Nunca antes en la historia el mundo había tenido un nivel de deuda tan alto. Según los datos proporcionados por el Fondo Monetario Internacional y el Instituto de finanzas Internacionales, la deuda emitida habría superado ya los 296 billones de dólares, en la cual China, junto diversos gobiernos del primer mundo tienen un nivel protagonista.
Ciñéndonos a América Latina, cuyo valor medio de endeudamiento se sitúa en torno al 75% del Producto Interior Bruto, nos encontramos con países punteros como Argentina, con una deuda del 80% del PIB, en torno a los 330.000 millones de euros o Brasil, con una deuda prácticamente similar a su producción, con valor de 1.250.000 millones de euros.
Por el contrario, otros países como México o Chile, han optado por políticas de reducción de deuda, manteniendo niveles bajos, 57% y 35% respectivamente. Sin embargo, se ha de decir que los niveles de deuda de la región han mejorado levemente pese a que se mantenga en “un nivel históricamente alto y supere los niveles observados en los 20 años previos a la pandemia” tal y como redactó el organismo de las Naciones Unidas en el informe Panorama fiscal de América Latina y el Caribe 2022.
Fuente: Panorama fiscal de América Latina y el Caribe 2022.
Sin embargo, la deuda pública no es, per se, señal de que algo funcione mal. Diversos países de Europa vieron como su economía reflotaba tras la segunda guerra mundial ayudada por niveles relativamente altos de deuda, fue lo que se conoce como “Plan Marshall”. Más recientemente, algunos países como Japón han mantenido niveles de deuda incluso por encima del 200% del valor de su producción nacional sin que esto les suponga un problema.
Si bien lo cierto es que, como regla general, cuanto más elevada es la deuda, más problemática resulta la situación y mayor es la probabilidad de que se produzca lo que los economistas llaman “pánicos autocumplidos”: si los mercados tienen miedo a la solvencia de un país, pedirán unos tipos de interés más elevados. Este aumento incrementa el peso de la devolución de la deuda y hace, efectivamente, más probable su impago, “justificando” así las previsiones del mercado.
Sabiendo que el valor monetario de la deuda, ya sea este absoluto o relativo, no define la calidad de ésta, debemos centrarnos en la sostenibilidad para evaluarla más certeramente. Este factor dependerá de muchos factores, algunos de los más importantes son: el índice de crecimiento del país que sostiene el endeudamiento ya que, tras el crecimiento económico sigue el crecimiento fiscal de un Estado, esto es, una mayor recaudación impositiva con la que pagar la deuda.
Otro factor importante muy unido a este último sería la capacidad de recaudación y de subida de impuestos, países de la región como Argentina, con una escasa infraestructura de recaudación de impuestos están mucho más expuestos a las crisis. En este factor confluyen tanto elementos sociales: hartazgo social, legitimidad del Estado, etc. como legales: tipos de recaudación altos, niveles de participación fiscal ciudadana o el poder de las jurisdicciones a la hora de hacer estas recaudaciones efectivas, etc.
El carácter interior de la deuda es otro factor importantísimo a la hora de definir un endeudamiento. Si los tenedores de deuda pertenecer al país endeudado, la deuda es más sostenible ya que, por puras razones de gobernabilidad, a los emisores de deuda siempre intentarán pagar antes a sus ciudadanos, bancos o bancos centrales (que como consecuencia de la flexibilización de la política monetaria se encuentran con muchos bonos de estado en diversos países), ya que su acción puede afectarles de forma mucho más directa. Esto explica que Japón pudiera sostener un nivel de deuda del 240% de su producción nacional en 2014, y es que el 90% de la misma se encontraba en manos niponas. En concreto, mucha de la deuda de América Latina es de mercado: se hizo a través de la colocación de bonos en el mercado internacional, con los grandes bancos y fondos de inversión en Wall Street como sus principales compradores, lo que la convierte en menos sostenible.
Otro factor muy obvio a la hora de colegir la calidad de cualquier deuda es el interés de la deuda, un factor en el que la región latinoamericana se encuentra a la cola ya que del 75% endeudamiento medio de la región (lo que la convierte en la región emergente más endeudada del mundo), los intereses de la deuda representan el 59% de las exportaciones de bienes y servicios de la región, de acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Además, en un entorno que sigue los pasos de la Fed con su subida de tipos, este aspecto no tiene visos de mejorar para los diversos gobiernos latinoamericanos.
El interés de la deuda se deduce también de las calificaciones que de esta hagan las empresas de rating, en este sentido y de acuerdo con Fitch Ratings, casi un tercio de las calificaciones soberanas de América Latina están en “perspectiva negativa” y ninguno tiene una “perspectiva positiva”, de acuerdo con Fitch. Panamá, Perú, Surinam y Colombia han visto empeorar su calificación como pagadores en el último año.
Redactado Por Carlos Burgos Retamal.