Dinero seguro y no un servicio financiero es la premisa sobre la que el Banco Central Europeo (BCE) está construyendo su euro digital y que ha comenzado a impulsar. En febrero, Fabio Panett, miembro del Consejo del BCE, aseguró que esta iniciativa ya está lista y que lo primero sería una “fase de prueba” con un lanzamiento en diferentes ciudades.
En principio, a mediados de 2021 el BCE examinará si ya pueden comenzar las pruebas, aunque se estima que pasen entre cuatro y cinco años hasta que los europeos lo usen de forma generalizada en el día a día. Lo que sabemos es que esta moneda digital, adquirida con dinero legal en curso, se podrá utilizar para comprar y vender servicios y productos, y también para la inversión, sin necesidad de una cuenta bancaria.
Los expertos explican que la gran diferencia de este euro digital con las criptomonedas es que ésta será más segura, ya que tendrá al BCE detrás y delimitará el marco operativo, los controles y establecerá unas características técnicas. Ahora bien, también advierte que podrá haber un gran damnificado: los bancos minoristas.
Según un informe de Bank of America, el riesgo que correrán los bancos responde a un motivo muy sencillo: “Un euro digital sacaría de los bancos las cuentas nómina y de los depósitos, además de la financiación de mayor calidad y con menor demanda de liquidez”.
El documento indica que si todos los ciudadanos europeos (340 millones de personas) usaran el límite de los 3.000 euros digitales, estima que un billón de euros pasarían del balance de los bancos al balance del BCE y eliminaría 2 billones de euros de duración del mercado. “Los riesgos de refinanciación probablemente reducirían las coberturas de los bancos en 1,6 billones de euros y aumentarían las necesidades de liquidez en más de 0,3 millones de euros”, apunta el documento
En este sentido, tomar los depósitos de los bancos significa sustituirlos por el propio balance del BCE. De hecho, BofA señala que un mayor balance puede parecer atractivo, ya que sitúa al BCE en el centro de la asignación del crédito. Además, el impacto de este trasvase afectaría a uno de los pilares del sistema bancario: las cuentas corrientes.
Frente a este riesgo, Panetta plantea abrir más el grifo de la liquidez. «Si los bancos pierden depósitos, entonces podemos ponerles más liquidez a su disposición», señalaba hace un mes e insistía en que los bancos seguirán teniendo el papel de intermediarios financieros que han tenido hasta ahora.
Por su parte, desde BofA recuerdan el papel de estabilidad que tienen las cuentas corrientes, además de los depósitos, para las entidades financieras. “Las cuentas corrientes son una financiación contractualmente a la vista, pero conductualmente muy a largo plazo. Y como cada cuenta es pequeña en euros absolutos; y se repone automáticamente cada mes a partir de una nómina, es muy estable. Esto subraya la diferencia entre la duración contractual y la conductual, y pone de relieve el riesgo de refinanciación. Los bancos suelen pagar un interés nulo por las cuentas corrientes, por lo que, por definición, éstas son muy estables, independientemente de las condiciones financieras externas o, lo que es más importante, de la opinión del mercado crediticio sobre el banco en un momento dado”, apunta el informe.