Hoy en día existen tres potencias diferenciadas que dominan sus respectivas regiones en términos de comercio y crecimiento: Estados Unidos, la eurozona y China. Las dos primeras, Estados Unidos y la eurozona, son claras, pero la última, China, despierta cierta incertidumbre entre los inversores y los gestores, que vigilan su economía.
Debido al tamaño de su economía, China sigue siendo clave a nivel global, no solo para los mercados emergentes. Según el consenso de mercado, China será un agente fundamental en el actual crecimiento global sincronizado, aunque los analistas advierten de que puede frenar su ritmo.
Entre sus principales riesgos se encuentra el alto nivel de endeudamiento que tiene, tanto público como privado. Las empresas estatales combinan un alto nivel de apalancamiento y una baja productividad en sectores donde el exceso de capacidad es extremo. “A raíz de la crisis financiera mundial, el crédito a las entidades no financieras ha pasado del 100% del PIB al 165% en la actualidad. Esta inyección masiva de crédito impulsada por el gobierno ha estimulado la economía y explica en gran medida el sólido comportamiento económico de los últimos diez años. El alto nivel de endeudamiento y la baja productividad se consideran actualmente un riesgo”, explica Yves Longchamp, Head of Research of Ethenea Independent Investors.
Y su principal reto el dar el salto a una economía moderna, una senda que ya ha iniciado, tras el Congreso Nacional del Partido Comunista de China en octubre de 2017. “La implementación del programa de reformas estructurales se convirtió nuevamente en una prioridad. El objetivo de las autoridades chinas consiste en dirigir el crecimiento hacia la calidad y no únicamente hacia la cantidad. Esto implicará un reequilibrio que se espera reduzca las industrias tradicionales como el acero a favor de nuevas actividades como autos eléctricos y alta tecnología. En los próximos meses, se espera que este ajuste estratégico conduzca a una ligera desaceleración económica, como lo sugiere la reciente desaceleración del gasto público y el endurecimiento de las condiciones monetarias. Si la desaceleración se vuelve demasiado marcada, las autoridades públicas tienen los recursos necesarios para ajustar rápidamente el enfoque”, explican desde Banque de Luxembourg Investments.
Oportunidades y riesgos
En opinión de Longchamp, China vive en perpetua transición. Dentro de las reformas que se plantea el país hay tres que son muy interesantes para los inversores, según Longchamp: “La reestructuración y el fortalecimiento de las empresas estatales, el desapalancamiento del sistema financiero y la ralentización de la inflación de los precios de la vivienda; y la erradicación de la pobreza y la mejora de la calidad del crecimiento”.
Estos tres objetivos son nacionales y tienen por finalidad determinar las principales debilidades económicas y la fragilidad del sistema financiero, así como mejorar el bienestar de los ciudadanos chinos. Además, se suma el deseo del gobierno chino de controlar y reorganizar algunos sectores, como el industrial y el inmobiliario. Por lo tanto, son unas reformas que podrían abrir oportundiades en sectores muy concretos, como el financiero, el industrial o el inmobiliario.
Ahora bien, las gestoras se muestran cautas respecto a China. Para la firma Flossbach von Storch identifica al gigante asiático como uno de los potenciales factores de riesgos dentro del mercado de renta variable, dado el ritmo de endeudamiento del país. “A pesar de ello, confiamos en que el gobierno central de China tiene músculo para contrarrestar los efectos en el caso de una recesión o crisis”, matizan desde la gestora.