2016 ha sido un año tumultuoso para Brasil, pero a la vez, ha generado algo de optimismo para el futuro del país. ¿Cambia en algo la situación de Brasil tras la elección de Donald Trump en Estados Unidos? Craig Botham, economista de mercados emergentes en Schroders analiza la posición de Brasil con respecto al comercio exterior y la dependencia de las empresas brasileñas a la deuda en dólares.
Con el resultado de las elecciones, los activos brasileños junto con el resto de mercados emergentes sufrieron una fuerte caída, con la divisa mucho más afectada que en otras economías (con la salvedad del peso mexicano). Pero no queda claro por qué se dio esta caída, pues Brasil no se singulariza por tener aranceles altos, y tampoco depende particularmente del comercio exterior (las exportaciones alcanzaron el 13% del PIB en 2015, un porcentaje similar al 12,6% de Estados Unidos), por lo que cualquier guerra comercial debe impactar a Brasil menos que a otras economías. Además, el plan de crecimiento de las infraestructuras de Trump ha proporcionado un fuerte soporte al precio de las materias primas, y Brasil es uno de los mayores exportadores de mineral de hierro.
Donde Brasil es más vulnerable, sin embargo, es en la dependencia de sus empresas a la deuda en dólares. Dado el esperado incremento de las tasas del Tesoro estadounidense desde las elecciones, muchos tendrán que enfrentarse a una deuda más cara en el momento de refinanciarse, y esto arrastrará hacia abajo el crecimiento.
Sin embargo, esto aplica fundamentalmente a la deuda a corto plazo, dado que los bonos de Estados Unidos han regresado por lo general a niveles de enero de 2016, y los diferenciales con respecto al índice de bonos de mercados emergentes siguen siendo más estrechos que a principios de año. Reflejando esta preocupación, en Schroders han revisado a la baja sus perspectivas de crecimiento de 2017, y también una actividad más débil en 2016. En conjunto, el impacto es modesto y no debería impedir la recuperación en curso a su tasa de crecimiento de tendencia, un proceso que debería completarse en 2019.
Puede que una mayor amenaza para la esperanza brasileña sean las olas de escándalos que salpican al nuevo gobierno que, de media, ha perdido un ministro al mes desde que asumió el poder. La noticia de que 80 empleados de Oderbrecht, una compañía de construcción fuertemente involucrada en el escándalo de comisiones y sobornos de Lava Jato, están negociando delaciones premiadas, sólo añade presión al caso.
Aunque todavía no son suficientes los motivos para derrocar al gobierno, esto incrementa la dificultad de pasar la muy necesitada reforma fiscal, sin la cual los costes de la deuda se incrementarán.
La inflación puede ver un ligero repunte por la reciente depreciación, pero parece que el tipo de cambio ha tocado techo en torno a los 3,4 reales brasileños por dólar, y la inflación no debería verse muy afectada, en una economía relativamente cerrada, no debería crear un problema.
En Schroders no creen que el ciclo de relajamiento iniciado por el banco central del país se haya descarrilado. Mucha de la reciente inflación de Brasil ha sido causada por incrementos de una sola vez en los precios regulados, y estos ajustes deberían haberse completado en su mayoría. La dinámica de la inflación volvería entonces a una mezcla entre el empuje de los costes y la demanda, con ninguna de las dos fuerzas ejerciendo mucha presión en una economía donde el desempleo está aumentando y el crecimiento está muy por debajo de su tendencia. La inflación debería bajar en el próximo año, en comparación con 2016. Sin embargo, las restricciones en el lado de la oferta harán difícil que la inflación toque su objetivo del 4,5% en 2018. Consecuentemente, desde Schroders esperan unos 200 puntos básicos de recorte en 2017, y otros 200 puntos básicos en 2018, para que las tasas toquen niveles del 10% al final del periodo de previsión.