Otro trimestre, otra rebaja para el crecimiento de los mercados emergentes. Brasil debería comenzar a organizar su recuperación, pero la situación política continúa deteriorándose, mientras el foco de los gobernantes sigue centrado en las consecuencias del escándalo de corrupción de Petrobras, según comenta Craig Botham, economista de mercados emergentes de Schroders.
Las esperanzas de que el rápido empeoramiento de la situación económica obligaría a los políticos a actuar se han echado a perder, al ver como los partidos de la oposición parecen felices de avivar el fuego del descontento contra el gobierno y empujan hacia la consecución de un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff.
Con una situación política en la que no hay ningún esfuerzo de reforma, de hecho, ni siquiera ninguna acción parecida a una política coherente, Schroders se encuentra en la tesitura de rebajar las perspectivas de crecimiento de Brasil para el 2016, que parece predispuesto a ser otro año decepcionante. Sin embargo, esperan que la recuperación comience a verse en 2017.
Las perspectivas para el corto plazo son sombrías. La tendencia actual tanto en la actividad política como la económica es negativa, como reflejaron las recientes rebajas en la calificación crediticia de Brasil emitidas por S&P y Fitch, que dejaron la deuda soberana del país al borde del grado especulativo, por las preocupaciones despertadas por el proceso de consolidación fiscal.
Desde Schroders han hecho mención, en muchas ocasiones, al exceso de oferta que plaga en la economía brasileña, que han contribuido al problema de la inflación persistente, y a la enfermedad infligida por el auge del precio de las materias primas durante varios años, lo que causó una subida en los costes laborales unitarios, y convirtió a la industria brasileña, en una industria no competitiva.
En el lado de las preocupaciones fiscales y de la oferta, hay poca esperanza para un remedio inmediato. La situación política garantiza que no habrá una reforma productiva en la legislación hasta que un nuevo gobierno llegue al poder, sin el estorbo de las acusaciones de corrupción. Esto, a su vez, significa que las decisiones de inversión y consumo muy probablemente se aplacen. En cualquier caso, las fuerzas del mercado están empezando, aunque sólo sea por desgaste, a generar una mejora en las métricas. Por ejemplo, el coste unitario laboral ha comenzado a disminuir conforme se crea desempleo, lo que debería llevar a una mejora en el balance comercial, como parece estar sucediendo. Desafortunadamente, si Brasil tiene que depender de este tipo de ajustes en lugar de reformas de mercados, habrá mucha más destrucción de la demanda doméstica antes de que el proceso se complete.
La inflación permanece obstinadamente elevada a pesar de la agresiva restricción monetaria, llegando a tocar máximos de años anteriores. Parte de esto se deriva de la escasez en el lado de la oferta brasileña, pero también tiene mucho que ver con la debilidad de la moneda, y el aumento de los precios regulados. Petrobras ha comenzado a subir sus precios, ya que busca una base más sostenible – un cambio importante y necesario, pero que por desgracia se viene en un momento inoportuno para Brasil. En consecuencia, existe poca posibilidad de que las tasas se recorten en el próximo año, y cabe esperar que las tasas se mantengan en espera durante el 2016.