La inversión responsable y la integración de factores éticos, sociales y de gobernanza empresarial (ESG) han irrumpido en el terreno principal de las inversiones y el foco se ha trasladado ahora a evaluar el impacto que las compañías generan actualmente en la sociedad y el entorno.
La medición del impacto continúa siendo un desafío para los analistas, pero la mejora de la información y la transparencia, la aparición de más fuentes de datos y la estandarización de las metodologías de medición podrían contribuir al progreso en los próximos años. Las mediciones de las clasificaciones de fondos en sostenibilidad e impacto podrían ser mejoradas significativamente si también incluyesen los elementos clave de compromiso e intencionalidad, según expertos de NN Investment Partners (NN IP).
La incorporación de consideraciones ESG a los procesos de inversión se está generalizando cada vez más. En los últimos años, se ha comenzado a incluir el criterio de impacto en esta ecuación. La referencia más ampliamente aceptada para entender este último son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030) de las Naciones Unidas, que han trasladado el foco al impacto no financiero de las inversiones y el objetivo de acabar con la pobreza, proteger el medio ambiente para las generaciones futuras y promover la prosperidad para la toda la ciudadanía.
Las medidas de impacto establecidas incluyen la huella hídrica y la de carbono, que miden el CO2 que generan las empresas y la intensidad del consumo de agua, así como indicadores sociales como el número de personas que tienen acceso a servicios financieros o a atención médica. La huella total ponderada de una cartera de inversión podría entonces compararse con un parámetro calculado de forma similar. Por ejemplo, las emisiones de CO2 de la estrategia European Sustainable Equity de NNIP son de 38.197 toneladas por año, frente a las 205.966 del índice MSCI Europe, basado en sus activos bajo gestión valorados en 323 millones de euros.
Mientras, los criterios comparativos para la gestión de desechos es de 3.483 y 108.007 toneladas, respectivamente. La diferencia en emisiones de carbono financiadas igualan las emisiones anuales de 7.456 hogares que se muestran en el gráfico siguiente.
Calcular el impacto de las inversiones está repleto de desafíos relacionados con la disponibilidad y la integridad de datos y la falta de estándares metodológicos. La incorporación de dos elementos clave para la medición de sostenibilidad –compromiso e intencionalidad- también serían beneficiosos, apunta Jeroen Bos, responsable de renta variable especializada de NN IP.
Por “compromiso” se refiere a los propietarios de activos utilizando su puesto para estimular activamente a las compañías a mejorar su impacto en la sociedad o el medio ambiente. Por ejemplo, con el fin de mejorar la huella de carbono de una empresa, su uso de agua o el impacto social. La evidencia académica ha mostrado que ese compromiso y sus resultados deberían hacer a la compañía más atractiva y a su modelo de negocio más sostenible, beneficiando a inversores a través de su desempeño y valoración.
Mientras, “intencionalidad” implica el punto hasta qué punto las empresas planean hacer una buena labor en el futuro a través de sus productos y soluciones y la forma en la que operan en la sociedad. La intencionalidad adecuada contribuye a la sostenibilidad de un modelo de negocio a largo plazo.
Jeroen Bos asegura que medir el impacto de las compañías continúa siendo un reto actual para el sector y probablemente “generará mucho debate en el mercado próximamente, impulsado por los dueños de activos, reguladores y organizaciones no gubernamentales”.
“La información mejorada y la transparencia, el aumento de fuentes de datos y la estandarización de las metodologías de medición llevarán, sin duda, a un progreso sustancial en este asunto en los próximos años”, agrega. A su juicio, para los inversores, el compromiso y la ejecución de estas tareas por parte de las empresas puede beneficiar a las carteras de inversión de los clientes y la sociedad en su conjunto.
Más transparencia alrededor de los impactos positivos de las compañías tiene varias implicaciones para los gestores de carteras. Por ejemplo, a través de la medición de las emisiones de CO2 o el consumo hídrico de una compañía, pueden estimar cómo de eficiente es esta a la hora de hacer frente a estos costes.
Tratar bien al medio ambiente reduciendo las emisiones o utilizando menos agua puede mejorar el perfil de una compañía entre los consumidores y tener menores emisiones puede también hacerla menos vulnerable a futuros incrementos en el precio del carbono y los impuestos.