a la lucha contra el calentamiento global y otros retos medioambientales puede ser una estrategia de inversión rentable y con impacto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que entraña mayores riesgos que las inversiones tradicionales, por lo que es importante realizar una investigación exhaustiva y buscar asesoramiento profesional antes de invertir. «Algunas áreas con perspectivas atractivas pueden encontrarse en las energías renovables y la eficiencia energética. Asimismo, las soluciones orientadas a las infraestructuras verdes, como el transporte público, el uso compartido de bicicletas y los edificios ecológicos, pueden contribuir a reducir las emisiones de carbono. Además, áreas como la agricultura sostenible, incluidas las compañías que desarrollan prácticas agrícolas sostenibles o proporcionan productos que reducen el impacto medioambiental, ofrecen perspectivas atractivas. Las soluciones innovadoras para la gestión de residuos y el reciclaje pueden contribuir a reducir la cantidad de residuos que acaban en los vertederos y promover prácticas de economía circular», destacan.
Por su parte, desde Nordea AM señalan que ellos trabajan de forma continua para evaluar los riesgos del cambio climático y el impacto de la transición hacia una economía baja en carbono en sectores y empresas. “A medida que la sostenibilidad se convierte en una cuestión cada vez más importante para los riesgos y las oportunidades de negocio, muchos inversores se inclinan por las empresas con buenos resultados en materia de ESG. Comprometerse con las empresas es una de las mejores formas de crear valor tanto para los inversores como para las sociedades de cartera”, argumentan.
Según su experiencia, en los últimos años, la inversión climática se ha centrado en evitar los sectores contaminantes y en seleccionar líderes climáticos, lo que ha provocado un éxodo inversor de las empresas consideradas «menos buenas» en términos ESG. “Nuestro fondo Nordea 1 – Global Climate Engagement, por el contrario, pretende centrarse en empresas que se encuentran en las primeras fases de transición hacia modelos empresariales sostenibles, un enfoque que denominamos Inversión Climática 2.0.”, explican tomando como ejemplo su estrategia.
Su visión se basa en que no podemos olvidar que muchas empresas de sectores intensivos en carbono como la energía, la industria y la agricultura desempeñan un papel crucial en la transición hacia una economía más ecológica y con menos emisiones de carbono. “Consideradas rezagadas climáticas, muchas de ellas están desatendidas por el mercado actual. Pero orientarlos hacia la transición verde puede desbloquear su valor sin explotar a medida que el mercado los reevalúe. Por ello es relevante buscar empresas dispuestas a comprometerse con los equipos directivos para ayudarles a acelerar las oportunidades derivadas de un futuro con bajas emisiones de carbono y reducir los riesgos de la transición. Nuestra estrategia se centra en mejorar el rendimiento medioambiental de las operaciones y alinear los modelos empresariales con una economía baja en carbono, midiendo desde el principio el grado de apertura de las empresas seleccionadas para liberar su potencial ESG”, comentan desde Nordea AM.
Además de poner el foco en las empresas y el sector privado, Nina Petrini, responsable de UBS ETF y fondos índices de UBS AM para Iberia y Latinoamérica, pone el foco en lo relevante que es apoyar a los gobiernos y organizaciones públicas en su compromisos medioambientales. Para Petrini una solución de inversión sostenible y diversificadora son los bonos de los bancos multilaterales de desarrollo (MDBs).
“Tras los vaivenes en el mercado de deuda durante el año pasado, el apetito de los inversores por los bonos ha vuelto. Esto, unido a que hay cada vez más interés por el ESG, fomentará un auge en la demanda de activos más estables con un impacto sostenible. Es aquí donde se pone de manifiesto el papel de los bonos de los bancos multilaterales de desarrollo (MDBs). Estos representan una oportunidad de inversión sostenible en deuda de alta calidad crediticia y son una fuente de diversificación, dada la correlación baja, e incluso negativa, con la renta variable, ofreciendo así cierta protección en tiempos de tensión del mercado”, explica la experta de UBS AM.
A la hora de hablar del papel de los gobiernos, la mayoría de las gestoras consideran que la Unión Europea está mostrando un claro liderazgo en la lucha contra el cambio climático y en la preservación del medio ambiente. En opinión de Michael Rae, gestor en M&G, pese a que los acontecimientos de 2023 centraron la atención mundial en las cadenas de valor de los combustibles fósiles, pero se lograron grandes avances en la descarbonización. «La UE elevó su objetivo vinculante de energías renovables para 2030 del 32% al 42,5%, mientras que una estrategia solar específica pretende duplicar la capacidad instalada para 2025. A nuestro alrededor hay pruebas de que la transición energética está muy avanzada en Europa, mientras que las medidas que se tomen en los próximos años determinarán si los ambiciosos objetivos de descarbonización son alcanzables, si la generación de energía y la red pueden modernizarse a tiempo y cómo es la aceptación real por parte de los consumidores de los vehículos eléctricos y las bombas de calor», destaca Rae.