La primera semana de la COP26 ha arrojado algunos anuncios positivos sobre la descarbonización, la reducción de las emisiones de metano y el acceso a la energía limpia para 2030. Ahora bien, el éxito de esta cumbre vendrá determinado por los niveles de compromiso, las políticas y la financiación que se movilicen.
En opinión de Eva Cairns, Head of Climate Change de abrdn, apenas se han detallado planes de acción claros para alcanzar los objetivos y no hay mecanismos de aplicación jurídicamente vinculantes. “Necesitamos planes de acción para reducir las emisiones a la mitad para 2030 y no limitarnos a ofrecer vagas ambiciones a largo plazo. Esto también se aplica a los 130.000 billones de dólares que ha prometido la comunidad financiera en el Día de la Financiación para alcanzar el objetivo de cero emisiones en 2050. Las discusiones sobre la promesa de financiación climática de 100.000 millones de dólares para el mundo en desarrollo están en marcha y se espera que se cumplan para 2022 sobre la base de un mayor compromiso de Japón. Se necesita mucho más para reflejar la obligación del mundo desarrollado de ayudar a la mitigación y adaptación en el mundo en desarrollo”, advierte Cairns.
Pasar de los objetivos generales a las acciones concretas porque, según Bank of America, la inacción también tiene un alto coste. En uno de sus últimos análisis, la entidad argumenta que el cambio climático no es un problema abstracto sino que afecta a la economía mundial principalmente a través de tormentas, inundaciones, sequías y subida del nivel del mar. “También hay indicios de que el cambio climático y su reducción juegan un papel en la reciente subida de los precios de la energía. Teniendo en cuenta las perspectivas de regulación, es probable que la inversión en capacidad de energías sucias sea baja y dependa de los precios altos. Mientras tanto, la energía verde no está aumentando lo suficientemente rápido como para llenar el vacío. Los cambios en los patrones de viento y lluvia parecen haber afectado a la oferta de energía eólica e hidráulica, al tiempo que China ha impuesto restricciones a las emisiones de las centrales eléctricas, provocando escasez de electricidad. Todo esto subraya la importancia de hacer bien la transición. De hecho, algunos economistas consideran que los impuestos sobre el carbono son una de las formas más eficaces de fomentar una transición más natural”, señala.
De hecho, se estima que impacto potencial de no actuar podría suponer una pérdida de más del 3% del PIB cada año hasta 2030, que aumentaría hasta los 69 billones de dólares en 2100; y una pérdida del 5% del valor del mercado bursátil mundial (2,3 billones de dólares) eliminado permanentemente por la revalorización de la política climática, con un impacto potencialmente extremo en los beneficios de las empresas de determinados sectores.
Si la inacción tiene un coste, la transición energética que lleve a las economías a lograr las cero emisiones netas y a descarbonizar sus sistemas productivos también tiene un coste. La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) estima que lograr las emisiones cero costará 150 billones de dólares durante los próximos 30 años, es decir, 5 billones anuales. Pero los análisis de BloombergNEF (BNEF) elevan la cifra a 174 billones de dólares o 5,8 billones al año, es decir, cerca de tres veces la inversión actual recibida por el sistema energético.
“La mayor parte de esta partida se destinará a la electrificación de diversas actividades humanas y al sistema eléctrico (entre 3 y 5 billones al año hasta 2030), mientras que el hidrógeno ganará terreno hasta 2040/50 (0,5 billones anuales). La descarbonización de las emisiones no relacionadas con la energía, como la agricultura y el uso del suelo necesitará aún más capital. Esto requerirá movilidad del empleo entre sectores, lo que puede ser un reto dados los requisitos de volver a formar a los empleados y los desafíos de la oferta de mano de obra a corto plazo, lo que puede alargar la transición”, matizan desde Bank of America.
Toda esta inversión podría suponer una oportunidad para impulsar el empleo y el PIB. Pero, según Bank of America, los estudios sobre el cambio climático se centran en el lado equivocado de la economía: el impacto en la demanda agregada y no en la capacidad productiva. “Por ejemplo, el último informe de la AIE sostiene que avanzar hacia las emisiones netas cero reduciría el empleo en el sector energético tradicional en 5 millones de personas para 2030, pero añadiría 14 millones de puestos de trabajo en el sector de las energías limpias”, explica la entidad. Estos informes argumentan que «el aumento de los puestos de trabajo y de la inversión estimula la producción económica, lo que se traduce en un aumento neto del PIB mundial hasta 2030». El crecimiento del PIB mundial es, en promedio, un 0,4% más alto en el periodo de 2020 a 2030.
El inconveniente sería que la inflación podría ser entre un 1% y un 3% mayor, según la AIE. Los expertos de Bank of America no están de acuerdo, ya que consideran que para cuando los esfuerzos de mitigación del cambio climático estén en marcha, la economía mundial estará probablemente cerca del pleno empleo, como es probable que sea el caso de Estados Unidos. Por lo tanto, “dotar de personal a la industria significa sacar trabajadores del resto de la economía. Al mismo tiempo, la construcción de infraestructuras de energía verde requerirá más del doble de inversión en el sector, desde aproximadamente el 2% del PIB actual hasta una media del 4,5% en el periodo 2020-2030. Además, a largo plazo, aunque esta transformación ofrece oportunidades, acelerar la transición a una economía baja en carbono demasiado rápido podría perjudicar el crecimiento, cerrando sectores a expensas de otros y compitiendo por los recursos cuando la economía está cerca del pleno empleo”, explican.
A corto plazo, los bancos centrales podrían acomodar el aumento de la demanda, permitiendo que sus economías se sobrecalienten. De ahí la estimación del incremento de la AIE del aumento de la inflación. Sin embargo, los expertos de Bank of America tampoco están de acuerdo con esa estimación: “Si la Reserva Federal permite que se sobrepase de forma permanente el potencial económico, la inflación no sólo aumentará, sino que podría tomar una tendencia alcista. Al igual que en los años 70, se producirá un bucle de retroalimentación entre la inflación de los precios, la inflación salarial y las expectativas de precios”, explican.
Impulsando la descarbonización
Todos los expertos y analistas coinciden que la celebración de la COP26 es una oportunidad única para ahondar sobre estas reflexiones y trazar planes coordinados para lograr la descarbonización. Sobre este tema versa el último informe de Goldman Sachs Investment Research, que identifica cinco temas de interés para ser tratados en esta conferencia.
- Fijación de precios del carbono: Es un instrumento clave para la descarbonización, pero también tiene que ser un instrumento justo, que evite la fuga de carbono y proporcione una mayor confianza y transparencia para las compensaciones voluntarias. Según la entidad, la reducción de las emisiones de carbono por sí sola es poco probable que logre la ambición de Net Cero de carbono para 2050. “Creemos que las compensaciones de carbono son un impulsor crucial para la eliminación de carbono a través de las soluciones basadas en la naturaleza y la captura directa de carbono, contribuyendo en alrededor de un 15% a la descarbonización de las emisiones de los sectores más difíciles de abatir para 2050. Consideramos que los debates en torno a unas normas más estrictas, una mayor supervisión y una mejor liquidez de los créditos de carbono voluntarios a nivel mundial podrían contribuir a crear un camino eficiente hacia el carbono neto cero”, explican.
- Elección del consumidor: Los gobiernos podrían imponer la divulgación de la huella de carbono en los productos/servicios y establecer las normas de forma coordinada a nivel mundial, lo que permitiría a los consumidores elegir productos con bajas emisiones de carbono y gestionar sus presupuestos de carbono. En su opinión, “es una oportunidad perdida para aprovechar la presión de los consumidores sobre las empresas mundiales para que descarbonicen su cadena de valor, financien las compensaciones de carbono y aspiren a una etiqueta de carbono neto cero”.
- Presión de los mercados de capitales: Según su informe, el auge de los ESG está impulsando el capital hacia la descarbonización, pero la incertidumbre normativa y la falta de coordinación mundial están generando una subinversión estructural en los sectores clave de los materiales, el petróleo y el gas y el transporte pesado, lo que aumenta la inflación de los precios y la preocupación por la asequibilidad.
- Net Zero: Los compromisos nacionales de Net Zero y de nuevas reducciones de las emisiones de carbono para 2030 estarán en el centro de los debates intergubernamentales. “Hemos modelado dos caminos hacia el Carbono Neto Cero por sector y tecnología, y vemos la importancia de los ecosistemas de tecnología limpia, incluyendo la energía renovable, las baterías, el hidrógeno, la captura de carbono y la economía circular”, argumenta.
- Innovación tecnológica: En su escenario de 1,5°C, estiman que sean necesarios 56 billones de dólares en inversiones en infraestructuras verdes para alcanzar el objetivo de Carbono Neto Cero en 2050, lo que representa aproximadamente el 2,3% del PIB mundial en su punto máximo.