El actual incremento de precios no es sólo una carga para el bolsillo de los hogares. Unida a la subida de los tipos de interés destinada a frenarla, la inflación afecta a las rentabilidades financieras, a la bolsa y al mercado inmobiliario.
El encarecimiento del petróleo, la escasez de componentes electrónicos y de materias primas y el incremento de los costes de transporte de las mercancías… Estas son algunas de las razones que explican la actual subida de precios, cuyos efectos no se limitan al poder adquisitivo de los hogares.
La situación es tal que ha llevado a los bancos centrales —cuya principal tarea es la estabilidad de los precios— a intervenir para frenar esta inflación generalizada. En un intento de regular una actividad económica que muestra señales de sobrecalentamiento (desaceleración del crecimiento y elevada inflación), la Fed de Estados Unidos y el BCE decidieron subir sus tipos de interés.
Esta estrategia pretende limitar el acceso al crédito de las empresas o los hogares y, por tanto, su capacidad de inversión, regulando así la actividad económica. Esta inflación elevada y duradera, y su consecuencia —la subida de los tipos de interés— no dejan sin embargo de repercutir en la riqueza de los hogares.
¿Qué consecuencias tiene la inflación para los ahorradores?
El primer efecto para ellos es la disminución de las rentabilidades financieras reales. Es importante distinguir entre la rentabilidad real y la declarada por una inversión financiera. En efecto, si una cuenta de ahorro paga un interés del 3%, su rentabilidad real no es necesariamente del 3%. Puede incluso ser negativa si al mismo tiempo la inflación es superior al 3%1 . Porque, al igual que ocurre con su poder adquisitivo, el aumento de los precios reducirá su “poder de ahorro” al disminuir la remuneración real de su inversión.
Un segundo efecto negativo es el descenso de los mercados de valores, que se supone que reflejan el desarrollo económico a largo plazo de las empresas. En primer lugar, la inflación puede afectar a los resultados financieros de una empresa si ésta no puede repercutir al cliente el aumento de precios en los que incurre (materias primas, alquileres, salarios, etc.).
Además, muchos inversores calculan el valor de una empresa estimando la cantidad de beneficios que ésta puede generar en el futuro en función de su crecimiento, sus perspectivas o su entorno económico. Este método se basa en el principio de que el valor del dinero cambia con el tiempo en función de la inflación y los tipos de interés. En este contexto, el aumento de los tipos se traduce en un mayor coste en el tiempo2, lo que reducirá el valor estimado de la empresa —y, por tanto, de sus acciones— para los inversores.
En segundo lugar, los inversores que buscan una rentabilidad más “segura” pueden preferir inversiones con remuneraciones que resultan más atractivas por la subida de los tipos de interés, como ciertos bonos; se trata de bonos emitidos por un Estado o una empresa para financiar su desarrollo a cambio de una rentabilidad.
Además, esta subida de los tipos de interés provocará un aumento del coste del crédito:
- En el caso de las empresas, esto afectará a su capacidad de endeudamiento y, por tanto, a sus inversiones y desarrollo, lo que puede debilitar su valor bursátil.
- En el caso de los hogares, esto afectará no sólo a su capacidad de consumo, sino también a su capacidad de endeudamiento, sobre todo para hacerse con una vivienda. Esto puede provocar una caída de los precios del mercado inmobiliario a largo plazo.
- Otra cuestión es el descenso del valor de los bonos. Porque el precio de un bono cae cuando los tipos de interés suben.
¿Es posible beneficiarse de la inflación? Y si es así, ¿cómo?
En un entorno de elevada inflación, es aconsejable favorecer las inversiones en acciones de empresas que puedan beneficiarse de la subida de precios o sean menos sensibles a ella. Invertir en el sector del lujo, por ejemplo, puede ser una opción atractiva cuando el precio no es un criterio de compra clave para los clientes de estas empresas.
En el caso de los bonos, el aumento de los precios de las materias primas puede favorecer la financiación de las empresas dedicadas a su producción o comercialización.También es posible optar por productos que protejan sus inversiones de diversos riesgos, como la inflación. Pero estos instrumentos, llamados “derivados”, requieren cierta experiencia.
Es probable que el actual contexto de subida de precios continúe, sobre todo si se traduce en una subida generalizada de los salarios. Aunque los bancos centrales están trabajando para limitar los efectos de esto, la situación no es indolora para los hogares y su patrimonio.
1 La rentabilidad real es el tipo de interés contabilizado menos la inflación.
2 100 euros no compran la misma cantidad de bienes hoy que hace 20 años porque los precios de estos bienes han cambiado en este tiempo.
3 La gestión activa consiste en comprar activos financieros (acciones, bonos, divisas, etc.), seleccionando los que tendrán una rentabilidad mejor que el resto y comprando en el mejor momento. A la inversa, la gestión pasiva se basa en el seguimiento de un índice bursátil.
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