El año pasado estuvo lleno de eventos en los mercados y, aunque se presentaban oportunidades al principio, con fuertes rallies, la volatilidad en China hizo que se sucedieran las ventas de forma masiva. A pesar de las últimas caídas, el equipo de renta variable de Carmignac no cree que se haya corregido lo suficiente y vaticina, al menos en renta variable, un 2016 tan lleno de eventos como 2015, por lo que en su visión manda la cautela y su exposición a bolsa está en mínimos o con coberturas.
“Creemos que habrá ajustes en 2016”, decía en una reciente entrevista con medios celebrada en París Muhammed Yesilhark, responsable del equipo de renta variable europea. En su opinión, hay dos malentendidos en este mercado: en primer lugar, hay que tener en cuenta que, debido a que el QE ha llegado a Europa cinco años más tarde que a Estados Unidos y que ahora está inmerso en el programa, es un mercado más sensible a los QE que el estadounidense. El gestor llama, tanto a Europa como a Japón, “QE beta markets”. Y, en este sentido, advierte de que si la Fed ha cometido un error con su subida de tipos, y se sigue viendo en el mercado deflación y falta de crecimiento, “el mercado puede llegar a creer que el QE no funciona”, y ése es un gran riesgo, dice, porque, en ese escenario, “no importan los fundamentales”, y no importa que sean buenos.
En segundo lugar, el gestor advierte sobre el impacto que puede tener en la renta variable europea las ventas del inversor estadounidense, que determina el comportamiento de los mercados en el Viejo Continente. “Si hay problemas en EE.UU., desgraciadamente lo primero que venden los inversores es lo que tienen más lejano, no sus activos nacionales”, algo que según Yesilhark ya está sucediendo con ventas en activos europeos, tanto en sus vehículos de gestión activa como pasiva.
Mirar a la Europa core…
Al hablar sobre el efecto de la política en países de la periferia como Grecia, Portugal o España, que cuentan o podrían contar con gobiernos rebeldes de izquierda, el gestor es muy práctico e insta a poner el foco en la Europa core. “La historia dice que lo que realmente importa es la reacción de la Europa core: si sigue apoyando a la periferia no habrá cambios, independientemente de quien gobierne”, si bien también reconoce que, tras lo ocurrido con Tsipras, forzado a actuar conforme a los dictámenes de la UE, “los gobiernos rebeldes no lo tienen nada fácil”. Pero insiste en que habrá qué mirar si el tema de los refugiados o las ayudas a Europa pasan factura a Merkel, si pierde peso a favor de partidos como el antieuropeo AFD (Alternative für Deutschland), porque eso impacta más en la periferia europea que en la propia Alemania.
Sobre el Brexit, cree que la mayoría votará a favor de la permanencia en la UE pero reconoce que las negociaciones son duras. En caso de suceder, cree que el mayor impacto estaría en el incremento de la burocracia, con el consiguiente impacto negativo en el PIB y en las exportadoras británicas.
¿Podrá el BCE cambiar su negativa visión?
Parece difícil que el BCE, aunque tome medidas en marzo, cambie el pesimismo de la gestora, que ve a una Europa afectada tanto por los problemas en EE.UU. como por la volatilidad en China y el mundo emergente, por su carácter exportador. Ni siquiera si Draghi toma más medidas sorprendería positivamente al gestor: “En el pasado, el impacto de las medidas de los bancos centrales duraba días en los mercados pero ahora casi pasan desapercibidas. Los inversores se han acostumbrado a la morfina monetaria”, dice. Y eso es la parte más escalofriante, que ya no haya reacción.
El gestor recuerda que cuanto parece que más ha hecho el BCE para luchar contra la deflación, más deflación hay, y los mercados pueden tener esa sensación de que los QE no funcionan. El primer impacto, dice, fue la depreciación del euro, con lo que las exportadoras ganaron competitividad por ejemplo frente al dólar; pero eso también fuerza a otras economías a hacer lo mismo, devaluar sus divisas para ganar competitividad, lo que desemboca en una espiral de guerra de divisas o de las llamadas políticas de empobrecimiento del vecino, que son una consecuencia no deseada de las políticas de los bancos centrales.