Tras empezar el año con brillantes perspectivas, China ha ido encadenando datos macro negativos que han culminado con una decisión sorpresa del Banco Popular de China (BPCh) que recortó por sorpresa el tipo de interés de la facilidad de préstamo a medio plazo en 15 puntos básicos (hasta el 2,5%) y la repo inversa de reservas a 7 días en 10 puntos básicos (hasta el 1,8%). “El BPCh pretende rebajar los costes de financiación en la economía real al tiempo que evita relajar demasiado el mercado monetario”, interpreta Christiaan Tuntono, economista de Asia Pacífico de Allianz Global Investors.
Christoph Siepmann, economista senior en Generali Investments, anticipa más medidas por parte del banco central chino en el futuro, “a menos que la política fiscal se vuelva más favorable”. Espera concretamente un recorte de 25 puntos básicos de la tasa de reservas obligatorias y otra reducción de 15 puntos básicos de la tasa MLF y del tipo de repo inversa para finales de año.
Para añadir más presión a la política monetaria, las últimas lecturas de la inflación han dado indicios de la posible entrada de China en la senda de la deflación, al presentar el IPC general una tasa del -0,3% interanual (aunque la tasa subyacente sí creció un 0,8%). Se trata de la primera lectura negativa en dos años.
Riesgo de contagio deflacionario
Desde PIMCO, las economistas Tiffany Wilding, Allison Boxer y Carol Liao alertan de que una tendencia de los precios a la baja en China podría tener repercusiones para el resto del mundo: “A pesar del cambio en los vínculos entre China y la economía global, China sigue siendo la fábrica del mundo. Como resultado, es probable que la debilidad económica china y la caída de los precios se contagien al mercado global, lo que serían buenas noticias en el corto plazo para la lucha de los bancos centrales occidentales contra la alta inflación”.
Las expertas de PIMCO hacen notar que, a diferencia de las economías occidentales, China no ha experimentado presiones inflacionarias al alza tras la reapertura de su economía post covid. Lo atribuyen al debilitamiento de su demanda interna, junto con la disminución de la demanda mundial de productos chinos tras la pandemia, que ha llevado a los fabricantes chinos a encontrarse con un exceso de inventario.
Wilding, Boxer y Liao consideran en que “las presiones deflacionarias no van a estar solo en China”, y alertan del riesgo de que se expanda la espiral bajista de precios a otras partes del mundo a través del gigante asiático. Por ejemplo, explican que el gobierno chino podría optar por estabilizar el crecimiento interno con políticas que alienten las exportaciones, “poniendo bienes de consumo baratos en el mercado global”. De esta manera, China podría impulsar las exportaciones – a la baja en los últimos meses-, resolver su problema de inventario y dar un impulso a su crecimiento.
De hecho, las expertas constatan que ya se está apreciando esta dinámica en Alemania, “al haber repuntado recientemente las exportaciones desde China de vehículos eléctricos de menor coste, al tiempo que podrían contagiarse a otros países la rebaja en los productos de fabricación nacional”.
Debilidad macro
El anuncio del BPCh llegaba justo antes de la publicación de una serie de datos sobre la actividad real – todos inferiores a las expectativas del consenso- que han puesto en evidencia los puntos débiles del país: desaceleración del crecimiento de la producción industrial hasta el 3,7% interanual en julio; las inversiones en activos de renta fija crecieron un 3,4% interanual en julio, un 1,4% menos que el mes anterior; la inversión inmobiliaria sigue reflejando la grave crisis que atraviesa el sector, con una caída del 12,2% interanual y del 24% en las ventas de viviendas. Para añadir más leña al fuego, el pasado jueves 17 de agosto la filial estadounidense de Evergrande solicitó acogerse a un proceso de bancarrota en EE.UU.
También resultó preocupante la ralentización del crecimiento de la inversión en infraestructuras, algo que “llevará probablemente a Pekín a exigir una aceleración de la emisión de bonos especiales de los gobiernos locales”, explica Christoph Siepmann desde Generali Investments.
Sophie Altermatt, economista de Julius Baer, resume que los últimos datos económicos “subrayan la debilidad continuada en el consumo interno y la demanda de inversión que, junto con la ralentización de la demanda extranjera, están pesando sobre la producción local”. Altermatt también constata que el desplome del sector inmobiliario “sigue siendo uno de los principales lastres de la economía”. En consecuencia, Julius Baer ha rebajado su previsión de crecimiento para China hasta el 4,8% en 2023 y el 4,2% en 2024.
Desde Allianz Global Investors, Christiaan Tuntono también alerta de que el objetivo de crecimiento al 5% en 2023 autoimpuesto por el gobierno chino podría estar en peligro. El economista considera que las autoridades chinas se encuentran ante un dilema: o estimular de forma “austera” la economía, o incrementar la extensión de los apoyos fiscales y monetarios, algo que descarta, aunque asevera que los datos negativos “ponen mayor presión sobre el gobierno para que haga más”.
Desde eToro el estratega de mercados globales Ben Laidler afirma que el comportamiento de las cotizadas chinas no tiene por qué contagiar a otros mercados: “China es un gigante económico, pero un país relativamente modesto en los mercados de capitales. Sus acciones ya figuran entre las más baratas del mundo, y los inversores extranjeros ya están muy infraponderados”.
Laidler – que se siente más preocupado por el repunte en los rendimientos de la deuda estadounidense y el precio del petróleo- explica que, aunque el crecimiento del PIB chino sea “decepcionante y estructuralmente a la baja”, al mismo tiempo va a seguir siendo “uno de los más fuertes del mundo este año, mientras que el reciente crecimiento del PIB de EE.UU. ha disminuido su impacto global inmediato”. Finalmente, recuerda que “China dispone de la flexibilidad política necesaria para responder, desde los elevados tipos de interés reales y el ahorro interno hasta los controles de capital, los bancos estatales y su deuda mayoritariamente en moneda local”. “La respuesta será probablemente comedida, pero puede bastar para los valientes con unas expectativas tan bajas”, concluye.