La actividad económica, especialmente en países desarrollados, recupera poco a poco el ritmo y sigue siendo saludable en términos absolutos, aunque su impulso se está desacelerando; como ejemplo, el pasado 3 de julio el número de viajeros que pasaron por un punto de control de la TSA igualaban a los contabilizados el mismo día del año 2019. En la misma línea, los indicadores de actividad industrial y de servicios confeccionados por Markit o el más conocido Índice de Gerentes de Compra (ISM) del sector servicios cedían terreno desde máximos, aunque manteniéndose en zona de crecimiento.
Todo ello apunta a una fase de transición en el ciclo, habitual el año posterior al del rebote desde el valle de una contracción económica, y que suele coincidir con una pausa en la pronunciada tendencia alcista en precios de activos financieros. De hecho, las lecturas pico en los índices ISM han marcado en el pasado puntos de inflexión en la rentabilidad a doce meses del índice S&P 500 que, a pesar de pasar a ser menos explosiva, se ha mantenido en positivo en tanto en cuanto el índice ha permanecido por encima de la barrera que separa expansión de contracción (50).
Mientras tanto, el mercado laboral estadounidense aumenta sus revoluciones, liderado por ganancias en las industrias más beneficiadas por el levantamiento de restricciones y medidas de distanciamiento. El dato de creación de empleo en EE. UU. correspondiente a junio superó con creces las expectativas del consenso (850.000 puestos de trabajo creados, superior a la apuesta de los inversores, que estimaban una cifra próxima a 720.000), mientras que el informe de mayo también fue revisado al alza (de 559.000 a 583.000). Por sectores, el ocio y la hostelería aportaron 343.000 empleos, seguidos de cerca por restauración (194.000), hostelería (75.000) y entretenimiento y actividades recreativas (74.000). Cabe destacar que el sector del ocio y la hostelería ha sumado 1,6 millones de puestos de trabajo desde enero, lo que representa aproximadamente la mitad del total de empleo generado en lo que llevamos de 2021.
En una visión general, las nóminas no agrícolas han crecido en 15,6 millones desde abril de 2020. Sin embargo, y de acuerdo con los cálculos de BLS, el empleo ha caído en 6,8 millones, o un 4,4%, desde el máximo anterior a la pandemia. De mantenerse la media móvil de tres meses en el índice de nóminas no agrícolas situada en 567.000, la economía estadounidense alcanzaría el pleno empleo (4% de paro) dentro de solo seis meses. En un escenario así, la Fed debería presentar su hoja de ruta para el retiro paulatino de su programa de compras de bonos tesoro y MBSs -a razón de un recorte de 15.000 millones al mes sobre la actual dotación de 120.000 millones/mes- en su reunión del próximo día 28 de julio (o un mes después en Jackson Hole, a más tardar) para embarcarse en un nuevo ciclo alcista en tipos de interés a partir de diciembre.
A pesar de todo, el crecimiento por encima del potencial podría ser más duradero en esta ocasión. Aunque la normalización y el incremento de presiones inflacionistas obligarán a las autoridades a retirar progresivamente los estímulos monetarios y fiscales, el miedo a actuar demasiado pronto o con excesiva contundencia unido al auge político del populismo limitarán la intensidad del eventual giro hacia la austeridad.
En Europa, el BCE por fin presentaba la revisión a su objetivo de inflación (a partir de ahora el 2% será simétrico), dando a Lagarde la justificación para mantener la laxitud extrema en política monetaria durante más tiempo, pero a la vez defraudando por la falta de concreción y por la inclusión en el cálculo del IPC del alquiler equivalente al propietario (OER, que comentábamos la semana pasada) coincidiendo con la escalada en precios de propiedad residencial más pronunciada de los últimos 14 años. En la vertiente fiscal, el FMI estima que las economías desarrolladas presentaran un déficit primario ajustado a ciclo en media del 2,6% hasta 2026, comparado con el 1,1% registrado entre 2014 y 2019.
En Washington, el proyecto de ley de Biden (Build Back Better), que probablemente acabe siendo aprobado por la vía de la reconciliación y, por lo tanto, venga asociado a un aumento moderado en impuestos, representará un incremento anual en gasto federal los próximos ocho ejercicios de 1,3% del PIB, mientras que en Bruselas los 27 países de la UE ratificaron en mayo el programa Next Generation, dotado de 750.000 millones, que beneficiará en particular a las economías del sur del continente. Así, la inversión pública, con un alto multiplicador fiscal, redundará en incrementos del 2% del PIB en España en 2022 o del 1,3% en el caso de Italia (su efecto se cifrará en 0,6% en promedio, aproximadamente) y ligeramente superior al 1% anual en EE.UU. en base a billón de dólares de dotación que se pretende implementar.
El retiro de estímulos, que empeorará la disponibilidad de dólares en un entorno de mayor actividad a nivel global y una expansión económica más duradera, debería presionar la rentabilidad del bono al alza; no obstante –de acuerdo a la foto técnica que explicábamos la semana pasada- el Tesoro 10 años ha continuado avanzando en el proceso de depuración de la sobreventa acumulada desde agosto de 2020 a abril de 2021: en la actualidad está muy cerca de probar la fortaleza del soporte proporcionado por el nivel de retroceso de Fibonacci 38,2% (1,2882), la parte inferior de la tendencia alcista en TIR y la media móvil de 200 sesiones (1,2268).
Si bien este rally en el precio del bono parece estar tocando a su fin (el cambio en TIR los últimos tres meses descuenta un descalabro considerable en el sector industrial que no se producirá tan deprisa), los problemas para alcanzar un acuerdo entre los miembros de la OPEP+ y las posiciones cortas en duración que mantienen los inversores pueden alargar esta fase de aplanamiento en la curva. Una situación similar a la vivida esta semana con el dólar, donde los traders han comenzado a claudicar sobre sus posiciones cortas -mostradas aquí con el indicador de Citigroup-, que alcanzan las cifras más copiosas desde 2010.
La debilidad en el mercado del oro negro pone presión sobre el dólar canadiense y las divisas escandinavas, favoreciendo a su vez la pujanza del billete verde. Los países de la OPEP+ no lograron llegar a un consenso debido a la intransigencia de los EAU, que se opusieron a ampliar el pacto de producción hasta finales de 2022 y presionaron para que se establecieran nuevas líneas de base para calcular las cuotas. Los titulares en el momento de la redacción de esta columna son alentadores para el crudo, ya que significan que la producción no se incrementará en los 400.000 barriles diarios acordados por los demás miembros del cártel, dejando a los mercados aún más desabastecidos de lo que ya están.
Sin embargo, tenemos fresco en la memoria el recuerdo del enfrentamiento entre Arabia Saudí y Rusia de marzo de 2020, que desembocó en una caída en el trimestre de 65% en el precio del barril, con futuros del WTI en negativo incluidos. Aunque la situación hoy es diferente porque todos los países de la OPEP+, con la excepción de los EAU, están alineados y ninguno de los principales países productores de petróleo quiere que el Brent se mantenga en un nivel superior a los 80 dólares (y varios, incluida Rusia, están presionando para bombear más), es difícil pronosticar el desenlace y los inversores prefieren ser cautos con bolsas en máximos y valoraciones infladas.
La oferta continúa constreñida y sin visos de verse incrementada sustancialmente, fruto de la disciplina en producción de la OPEP+ por un lado y de la abultada caída en CAPEX para exploración y producción de gas y petróleo por otro, y la demanda se recupera fruto de la reapertura económica, lo que puede impulsar el precio del Brent algo más cerca del listón de los 80 dólares.
En cualquier caso, el desacuerdo en el seno de la OPEP+ y el oportunismo de EE.UU. al expresar su descontento con el encarecimiento de la gasolina e Irán, que recuerda a la Casa Blanca su capacidad y predisposición para disparar la producción de crudo ante un hipotético levantamiento de las sanciones, pueden estar marcando el punto álgido en el precio del barril a corto plazo.
Finalmente, el lunes los bancos oficializarán el inicio del periodo de publicación de resultados del segundo trimestre. Este escenario ofrecerá argumentos tanto para inversores alcistas, que subrayarán las expectativas algo deprimidas tras comentarios en la conferencia de Morgan Stanley, el retiro de estímulos y su beneficio sobre la demanda de crédito, el resultado del stress test y su impacto en los repartos a accionistas o las valoraciones deprimidas, como para aquellos menos positivos para con las acciones del sector financiero, que podrán argumentar el perezoso crecimiento en préstamos, el aplanamiento de la curva o la difuminación del efecto positivo de liberación de reservas.