El Día de la Sobrecapacidad de la Tierra de 2023 llega este miércoles 2 de agosto. En esta fecha, la humanidad ha consumido todos los recursos generados por el planeta para todo el año, un cálculo que realiza todos los años Global Footprint Network (GFN). El primer Día de la Sobrecapacidad data de 1970, año en el que esta efeméride cayó el 29 diciembre. Poco más de 50 años después, la fecha se ha adelantado cuatro meses, aunque, al menos, en 2023 se ha retrasado unos días con respecto a 2022: el año pasado este cálculo se situó el 28 de julio.
Esta efeméride no pasa inadvertida a los gestores y estrategas, más volcados que nunca con la sostenibilidad. Chris Iggo, CIO de AXA IM Core y presidente del Investment Institute de AXA IM, apunta que es un hecho «bien documentado» que los seres humanos están utilizando los recursos naturales de la Tierra a un ritmo más rápido de lo que pueden regenerarse. De hecho, «puede calcularse con precisión, como es el caso del Día de la Deuda Ecológica, la fecha en la que cada año nuestra demanda de recursos del planeta supera lo que se puede regenerar en ese periodo de 12 meses».
El experto ve una buena noticia que este año se retrase el Día de la Deuda Ecológica (en 2021 también fue antes, el 30 de julio), al tiempo que detalla que la fecha había ido avanzando a medida que empeoraba la situación, con una excepción en 2020, «cuando los confinamientos a raíz de la COVID-19 retrasaron la efeméride en casi un mes, hasta el 22 de agosto».
También recuerda que cada país tiene su propio Día de la Sobrecapacidad: los mercados desarrollados con niveles de vida más altos suelen estar en un extremo del espectro, mientras que los países en vías de desarrollo se encuentran en el otro. Y pone como ejemplo de caso extremo a EE.UU, donde la fecha límite quedó el 13 de marzo de este año, «lo que significa que, si la población mundial consumiera recursos al mismo ritmo que EE.UU., esta sería la fecha del Día de la Deuda Ecológica». Alemania, Francia, Japón, el Reino Unido y otros países alcanzaron ese punto en mayo, mientras que Catar fue el primer país en alcanzarlo, el 10 de febrero. Por el contrario, Jamaica no alcanzará esa brecha hasta el 20 de diciembre.
Esta efeméride, según Iggo, «pone de relieve el hecho de que la forma en que utilizamos los recursos naturales es insostenible y que los gobiernos, las empresas y los inversores deben tomar medidas». El experto cree que los inversores pueden ayudar a retrasar esta fecha: Global Footprint Network identifica varias áreas que a su parecer son los más pertinentes para reducir nuestro uso de recursos naturales, como la protección de la biodiversidad, la descarbonización del sector energético y una producción de alimentos más eficiente, además de una reducción del desperdicio de alimentos. «Todas ellas son áreas críticas para la inversión responsable y en las que creemos que los inversores pueden marcar la diferencia, sin dejar de aspirar a una rentabilidad financiera a largo plazo», asegura el experto, que recuerda que más de la mitad del PIB mundial depende del buen funcionamiento de la biodiversidad y los ecosistemas, y la degradación cuesta a la economía mundial más de cinco billones de dólares al año. «El colapso de tan solo tres de estos servicios naturales —la polinización silvestre, el suministro de madera y el abastecimiento de pescado— podría costar un 2,3% del PIB mundial para 2030», concluye.
Iggo señala que el Informe de brecha de circularidad de 2023 del think tank Circle Economy y Deloitte sugiere que pasar a un modelo de economía circular puede satisfacer las necesidades de la sociedad utilizando solamente el 70% de las materias primas que extraemos de la Tierra en la actualidad y que utilizamos, lo que significa que no superaríamos los límites de la Tierra. Sin embargo, estamos muy lejos de alcanzar una economía totalmente circular: el informe estima que la economía mundial es a día de hoy circular en tan solo un 7,2%.
Con todo, Iggo valora positivamente que este movimiento está cobrando impulso, como lo demuestra que en 2020, la Comisión Europea adoptó un plan de acción para la economía circular que incluía medidas para garantizar que los productos estén diseñados para durar más tiempo, sean más fáciles de reciclar y utilicen materiales reciclados en su producción siempre que sea posible. Además, en marzo de este año, el organismo propuso una directiva sobre el «derecho a reparar» con el fin de facilitar y hacer más rentable la reparación de los bienes en lugar de sustituirlos.
«Como gestora de activos, podemos invertir a escala y también comprometernos con las empresas en estas áreas (biodiversidad, transición energética, alimentación y agricultura, economía circular) y más allá, lo que incluye también a gobiernos a través de su emisión de deuda pública», argumenta Iggo, que considera que las empresas a la vanguardia de la transición «podrían experimentar un fuerte crecimiento, mientras que es probable que las empresas rezagadas experimenten una menor demanda de sus bienes y servicios, un coste de capital más elevado, y podrían verse perjudicadas por cambios normativos o políticos, como la subida de impuestos y aranceles».
Michael Lewis, Head of ESG Research en DWS, en línea con Iggo, consiera que se requieren «acciones decisivas para comenzar la transformación de manera urgente». En este punto, es optimista y cree que, a la hora de llevar el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra hacia el equilibrio y posiblemente hacia un superávit, «no todo está perdido». Sin embargo, «requiere transformar e intervenir en múltiples sectores».
Algunas de las formas más impactantes que cita Lewis para avanzar en la reducción del Día de Sobrecapacidad de la Tierra giran en torno a reducir a la mitad las emisiones de carbono en las operaciones industriales; implementar medidas de eficiencia energética, por ejemplo, en el sector inmobiliario comercial y residencial; reducir a la mitad el desperdicio de alimentos y sustituir el consumo de carne por proteínas vegetales. «Según la Red Global de la Huella Ecológica, reducir las emisiones de carbono en un 50% desplazaría el Día de Sobrecapacidad de la Tierra en 93 días».
Además, la legislación puede ayudar a mejorar el entorno de inversión necesario para la transformación requerida; por ejemplo, la Comisión Europea acaba de proponer objetivos legalmente vinculantes para reducir el desperdicio de alimentos en un 30% por persona para 2030.
Asimismo, el experto cree que hay oportunidades de financiación para apoyar a las pequeñas y medianas empresas que contribuyen a la transformación. Iniciativas como la fijación de precios del carbono, la eficiencia energética, la implementación de tecnologías sostenibles en los sectores de la construcción, el transporte y la industria, así como la reducción del desperdicio de alimentos, «no solo podrían ayudar a utilizar los recursos de manera más sostenible, sino que también podrían ofrecer atractivas oportunidades de inversión».
Esto incluye la compra de asignaciones de carbono de la Unión Europea, lo que puede contribuir a reducir las emisiones reales de gases de efecto invernadero; el acondicionamiento de edificios, lo que puede aumentar la valoración inmobiliaria y disminuir el riesgo de incumplimiento de hipotecas.
El papel de las pymes
Dado que cualquier transformación es un proyecto ambicioso que requiere una importante inversión de capital, «nos enfocamos en el papel que nosotros, como administradores de activos, podemos desempeñar en financiar esta transformación», asegura Lewis, que considera que el préstamo directo se está convirtiendo en un pilar importante, proporcionando la rapidez y flexibilidad necesarias para impulsar el cambio tecnológico, acelerar el crecimiento y mejorar la competitividad de las pequeñas y medianas empresas (PYMEs) en todo el continente europeo.
Como las pymes son responsables del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero del continente, «desempeñarán un papel crítico en la transformación de Europa». Los prestatarios que son particularmente adecuados para el préstamo directo, según Lewis, serán aquellas pymes centradas en la transición energética de Europa, la tecnología y digitalización, así como en el sector de la salud y aquellos que contribuyan a fortalecer la resiliencia de las cadenas de suministro europeas.
Por último, Lewis ve que tales pasos e iniciativas transformadoras también pueden brindar la oportunidad de un «doble dividendo»: En primer lugar, ayudan a mitigar los impactos del cambio climático y a retrasar el Día de Sobrecapacidad de la Tierra; y en segundo lugar, logran un crecimiento económico sostenible a través de la creación de nuevas tecnologías y soluciones con el tiempo.