Desde Newton (parte de BNY Mellon IM), Frank Goguen, gestor de la firma, y George Saffaye, estratega de inversión global, consideran que la evolución del entorno de mercado puede impulsar la innovación en movilidad.
Al dispararse los precios de la energía en el marco del repunte desde lo peor de la crisis del COVID-19 y de las disrupciones de suministro provocadas por la invasión rusa de Ucrania, muchos analistas sectoriales se preguntan qué significan tales desarrollos, no solo para los hogares y los fabricantes, sino también para el sector de la movilidad en su conjunto. Los conductores de coches con motor de combustión sufren presión por partida doble: además del encarecimiento de la gasolina, varios gobiernos de Europa y de algunos estados estadounidenses (como California) se proponen reducir progresivamente las ventas de coches convencionales en los próximos 10 a 15 años.
Según Frank Goguen, gestor de cartera en Newton (parta de BNY Mellon IM), un periodo sostenido de mayores precios de los combustibles podría dar pie a cambios significativos en el sector de la movilidad, al obligar a los conductores a reevaluar el coste de poseer y conducir automóvil. Asimismo, menciona que la creciente preocupación en torno a la seguridad energética también podría acelerar la transición hacia nueva infraestructura y formas de movilidad, así como el desarrollo de cadenas de suministro más locales: “Los mayores precios de los combustibles encarecen de forma significativa la propiedad de vehículos con motor de gasolina o diésel. Lo que no sabemos es cuánto tiempo durará esta fase de mayores precios, o si los consumidores son capaces de evaluar si este cambio es a largo plazo o un mero fenómeno transitorio.”
“Los actuales precios de los combustibles tal vez no sean un problema tan grande de inmediato, pero si la crisis se prolonga al medio o al largo plazo, es probable que afecte en mayor medida al bolsillo del consumidor, y esto podría augurar grandes cambios en el ámbito de la movilidad. La seguridad energética también está pasando a un primer plano en el Reino Unido, Europa continental y Estados Unidos, y la creación de cadenas de suministro más locales podría ser igualmente crucial para el futuro de la movilidad”, añade el gestor.
La rentabilidad de la movilidad compartida
Aunque el auge de los servicios de movilidad compartida en las ciudades parecía inevitable antes de la pandemia, estas y otras modalidades más tradicionales de transporte, como los autobuses y el tren, se vieron fuertemente castigadas por el COVID-19. Pero ahora que recuperamos cierto grado de normalidad, Goguen afirma que un periodo sostenido de precios de combustible elevados podría cuestionar la lógica de la propiedad, aparcamiento y mantenimiento de coches privados en nuestras ciudades, y fomentar nuevas oportunidades en áreas como los viajes compartidos.
“Si los precios de los combustibles permanecen elevados, la gente podría ser reacia a mantener el coche en la ciudad si lo tiene aparcado un 95% del día, o solamente lo utiliza durante el fin de semana. Resulta difícil imaginar un aumento de la propiedad de automóvil en las ciudades, especialmente con el coste creciente de los garajes y del espacio de aparcamiento. Una menor propiedad potencial de coches en las ciudades podría ser un impulso favorable para la movilidad. Si más gente comienza a sentirse más cómoda con el transporte compartido, los servicios de movilidad compartida podrían volver a un primer plano y atraer nueva inversión”, explica.
Dado el creciente escrutinio de las autoridades en torno a los vehículos con motor de combustión interna, los vehículos eléctricos son una vía obvia de desarrollo. Dicho esto, Goguen duda que se alcancen ciertos objetivos gubernamentales de ventas de vehículos eléctricos sin mayores niveles de inversión y de incentivos públicos. “En mercados muy desarrollados como el estadounidense, apenas se ofrecen a precios asequibles para las clases medias y bajas. Es probable que esto frene su penetración fuera de la población con mayores rentas, capaz de permitírselos. En cambio, grandes mercados emergentes como China tienden a tener modelos de vehículos eléctricos que abarcan todas las clases de precios, con lo que esto podría no ser un problema. Una vez Estados Unidos ofrezca opciones más asequibles, los grupos de población con menor renta podrán participar en la transición hacia los vehículos eléctricos”, argumenta el gestor.
En su opinión, el respaldo y los incentivos del gobierno podrían ayudar, pero también se necesitaría más inversión en infraestructura para apuntalar el crecimiento del mercado. “Dada la actual dificultad para encontrar puntos de carga para vehículos eléctricos en Estados Unidos y otros países, ¿qué ocurriría si sus ventas crecieran de forma exponencial?”, se pregunta el gestor.
Más allá de la propiedad privada, George Saffaye piensa que los vehículos eléctricos jugarán un papel crucial en las redes de movilidad compartida del futuro, y algunas empresas del sector ya están esbozando sus redes y nodos de transporte del futuro. El estratega de inversión global en Newton afirma que “el verdadero punto de inflexión será cuando tengamos taxis eléctricos plenamente autónomos que no necesiten conductor ni combustibles fósiles”.
“Esto quizá no sea tan descabellado como puede parecer. Ciertas empresas ya están construyendo sistemas de este tipo y son capaces de proporcionar soluciones en estas áreas. Nuestra expectativa es que el paisaje de la movilidad cambiará drásticamente en la próxima década, y que los modelos de negocio exitosos en esta área podrían proporcionar altos niveles de beneficio”, explica.
Goguen añade que los vehículos eléctricos autónomos también podrían jugar un papel importante en los negocios y el comercio del futuro, destacando la reciente escasez de camioneros en Estados Unidos como uno de los muchos cuellos de botella que los vehículos autónomos podrían aliviar: “En el sector del camión existe escasez de conductores en países desarrollados como Estados Unidos, con lo que debemos poner en marcha soluciones de conducción autónoma en carretera. La falta de trabajadores en segmentos clave de la distribución son un indicador clave de por qué se necesitará tecnología para adaptarnos a estos cuellos de botella”, añade.
Ya se trate de vehículos autónomos o de fabricación de baterías para vehículos eléctricos, Goguen y Saffaye están convencidos del amplio y significativo potencial de inversión que todavía ofrece el sector de la movilidad. “Existen enormes posibilidades para el desarrollo de infraestructura de movilidad, como el hidrógeno, nuevas redes eléctricas inteligentes de ámbito local con capacidad de carga, y la construcción de nuevas unidades de alimentación como las baterías de estado sólido. Incluso en el ámbito del transporte público, el tren y el metro, los autobuses y la infraestructura requerirán seguramente cierta participación de empresas de capital privado, generando oportunidades de inversión adicionales”, afirma.