“Para el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón, la reacción inicial al experimento de la tasa de interés negativa no ha funcionado como planeaban. La idea de empujar los costes de los préstamos por debajo de cero es contraria a la teoría económica racional. Además de desalentar la idea de que el valor futuro del dinero debería ser mayor que el neto para preservar valor, estas políticas dañan a los bancos porque es poco probable que los costes se trasladen a los depositantes, reduciendo la rentabilidad de la concesión de préstamos”.
Para Christopher Chu, gestor y a nalista de mercados asiáticos de Union Bancaire Privée (UBP), los factores mencionados arriba han lastrado los mercados durante gran parte de 2016. “La presión del mercado se deriva de la menguante confianza de que los bancos centrales de los mercados desarrollados tengan las herramientas para compensar la presión deflacionista. Sin embargo, existe, en nuestra opinión, una brecha entre las capacidades de los bancos centrales y las expectativas del mercado. Los bancos centrales son prestamistas de último recurso, implementando políticas que de por sí solas no resucitan la economía pero que promueven parámetros que conducen al crecimiento”, explica.
En su opinión, además de cuantificar la credibilidad de los bancos centrales, los inversores deberían también incorporar dos consideraciones adicionales: las dinámicas económicas y los beneficios potenciales de otro año de bajos precios energéticos. Estas tres cualidades están presentes en la mayor parte del mercado de Asia emergente, dice.
“A lo largo del sudeste asiático, los bancos centrales continúan aplicando estrategias tan independientes como prudentes para asegurar la estabilidad económica. El presidente del Banco de Reservas de la India, Raghuram Rajan, busca reconstruir las reservas extranjeras para mantener niveles de inflación manejables. El Banco de Indonesia ha recortado las tasas de interés bianualmente para fomentar el crecimiento. El presidente titular del Banco Central de Filipinas, Amando Tetango, ha sido instrumental en el control de los precios de los activos físicos, mientras que al gobernador del Banco Negara de Malasia Zeti Akhtar Aziz se le atribuye garantizar la autonomía del banco de cara al futuro”, explica.
Con el apoyo de bancos centrales “sensatos”, dice, las perspectivas de crecimiento de la economía asiática se mantienen alentadoras. “Si bien se expande en menor medida que en años anteriores, la economía regional continúa demostrando resistencia debido a la demanda doméstica. En 2015, India y Filipinas crecieron un 7,1% y un 5,7% respectivamente, como principales beneficiarios de la caída de los precios del petróleo. Indonesia creció un 4,7% recurriendo a mejoras en el déficit de las cuentas actual. Malasia, un productor neto de commodities, creció un 4,9% debido a que el consumo privado compenso la caída en los precios de la energía”, recuerda.
Ademas, apunta, los hogares de clase media en toda Asia se benefician de los reducidos precios del petróleo debido a que la región es un importador neto de energía. “Esta fragilidad del petróleo global debería permitir a los bancos centrales de la región un mayor margen de maniobra para sostener la economía. Los movimientos reales y positivos de las tasas de interés son más efectivos para estimular la demanda, y por ende los inversores deberían preferir los mercados donde los bancos centrales operan en un contexto económico favorable. No debería ser una sorpresa que entre las correcciones de principios de año puestas en marcha por los bancos centrales de países desarrollados como resultado de unas políticas que iban demasiado lejos, las acciones de la ASEAN hayan dado los mayores beneficios. Con el apoyo de las divisas, que se fortalecen respecto al dólar, los inversores están mirando hacia el sudeste asiático a medida que el comercio intrarregional aumenta y que la baja exposición a los ciclos de comercio internacional se convierten en un valor en medio de la volatilidad”, apostilla Chu.