En sus perspectivas anuales de inversión para 2017 publicadas recientemente, Credit Suisse sugiere que los mercados financieros probablemente seguirán suponiendo un reto el próximo año. Su pronóstico es que el crecimiento del PIB mundial se acelere levemente, desde el 3,1% hasta el 3,4%, aunque con pronunciadas diferencias regionales. Junto con un ligero aumento de la inflación y un cierto endurecimiento monetario, se espera que la mayoría de las clases de activos generen bajos rendimientos en 2017. Los fundamentos económicos y las tensiones sociales, resumidas con el término “conflictos generacionales”, proporcionan un contexto incierto para los inversores.
Michael Strobaek, director global de Inversiones, predice: «El entorno de inversión sigue difícil y los acontecimientos políticos son nuevamente susceptibles de desencadenar cierta turbulencia en 2017. Sin embargo, es probable que las correcciones de mercado ofrezcan seleccionadas oportunidades que los inversores deberían aprovechar». A nivel global el crecimiento debería mejorar el año que viene, el inversor puede esperar una ligera recuperación en inversión corporativa con una demanda del consumidor más robusta. No obstante, en líneas generales, el crecimiento se mantendrá en niveles pre-crisis.
La inflación repuntará pero se quedará en niveles por debajo de lo fijado por los bancos centrales en la mayoría de las economías desarrolladas (menos EE.UU.) Aunque la Fed seguramente continúe con su política de normalización de tipos gradual otros bancos centrales proseguirán sus actuales políticas monetarias acomodaticias.
La incertidumbre política y los riesgos parece que se mantendrán como tema central en 2017, ya que las negociaciones para el Brexit se iniciarán el año que viene, hay elecciones en la agenda de varios países europeos, y la nueva administración estadounidense -a cargo de su próximo presidente, Donald Trump– pondrá en marcha sus medidas en política exterior, seguridad y comercial. Los expertos de Credit Suisse ven los activos europeos de riesgo expuestos de manera particular a los riesgos políticos.
Fuentes de volatilidad
Respecto de los mercados financieros a nivel global, el banco cree que los eventos políticos en la agenda europea como las elecciones serán una posible fuente de volatilidad para las instituciones europeas; la administración Trump seguramente favorezca una regulación menor en los sectores financieros; respecto a la renta variable, los inversores favorecerán los sectores de salud y tecnología debido a sus sólidos fundamentales. Credit Suisse ve como sector muy atractivo el de la renta variable ligada a infraestructuras, especialmente constructoras e industriales relacionados con la construcción.
El dólar espera recuperar terreno una vez que los tipos de interés suban en EE.UU., la expansión fiscal y la posible repatriación de los impuestos corporativos en diferido de empresas estadounidenses. También el yen japonés podría recuperarse de sus infravaloración actual, mientras que el euro puede sufrir en su cotización debido a los acontecimientos políticos. La libra esterlina debería estabilizar su cotización tras sus caídas en 2016.
En EMEA la incertidumbre generada por Brexit, los riesgos políticos y las preocupaciones intermitentes sobre la salud de la banca europea serán focos de inestabilidad y volatilidad en los activos europeos, haciendo que los retornos ajustados a riesgo de la renta variable europea sea menos atractiva; no obstante, el banco suizo no cree que el Brexit vaya a provocar otras salidas de países miembros de la UE. Por ello los bonos soberanos y bancarios resistirán bien aunque los riesgos en Italia y Portugal deben ser observados con mucha atención.
Respecto a la región Asia-Pacífico, los expertos de la entidad helvética destacan que el crecimiento de la región parece ser estable para 2017 apuntalado por una transición estructural de las exportaciones manufacturadas a una economía de consumo basado en servicios; y que China sigue en curso para hacer un soft landing de su economía, mientras su gobierno gestiona con éxito una economía bifurcada donde el sector industrial continúa decelerando mientras el consumo doméstico crece de manera continua.