Con la llegada de las calendas de agosto zarpaba el buque Razoni desde Odesa (Ucrania) con destino al puerto de Trípoli en Líbano, cargado con 26.000 toneladas de maíz. La singladura comercial del buque da comienzo a la reactivación parcial del comercio de grano por parte de Ucrania, en concreto, se espera que 16 navíos lleven a cabo actividades similares en las próximas semanas. El acuerdo también recoge el comercio de fertilizantes por parte de Rusia, país que suministra este insumo fundamental para la agricultura a países latinoamericanos como Uruguay o Brasil.
El desbloqueo y la crisis alimentaria
Según el portal ucraniano Ukriform, el ministro de Infraestructura de Ucrania, Alexander Kubrakov, aseveró que «El desbloqueo de puertos proporcionará al menos $1.000 millones de dólares en ingresos de divisas a la economía (ucraniana) y una oportunidad para que el sector agrícola planifique para el próximo año», además, el ministro señalaba que «Hoy, Ucrania, junto con sus socios, da otro paso para prevenir el hambre en el mundo». Además, Ucrania pretende dar salida a los 20 millones de toneladas de cereales que debido a la guerra quedaron atrapadas en sus puertos.
Pese al alivio que supone este nuevo acontecimiento, muchos expertos creen que la crisis alimentaria es ya irreversible, en cierta forma, por el aumento de personas en estado de desnutrición que ha tenido lugar en 2022 debido a la inflación y la guerra, entre otros factores.
Según estimó recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el año pasado unos 828 millones de personas (una décima parte de la población mundial) se encontraban en un estado de desnutrición, detrás de estas cifras se encuentran gran cantidad de personas latinoamericanas, en concreto el 11,7% de venezolanos, uno de cada cinco bolivianos, 16,% de nicaragüenses y 15,8% de guatemaltecos engrosan estas cifras del hambre.
El acuerdo: una victoria diplomática
Hace unas semanas, Rusia y Ucrania acordaron desbloquear la exportación algunos productos como cereales o fertilizantes mediante acuerdos separados. La ceremonia que posibilitó este entendimiento tuvo lugar en Estambul y contó con el presidente turco Erdogan como anfitrió. Así, Turquía supervisará las exportaciones ucranianas vía Mar Negro además de dirigir el centro de control establecido para velar por las operaciones.
Es necesario mencionar el temor de los turcos a las consecuencias de la crisis alimentaria que se está viviendo en regiones de Oriente medio, en concreto, el ministro turco de Defensa, Hulusi Akar advirtió que dicha crisis amenazaba con desencadenar «una seria ola de migración de África a Europa y a Turquía». También en algunos países latinoamericanos en los que la situación es crítica como Haití, Guatemala o Belice.
Los fertilizantes rusos: una pieza clave
Las diversas sanciones que occidente ha impuesto a Rusia no han supuesto una variación esencial en las redes comerciales que países como Uruguay o Brasil mantienen con el gigante euroasiático, es más, en algunos casos estas relaciones se han estrechado.
En concreto, el flujo comercial de fertilizantes rusos a Montevideo se ha visto incrementado en lo que va de año, llegando a representar 29 millones de dólares, según declaraciones del embajador ruso en Montevideo, Andréi Budáev para la agencia rusa Sputnik, un flujo que también incluye 15 millones de petróleo y derivados con destino al país charrúa. En definitiva, el monto comercial total exportado desde Moscú se sitúa entre los 60 y 80 millones de dólares. Es previsible que dicho monto no haga sino crecer con la remisión parcial de las prohibiciones comerciales al primer país que hemos visto recientemente.
Un país que se encuentra en una situación muy similar es Brasil, para el que los fertilizantes rusos, principalmente en forma de cloruro de potasio, son una parte esencial de su sector primario. De hecho, Brasil compró a Moscú más de 700.000 toneladas de fertilizantes, según Agrinvest Commodities, durante los primeros meses de guerra, cuando el riesgo de paralización comercial seguía siendo un miedo patente en la economía brasileña. De hecho, el país lusófono sabe que cualquier retraso o falta de fertilizantes pondría en peligro la temporada de cereales de verano, que comenzará en el último trimestre de 2022, por eso ha seguido comprando aún cuando el precio se disparaba a causa de las sanciones.
Desde un plano más general, la economía brasileña ha disparado sus importaciones desde Rusia, reflejando una suma total por valor 3.237 millones de dólares entre marzo y junio, más del doble del valor registrado en los mismos meses del año pasado. Dicho monto total de importación comprende productos muy parecidos a los importados por su vecino Uruguay. Por otra parte, las exportaciones brasileñas al gigante euroasiático, con un valor de 520 millones de dólares, sólo han menguado un 10% pese a las sanciones. Se espera que a raíz del último acuerdo para aliviar el cerco comercial ucraniano-ruso, el acercamiento entre estos dos países continúe la tendencia ya vista en los últimos meses.
Redactado por Carlos Burgos Retamal.