La innovación podría ser la mejor estrategia corporativa para crear ventaja competitiva y sostenible, además de asegurar el crecimiento, la productividad y la rentabilidad futuras. Así lo demuestra el estudio «Value-creating innovation boosts shareholder returns» (La innovación como fuente creadora de valor mejora el rendimiento accionario) realizado por Candriam, la gestora europea de activos.
En su último libro blanco, bajo ese título, Candriam sostiene que una cartera de renta variable diversificada e invertida en empresas innovadoras debe batir al mercado a largo plazo. Desde un punto de vista inversor, la innovación se coloca por delante de la calidad y el servicio, que dejan de ser factores distintivos para convertirse en meros requisitos de una buena rentabilidad.
Koen Popleu, Deputy Head of Fundamental European Equity de Candriam, afirma: “Mucha gente imagina la innovación como algo revolucionario o desestabilizador. Son casos en los que un mercado se ve sacudido, se desplaza un producto, proceso o tecnología anterior; a veces incluso se termina creando un mercado totalmente nuevo. Sin embargo, estas innovaciones son relativamente escasas. Es más común la innovación de tipo evolutivo o progresivo, con gran impacto también en el valor, pero más difícil de identificar».
La mayoría de las innovaciones arrancan de una mejora continuada de un producto, proceso o servicio ya existente y otorgan una ventaja competitiva al que la lleva a cabo, añaden valor en términos de reconocimiento de marca, fidelidad de clientes, poder en la fijación de precios e incluso mayores eficiencias en la fabricación y distribución. Podemos encontrar innovación en todas las industrias y sectores.
La prueba de esta mayor rentabilidad es rotunda. El valor de una cartera con títulos de innovación se ha visto ampliamente duplicado en los últimos siete años, mientras que el mercado registraba un incremento aproximado del 50%.
¿Cómo idenficar la innovación?
Una forma de identificar la innovación es a través del gasto en I+D, si bien éste no es totalmente representativo del poder innovador. El libro blanco de Candriam demuestra que si el gasto en I+D supera el 20%, el perfil de riesgo-rendimiento deja de ser interesante. Por lo tanto, no podemos identificar la innovación únicamente a partir de números. Habría que verla más bien como una decisión consciente de cambiar un mercado, de situar la creatividad (coordinada) en el centro de la cultura empresarial. Es decir, la innovación no depende solo del departamento de I+D, sino que constituye el ADN de una empresa, desde el órgano directivo a toda la plantilla.
Las tendencias innovadoras son más marcadas en algunos sectores, por lo que es normal que la cartera de innovación esté sobreponderada en el sector químico, la sanidad, las TI, los sectores industriales y algunos segmentos del consumo, caracterizados por un gasto relativamente alto en I+D y éxito en materia de innovación. Asimismo, suele estar más expuesta a empresas pequeñas y a factores de calidad. Naturalmente, la cartera está también expuesta al factor crecimiento.
Ahora bien, el proceso de selección de valores dentro de una cartera de innovación no puede basarse únicamente en ideas grandiosas y en la ventaja que conlleva ser el primero. Para que genere rentabilidad, la cartera ha de someterse a una rigurosa evaluación financiera que nos indique si la ventaja competitiva de la empresa es o no sostenible. Geoffroy Goenen, director de renta variable fundamental europea en Candriam añade: “Desde una perspectiva de gestión inversora, pensamos que la innovación, junto con un buen modelo de negocios, ambos basados en un enfoque fundamental disciplinado, pueden batir al índice de referencia y crear valor, como de hecho lo demuestra nuestro estudio».