El pasado día 1 de julio de 2018, con más de 30 millones de votos, una coalición de izquierdas, liderada por Andrés Manuel López Obrador, popularmente conocido como AMLO, ganó la presidencia de México, rompiendo con cerca de 75 años de casi completa hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder. Durante su campaña, AMLO prometió reformar numerosos aspectos de la sociedad mexicana, con especial énfasis en la lucha contra la corrupción y la mejora del bienestar social, pero para implementar estos avances necesita un crecimiento económico mayor.
¿Quién es en realidad Andrés Manuel López Obrador (AMLO)? ¿El hombre del pueblo que promete abolir “el evidente fracaso y corrupción de las prácticas neoliberales” o el hombre de Estado con responsabilidad fiscal que promete un Nuevo Plan para México? Según apunta Benjamin Robins, especialista de carteras en T. Rowe Price, la respuesta a este dilema puede ofrecer algunas pistas sobre las políticas que aplicará AMLO en sus seis años como presidente.
Lo que está claro es que su victoria electoral en julio de 2018 supone una ruptura con el pasado. AMLO llegó al poder tras un ola de descontento social generalizado con las élites políticas mexicanas. Para ofrecer los empleos y los avances sociales que ha prometido, necesita un contexto económicamente favorable que siga alentado la inversión en una economía que lleva años estancada. Pero esto no concuerda mucho con algunos de sus gestos más populistas, como la cancelación de un aeropuerto internacional de 13.000 millones de dólares estadounidenses, del que ya se había construido un tercio, antes incluso de acceder formalmente al cargo, mediante un referéndum no oficial en el que participó menos del 1% del electorado.
El presidente está intentando un difícil equilibrio en el que no tiene todas las cartas. Pero parte con muchos elementos a su favor. Sus índices de aprobación se salen de los gráficos (gráfico 1), especialmente tras la mano dura inicial al robo generalizado de gasolina que cuesta a Pemex (1), la compañía nacional petrolera, unos 3.000 millones de dólares estadounidenses al año. Morena, el movimiento del presidente, y los partidos aliados controlan también ambas cámaras del Congreso.
Los mercados han considerado favorables la prudencia de los presupuestos de 2019 y las iniciativas para reforzar y ampliar el sector financiero y los mercados de capitales locales. Tras la noticia, las acciones, los bonos y el peso mexicanos repuntaron. Los inversores también dieron al Gobierno un voto de confianza inicial con un exceso de demanda ante la oferta de deuda pública denominada en dólares estadounidenses por valor de 2.000 millones de finales de enero.
(1) Los valores específicos indicados y descritos no constituyen todos los valores adquiridos, vendidos o recomendados para la cartera y no debe presuponerse que los valores indicados y comentados fueron o serán rentables.
Gráfico 1. Excelentes índices de aprobación de AMLO
En el plano internacional, el viento también sopla a favor de México. La debilidad del dólar estadounidense y la interrupción de las subidas de los tipos de interés por parte de la Fed se van a traducir en una menor presión para Banxico, el banco central mexicano, y podrían allanar el camino a una política monetaria menos restrictiva en los próximos meses.
Resulta curioso que, para un país productor de petróleo, la bajada de los precios del crudo vaya a ayudar a mejorar la balanza de pagos de México, ya que el país tiene un déficit comercial en productos de petróleo refinados. El impacto en Pemex y en la recaudación fiscal es negativo, pero las coberturas financieras ya han integrado un precio del petróleo alto para este año y el Gobierno está trabajando en un paquete de ayuda para la compañía petrolera de propiedad estatal. A pesar de la retórica proteccionista del presidente estadounidense, Donald Trump, el comercio con EE. UU. sigue fuerte, ya que el crecimiento económico allí se mantiene sólido. México es el tercer mayor socio comercial de EE. UU. y en 2018 registró un superávit de 67.000 millones de USD con su vecino más grande.
Por tanto, a corto plazo parece que hay pocas nubes en el horizonte. A largo plazo, el cielo podrían oscurecerse. ¿Cumplirá el presidente sus promesas de un crecimiento económico mayor y más equitativo y qué podría suponer esto? (Como se ve en el gráfico 2, las desigualdades entre los estados del sur y el resto del país resultan cada vez más evidentes.) ¿Dará marcha atrás en la liberalización energética de la anterior Administración? ¿Podrá mantener bajo control el carácter izquierdista de su alianza Morena? Y si los planes meticulosamente elaborados del presidente fracasan, ¿se notarán sus instintos populistas?
Señales dispares
La presidencia de AMLO comenzó de forma desfavorable. Los mercados se asustaron tras la cancelación del nuevo aeropuerto internacional de Ciudad de México en construcción y la consiguiente disputa con los titulares de bonos del aeropuerto por valor de 6.000 millones de dólares estadounidenses. La situación empeoró con los movimientos de algunos aliados de Morena en el Congreso —rápidamente sofocados— de eliminar las comisiones bancarias, usar las reservas internacionales y nacionalizar los planes de pensiones privados. El nuevo Gobierno anunció también la congelación durante tres años de las subastas de nuevos bloques de exploración de petróleo, pendiente de los resultados de anteriores subastas. AMLO no oculta su preferencia por un sector petrolero que gire en torno al estado y los mercados han interpretado correctamente la suspensión de nuevas subastas como un paso atrás para la liberalización energética.
En diciembre, mes en el que AMLO accedió al cargo, el peso cayó por debajo de 20 con respecto al dólar; Banxico subió los tipos de interés otro cuarto de punto, al 8,25%, su nivel más alto en más de una década; y algunos analistas recortaron sus previsiones de crecimiento del PIB de 2019 hasta solo el 1%.
Gráfico 2. El norte contra el sur: La creciente división del crecimiento en México
Las turbulencias del mercado dieron la bienvenida a la nueva Administración. Para mediados de diciembre, el Gobierno había presentado unos presupuestos para 2019 que preveían un superávit primario del 1% del PIB, sin subidas de impuestos. El ministro de Hacienda, Carlos Urzúa, prometió un “compromiso absoluto con la disciplina fiscal y financiera”. El peso se estabilizó y los mercados repuntaron. Pero ¿durante cuánto tiempo?
¿Dónde están los riesgos?
Las señales dispares de la nueva Administración —que ventila populismo un momento y trata de mostrarse favorable a los inversores al siguiente— no resultan muy tranquilizadoras. También hay razones muy fundadas para dudar de la competencia de la nueva Administración para cumplir el programa del presidente: aparte del Ministerio de Hacienda y Banxico, los cargos políticos recaen normalmente en políticos designados con poca experiencia profesional.
Una tercera serie de riesgos tiene que ver con la capacidad de AMLO para cumplir el programa de avances sociales del que depende su popularidad. Para combatir la delincuencia y el desempleo juvenil, que a menudo van de la mano, el presidente ha prometido crear 2,6 millones de puestos de trabajo a través de un programa de formación. Por ahora, el sector privado solo ha ofrecido unos cuantos miles de puestos. De forma similar, los planes de inversión y crecimiento del Gobierno dependen en gran medida del respaldo del sector privado, que ha sido escaso ante estos mensajes dispares.
También hay riesgos fuera de las fronteras del país. Para bien o para mal, las economías de México y EE. UU. están profundamente interrelacionadas. Como dice el dicho, cuando EE. UU. estornuda, México se resfría. La moderación del ritmo de endurecimiento monetario de la Fed puede haber supuesto un cierto respiro para México, pero la posible desaceleración de EE. UU., en un momento en el que el estímulo pierde fuelle, podría ser el presagio de tiempos difíciles a ambos lados de la frontera.
También hay dudas sobre el tratado NAFTA renegociado (el Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá), que aún tiene que ser ratificado por las cámaras de cada uno de los países participantes. Si la Cámara de Representantes de EE. UU., en manos de los demócratas, somete el acuerdo revisado a un debate prolongado, la confianza económica en México y con respecto a México podría verse afectada.
¿Qué hará AMLO si la economía empeora?
El programa de AMLO tiene muchos puntos atractivos: austeridad fiscal, aumento de la inversión y el objetivo de reducir la pobreza y el desempleo juvenil. También hay mucho que decir sobre la inversión en el olvidado sur del país, en profunda recesión desde hace cinco años. Pero el plan del Gobierno de construir un «tren maya» a través de varios estados del sur —como gran parte de su programa de infraestructuras— aún tiene que concluirse.
A pesar de todos los interrogantes sin respuesta, es probable que AMLO viva un periodo de luna de miel más larga de lo que muchos creen. La popularidad y el carisma del presidente le permitirán eludir las consecuencias de sus primeros errores: en su país, algunos le llaman “el Mesías del Trópico”. Su posición dominante en ambas cámaras del Congreso deja también pocos controles y equilibrios a los poderes ejecutivos del presidente mexicano, ya de por sí importantes. Sin embargo, en T. Rowe Price creen que el presidente se enfrenta a dos riesgos principales: que sus programas sociales fracasen y que sus planes de infraestructuras nunca despeguen. Si la corrupción, el crimen y la violencia siguen aumentando, el sentimiento popular también se volverá probablemente en contra el presidente. La gran incógnita es cómo responderá el presidente bajo presión.
Riesgos principales:
Los riesgos siguientes son especialmente relevantes para las estrategias destacadas en el presente documento. Las transacciones con valores denominados en divisas están sujetas a fluctuaciones en los tipos de cambio, lo que puede afectar al valor de una inversión. Las rentabilidades pueden ser más volátiles que en otros mercados más desarrollados, debido a los cambios en las condiciones políticas, económicas y de mercado. Los títulos de deuda podrían verse afectados por un cambio perjudicial en la situación, debido a una rebaja de las calificaciones o a un impago, lo que podría afectar al valor de una inversión.
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