La invasión rusa de Ucrania ha complicado el entorno de inversión y entre los principales riesgos se incluyen nuevas sanciones, un embargo desordenado del petróleo por parte de la Unión Europea (UE), y la posibilidad de nuevos conflictos. En opinión de Chris Kushlis, Chief of China and Emerging Markets Macro Strategy de T. Rowe Price, todo esto tiene consecuencias para los principales mercados emergentes.
“Las perspectivas de crecimiento para los mercados emergentes son mixtas, con una considerable variación entre regiones. El aumento de las presiones inflacionistas en Europa Central y Europa Central y del Este (ECE) y América Latina pueden ralentizar el crecimiento en esas regiones. Sin embargo, las perspectivas de crecimiento de Asia son más prometedoras”, afirma Kushlis.
Como ocurre en los mercados desarrollados, de cara al segundo semestre del año, los inversores en mercados emergentes deberán vigilar la inflación y la política monetaria de los respectivos países. Según explica el experto de la gestora, muchos bancos centrales de ECE y América Latina ya han subido los tipos agresivamente debido a sus mandatos de objetivos de inflación. “Asia está más atrás, pero muchas economías asiáticas desarrolladas también han empezado a subir los tipos. Además, muchos están reparando sus balances a medida que el gasto de emergencia por la pandemia se va superando y los ingresos comienzan a recuperarse. A largo plazo, la pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de que algunos de reformar sus capacidades de recaudación”, añade.
En su opinión, los tipos de interés locales están sometidos a una presión constante de la inflación y las perturbaciones de la oferta. Si la inflación se normaliza hasta alcanzar los objetivos de los bancos centrales, creemos que habrá un margen considerable para un repunte.
China: valoraciones atractivas y menores contratiempos normativos
Entre los mercados emergentes, China es el país que más preocupa y atrae, a partes iguales, a los inversores. De cara al segundo trimestre, el experto considera que pese a su crecimiento económico ha pasado por dificultades, el gigante asiático se encuentra en una posición “relativamente única” en los tiempos que corren, ya que su inflación sigue bajo control. En su opinión, ello brinda un margen de maniobra para la relajación de las políticas económicas ahora que los responsables políticos están tratando de apoyar el crecimiento económico.
“Unas valoraciones atractivas y menores contratiempos normativos ayudan a crear un contexto más favorable. La economía está atravesando actualmente su punto más bajo, por lo que debería empezar a remontar durante los próximos trimestres. Es probable que se alivien los lastres derivados de los brotes de COVID-19 y del debilitamiento del mercado inmobiliario. Al mismo tiempo, cabe esperar que se pongan en marcha políticas de apoyo que ayuden a la economía real. A pesar de que muchas empresas están bien posicionadas y gozan de grandes ventajas competitivas, sus perspectivas a corto plazo se han visto empañadas. Primero por el encarecimiento de los insumos a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, y luego por la rotura de las cadenas de suministro derivada de nuevos confinamientos por la pandemia. Ninguno de estos eventos altera nuestra opinión a largo plazo sobre estas compañías. Al contrario, creemos que la reciente corrección mejora sus perspectivas de rentabilidad futura”, sostiene Kushlis.
En este contexto, considera que, a largo plazo, el sector tecnológico y la innovación seguirán brindando oportunidades en China. “En la última década, smartphones e Internet móvil han sido las principales fuentes de creación de valor. De cara a los próximos 10 años, los vehículos eléctricos y la transición hacia una energía más limpia serán los grandes drivers, en nuestra opinión”, matiza.
Para Kushlis, China tiene el potencial de convertirse en una importante sede mundial de fabricación de automóviles y componentes para vehículos eléctricos. Además, sigue siendo el mayor generador de emisiones de combustibles fósiles del mundo, pero cree que existe un compromiso real con la transición verde, y ya hemos visto un cambio de las políticas públicas en esa dirección.