Hoy se inicia el Año del Tigre, según el calendario lunar chino. Este animal representa para la cultura china tres valores muy alineados con las necesidades del momento económico que vive el país: fuerza, valentía y fin de los males. Según recuerdan desde DWS, en el último Año del Tigre, hace doce años, China logró superar a Japón como segunda economía mundial. Desde entonces, China ha seguido creciendo con dinamismo. ¿Marcará el nuevo Año del Tigre el inicio de otra fase importante de desarrollo de la economía china y una recuperación de las acciones y bonos?
En opinión de Sean Taylor, Chief Investment Officer APAC para DWS, China afrontó bien las consecuencias económicas del coronavirus, lo que llevó a que los precios de los activos fueran positivos en 2020. Sin embargo, 2021 fue un año extremadamente desafiante para los precios de los activos chinos, ya que el Banco Popular de China endureció la política monetaria y la regulación en sectores como la educación e Internet». En este sentido, el crecimiento se debilitó aún más en el año, ya que la política de cero-COVID frenó el consumo, las empresas inmobiliarias sobreapalancadas tuvieron dificultades para pagar su deuda y el país se enfrentó a una escasez de suministro eléctrico. “Además, el gobierno chino anunció un cambio en la prioridad de sus políticas, pasando del crecimiento a toda costa a la prosperidad común”, añade Taylor.
Sus retos internos y nuevos horizontes ha despertado la preocupación de los inversores, pese a que son conscientes que China y sus activos no se pueden ignorar en las carteras. “En 2022, es probable que los inversores estén muy pendientes de China, y no solo por los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en Pekín en febrero. China, un solo país, ha determinado alrededor del 30%-40% del crecimiento anual del PIB mundial en la última década, y ha encabezado el ciclo económico global hacia la recuperación en 2020”, afirma Peter van der Welle, estratega de Robeco. El experto considera que el reto está en ver si las acciones políticas tan duras y su programa de Prosperidad Compartida resultarán eficaces a largo plazo para frente al crecimiento económico y a la estabilidad interna.
El consenso indica que el crecimiento económico de China podría desacelerarse en 2022, posiblemente hasta alrededor del 5%, por debajo de la tasa de crecimiento prevista para EE.UU. y sólo ligeramente superior a la de la UE. Puede sonar poco optimista, pero este porcentaje se debe contextualizar y recordar que las tasas de crecimiento del PIB fueron del 6,9%, 6,7% y 5,9% en 2017, 2018 y 2019.
“El crecimiento de China ya tendía al 5% en los años anteriores a la pandemia. Obviando el volátil periodo 2020-21, un crecimiento del 5% en 2022, especialmente teniendo en cuenta las duras reformas regulatorias y las presiones que emanan del sector inmobiliario, no parecería tan alarmante o sorprendente. Al fin y al cabo, la economía china está madurando; como se han recogido los frutos más fáciles de recolectar, la tasa de crecimiento incremental de China debería ralentizarse con el aumento de su nivel de ingresos. No compartimos la opinión de que el desarrollo económico de China haya entrado en una etapa aciaga, aunque habrá serios desafíos, al igual que otras economías del mundo también se enfrentarán a sus propios retos”, argumenta Stephen Li Jen, CEO de Eurizon SLJ Capital.
Van der Welle sostiene que el músculo chino marcará el ritmo global ya que el poder económico de China es tan grande que incluso las oscilaciones más pequeñas de su trayectoria de crecimiento afectan a otros países de Asia. “Se prevé que el impulso monetario y presupuestario disminuya en Occidente en 2022, y por ello la trayectoria que adopte el crecimiento chino es ahora más importante todavía para la economía mundial. Por ello, ahora más que nunca, ahora que el nuevo año ya ha llegado, los inversores deberían preguntarse: ¿Qué tiene Pekín en su lista de deseos para 2022?”.
En opinión de Sarvjeev S. Sidhu, responsable de Estrategia de Mercados Emergentes en Aegon Asset Management, las rebajas de tipos generalizadas y las inyecciones de liquidez apuntan hacia una mayor flexibilización de la política monetaria que pueda ayudar a contrarrestar las presiones bajistas sobre el crecimiento. Estimamos que China fijará su objetivo de crecimiento del PIB para 2022 en torno al 5-5,5%. Por comparar, la economía china creció un 8,1% en 2021, muy por encima del objetivo, fijado en el 6% interanual. «De cara al futuro, anticipamos una aceleración de las políticas de descarbonización, lo que incluye la adopción de tecnologías sostenibles como los coches eléctricos, los edificios energéticamente eficientes y la generación de electricidad a partir de fuentes renovables. Por otro lado, China continúa reorientando su crecimiento a largo plazo, respaldando determinados sectores con políticas de crédito que incluyen la emisión de bonos especiales de gobiernos locales. Acelerar la emisión de bonos de gobiernos locales fomentará el crecimiento de la inversión en infraestructuras. Estas políticas son coherentes con una reorientación gradual de los motores de crecimiento hacia la inversión productiva y la incentivación del consumo doméstico en los próximos años», afirma Sidhu.
Por su parte, Ning Meng, A-Share Strategy Leader de China de Neuberger Berman, considera que es improbable que se produzca una flexibilización agresiva de la política monetaria debido a los riesgos actuales en el sector inmobiliario, pero el Banco Popular de China (PBoC) ya ha recortado su Ratio de Reserva Requerida (RRR) en 50 puntos básicos, además de recortar su tipo de la Facilidad de Préstamo Permanente, realizando dos recortes en los tipos preferentes del préstamo de referencia y uno en su tipo de la Facilidad de Préstamo Medio. De hecho, actualmente se están elaborando nuevas normas que permiten a los promotores inmobiliarios acceder a los fondos de las ventas mantenidas en depósito.
«Creemos que estas medidas apoyan el crecimiento del crédito y pueden aliviar la escasez de efectivo. Prevemos que en las próximas semanas haya una relajación similar en materia de política fiscal, centrada en el gasto en infraestructuras. En cuanto a la regulación y la reorientación, no han cambiado tanto los objetivos políticos –y desde luego no el objetivo a largo plazo de la prosperidad común– sino el tono en cuanto a la velocidad de la transición», matiza Meng.
Riesgos y catalizadores a corto plazo
Según el análisis que hace David Rees, economista senior de mercados emergentes de Schroders, hay al menos tres buenas razones para pensar que la actividad económica de China podría debilitarse a corto plazo. La primera de ellas es que las exportaciones de productos manufacturados, que ha sido el principal motor del país, parece que se van a ralentizar.
“El fuerte crecimiento de las exportaciones nominales se mantuvo en diciembre, registrando un crecimiento del 20,9% interanual, sólo ligeramente por debajo del aumento del 22% interanual de noviembre. Sin embargo, como muestra el gráfico siguiente, el bajo nivel de nuevos pedidos de exportación apunta a una desaceleración en los próximos meses. Creemos que una desaceleración de las exportaciones se traducirá en una depreciación del renminbi, que se ha apreciado fuertemente en términos comerciales durante el pasado año”, explica Rees.
En segundo lugar, el economista señala al sector inmobiliario y sus problemas, que podrían prolongarse. En este sentido, argumenta que las ventas de nuevas viviendas, que suelen aventajar a la actividad de la construcción entre seis y nueve meses, aún no se han estabilizado de forma convincente. “Suponemos que las ventas se estabilizarán en algún momento, e incluso repuntarán ligeramente en el transcurso del año, pero un mayor deterioro del sector es un claro riesgo a la baja para nuestras expectativas” matiza.
Y, por último, Rees ve probable que los brotes de COVID-19 provoquen periódicamente interrupciones de la actividad. “La política de tolerancia cero del Gobierno ha llevado recientemente a la imposición de restricciones en Tianjin, y la mayor transmisibilidad de la variante Ómicron indica que es casi seguro que más ciudades se vean afectadas en breve”, concluye el economista de Schroders.
En opinión de Diogo Gomes, Senior CRM en UBS AM Iberia, a pesar de estos riesgos y la tendencia hacia la desaceleración, hay una serie de catalizadores a corto plazo que apuntan a la estabilización y quizás a un modesto repunte de la actividad china. Según explica Gomes, “la sólida demanda de EE.UU. y la Unión Europea está llevando el superávit comercial chino a un récord, lo que apuntala la producción nacional. Un giro en el impulso crediticio antes de que acabe el año debería poner otro soporte a la actividad. Además, creemos que tras los Juegos Olímpicos de Invierno se producirá una recuperación más completa de la movilidad en China, lo que apoyará los esfuerzos por reequilibrar el crecimiento hacia el consumo”.
Visión sobre los activos
Para entender qué podemos esperar en términos de activos y oportunidades en este Año del Tigre, Taylor recuerda una premisa relevante: China ha decidido seguir su propio camino y completamente diferente al del resto del mundo. Por ejemplo, esto se ve claro a la hora de hablar de la deuda pública. Desde DWS explican que en China, a diferencia de Estados Unidos y Europa, no ha habido grandes programas de apoyo gubernamental desde que comenzó la crisis del coronavirus. “La disponibilidad de crédito y el consumo privado cayeron significativamente. Pero lo que fue negativo para el desarrollo económico a corto plazo podría ser rentable a medio plazo. Mientras que la deuda aumentó drásticamente en los países industrializados, endeudándose con el futuro, en China se redujo un 7%, hasta el 272% de su PIB, el año pasado. China no se ha endeudado tanto con el futuro como Estados Unidos y Europa”, señalan.
En este sentido Vincent Chaigneau, responsable de análisis de Generali Investments, añade que “las preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda y la estabilidad financiera deberían limitar los rendimientos a largo plazo, pero el probable QT de la Fed hace que nuestra previsión del 2% a 10 años sea conservadora”. Y añade: “Esperamos que el crédito muestre su resistencia (teniendo en cuenta el apoyo del BCE). Su valoración y paciencia también ofrecen un colchón a las acciones europeas, pero la asignación táctica de activos, la cobertura y el alfa serán más importantes”.
Por su parte, Taylor añade: “El crédito chino está descontando muchas noticias negativas. El investment grade sigue siendo la preferencia sobre el high yield, pero están surgiendo oportunidades en créditos inmobiliarios de mayor calidad con balances saneados. Como la incertidumbre en el sector inmobiliario aún no ha terminado, los riesgos de impago siguen siendo elevados. Sin embargo, el renminbi debería seguir siendo un ancla para los precios de los activos y cualquier venta debida al endurecimiento de la política monetaria estadounidense ayudará al crecimiento y proporcionará un buen punto de entrada”.
El CEO de Eurizon SLJ Capital mantiene una perspectiva favorable para el mercado de bonos chino en 2022. “Con un crecimiento débil y una inflación baja, el crecimiento del PIB nominal se desacelerará significativamente para empujar a la baja los rendimientos de los bonos, incluso si los rendimientos del Tesoro de EE. UU. aumentan. Al mismo tiempo, el renminbi debería seguir disfrutando del apoyo de una posición favorable de la balanza de pagos. En ausencia de grandes conmociones económicas o políticas, el capital extranjero debería continuar afluyendo a los mercados de bonos y acciones recientemente abiertos en China. Esta configuración debería proporcionar un entorno de apoyo para los bonos en renminbi chinos”, afirma Li Jen.
Respecto a la renta variable, Taylor considera que existe un potencial alcista a medio plazo y sigue pensando que es invertible para los inversores extranjeros. “Deben ser pacientes y selectivos. Podrían producirse nuevos retrocesos en el primer trimestre, antes de que la situación mejore en el segundo”, matiza. El experto se inclina por grandes marcas centradas en el consumidor nacional, los nuevos vehículos eléctricos, las baterías y los sectores industriales. Taylor cree que las revisiones al alza de los beneficios, el éxito de la aplicación de la normativa y la recuperación del consumo podrían ser catalizadores positivos que impulsen al alza a la renta variable china.
“A largo plazo, el objetivo del gobierno de alejar los flujos de capital de las industrias tradicionales de bajo crecimiento, como el sector inmobiliario y los sectores de la economía más antiguos, hacia industrias más sostenibles y de más rápido crecimiento, debería mejorar la calidad del crecimiento e impulsar oportunidades de empleo de mayor calidad. La dirección del plan quinquenal va por buen camino de cara a la Conferencia del Partido de este otoño. La rapidez con la que mejoren las cosas dependerá en gran medida de cómo se desarrolle la pandemia. El tigre chino parece estar en camino de encontrar una nueva fuerza”, añade Taylor.
En opinión de Michael Illig, gestor de fondos de Flossbach von Storch AG, un viento de cola para los valores chinos sería que el país cayera “en un periodo oscuro en el que el espíritu empresarial”, es decir, en un exceso de legislación sobre algunos de sus sectores clave, como el tecnológico, la sanidad, la educación y el inmobiliario. “Calculamos una prima de riesgo mayor para las empresas que operan en China que para las que se centran en Alemania o EE. UU., por ejemplo.Nos parece indispensable que los inversores consideren el riesgo de China de forma holística, es decir, a nivel de cartera. Dada la importancia de esta economía para el mundo, un enfriamiento de la economía china afectaría a muchas empresas de ámbito mundial, desde los fabricantes de automóviles hasta los de bienes industriales o los productores de materias primas”, añade IIIig.
Política y “prosperidad común”
En este sentido, las gestoras indican que la apuesta por lograr la “prosperidad compartida” que defiende el gobierno chino tendrá un peso muy relevante. Uno de los problemas es que el aumento de la riqueza del país no se ha repartido de manera justa entre sus 1.400 millones de habitantes, lo que ha llevado al gobierno a poner en marcha el programa Prosperidad Compartida. China también está tratando de mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos, para evitar cualquier malestar social que pueda amenazar al régimen.
“En términos de reparto desigual de la riqueza, la sociedad china se encuentra casi a la par con Estados Unidos, ya que el 1% de los hogares más ricos poseen un tercio de la riqueza del país. El temor del presidente Xi Jinping es que, si persiste esta desigualdad, termine erosionando a la clase media”, aclara Van der Welle.
En su opinión, esto conduciría a una polarización y a la proliferación del tipo de populismo que se observa en Estados Unidos, y que potencialmente podría desestabilizar al Partido Comunista. “El establishment político chino es consciente de que los principales problemas del país se encuentran dentro de él, dada la elevada ratio de endeudamiento total en relación con el PIB, que es del 270%, y cuyo envejecimiento demográfico está empezando a empeorar gradualmente la ratio de dependencia y a aumentar los costes ambientales”, añade.
Para hacer frente a estos retos a largo plazo, el programa Prosperidad Compartida se centra en tres sectores problemáticos. “La implantación es clave, y por ello los responsables políticos están apretando las tuercas en los sectores con concentraciones significativas de riqueza y poder de mercado, como son el inmobiliario, el tecnológico y el educativo”, afirma Van der Welle.