La crisis de la energía acelerada por la guerra en Ucrania tiene enormes implicaciones a la hora de evaluar hacia dónde va la transición energética, y si se verá alterada o retrasada por la necesidad de volver al uso de combustibles como el carbón y las centrales nucleares, subrayan expertos desde BNP Paribas Asset Management.
La situación es especialmente compleja en Europa por la dependencia que tiene del gas ruso, señala en un podcast de análisis semanal de mercados Edward Lees, codirector del Grupo de Estrategias Medioambientales y gestor del BNP Paribas Energy Transition. Este hecho ha desatado temores a que haya apagones, racionamiento del gas, sobre las posibilidades de la industria de seguir produciendo al ritmo habitual el próximo invierno e incluso de que las familias tengan que elegir entre comer o calentar la vivienda por la meteórica subida de los precios.
“Parece que estamos atrapados en un ciclo interminable”, asegura por su parte en otro análisis sobre el tema Alexander Bernhardt, responsable global de Investigación sobre Sostenibilidad en BNP Paribas Asset Management. Las crisis de suministro han hecho que los gobiernos organicen apresuradamente estrategias de seguridad energética que dan más espacio al carbón pese a sus mayores emisiones de CO2. Para colmo, “un verano de importantes olas de calor ha puesto de manifiesto cómo el cambio climático puede agravar aún más los problemas de suministro energético. El bajo nivel de los ríos y las altas temperaturas han afectado al suministro de combustible y a la provisión de energía”.
Un reciente análisis para el Financial Times estimó que los gobiernos europeos gastarán 50.000 millones de euros este invierno en infraestructuras y suministros de combustibles fósiles, más de cuatro veces los 12.000 millones previstos para la iniciativa RePowerEU, que busca diversificar las fuentes de suministro, ahorrar energía y reforzar las renovables. Hay planes para construir 26 terminales de gas natural licuado (GNL) y los países van a gastar más en carbón para las centrales eléctricas que iban a cerrar y ahora tienen prórrogas de vida útil. Así que “¿será posible romper este ciclo?”, se pregunta Bernhardt.
“Es una crisis que vivimos de manera personal, que requiere de una respuesta que por eso es de tan amplio alcance: no es una época para fijarse solo en las renovables, sino en todo lo que sea necesario, y eso incluye el carbón, el gas o la energía nuclear (como en Alemania, donde se ha revertido en principio el plan de cerrar todas las centrales a finales de este año)”, admite Lees.
Pero, subraya también, eso no borra la importancia de avanzar en la transición hacia las energías renovables a medio y largo plazo: “La necesidad de las renovables se ha vuelto más urgente que nunca”. En Europa, consciente de las implicaciones de seguir dependiendo de los combustibles fósiles, pero también en China y en Estados Unidos.
La respuesta de la inversión
Uno de los principales temas que siguen de cerca desde el Grupo de Estrategias Medioambientales es la meteorología, que con la enorme sequía que está viviendo Europa parece conspirar contra dos de las fuentes alternativas más importantes en el mundo y en el continente para contrarrestar el uso del gas: la hidroeléctrica y la nuclear. Todo apunta a que estos factores inducidos por el clima van a ser más frecuentes en el futuro y por el momento han llevado también a un incremento en el uso (y el precio) del carbón.
Otros desarrollos a tener en cuenta como inversores son la energía solar y la eólica, que están recibiendo impulso, así como el hidrógeno verde. “Observamos con mucho interés el desarrollo del sector de los paneles solares residenciales en Estados Unidos, donde los ciudadanos ahorran dinero desde el día uno. Esto no ha sido así en Europa, pero está empezando a cambiar y vemos la energía solar pasar del sector industrial también al residencial”, indicó Lees.
En la actualidad, y gracias a la legislación de impuestos aprobada allí, Lees considera que en Estados Unidos existe una fuerte tendencia a favor de los materiales fabricados en el propio país, incrementada además por los problemas que generó la pandemia en las cadenas de suministro y que dejaron al descubierto la necesidad de relocalización de la producción de materiales básicos. Un ejemplo es la cadena de valor del sector solar y de las baterías, dominado por China y uno de los motivos de las actuales tensiones en torno a Taiwán como principal productor mundial de microchips. “Y otro es el de la producción de litio, por lo que tenemos inversiones en la producción de litio en Europa y Norteamérica”, explica.
Otra es la de los vehículos eléctricos, por su potencial cada vez mayor de ahorro para los consumidores sobre todo a medida que aumenta el precio de los combustibles fósiles, pero también por la propia legislación, que avanza en distintos países en la prohibición de venta de los automóviles a combustión. “Creo que aún se subestima su potencial de crecimiento y adopción”, comenta.
En el área de la energía solar y las baterías, se trata además no solo de los materiales y la producción en sí, sino también del software que se está desarrollando para mejorar su eficiencia o la velocidad de carga de los vehículos.
Capitalismo y cambio climático
Respecto del debate sobre los impuestos a los beneficios extraordinarios, Lees comenta que demuestra que no siempre se puede dejar todo en manos del mercado, sino que el capitalismo debe tener sus límites para ayudar a aquellos con dificultades. “Hará falta dinero para ayudar a quienes lo necesiten, y tiene que venir de algún sitio, por lo que los beneficios extraordinarios son una buena opción”, señala, aunque a la vez manteniendo el importante equilibrio para no privar a aquellas industrias responsables de la transición energética del capital que necesitan para acelerar estos cambios, por ejemplo la solar o la eólica, y centrarse más en aquellas cuyo peso se quiere ir reduciendo, como las del petróleo y el gas. “Creo que esto es más realista en Europa que en EE.UU., donde es mucho más difícil de hacer”.
También Bernhardt destaca que es fundamental que las medidas que están favoreciendo ahora al carbón o el GNL sean transitorias y debidas a la crisis, “un parche”, porque a largo plazo la seguridad energética solo puede garantizarse por las fuentes renovables.
“Si el choque energético acelera el despliegue de la capacidad de energía limpia, esto podría aliviar la preocupación por la seguridad energética al tiempo que se protegen los objetivos climáticos. Los análisis sugieren que una mayor capacidad de energía limpia podría eliminar la necesidad de nuevas infraestructuras para la importación de gas”, indica.
El cambio se está dando en el entorno político, por lo que “los inversores tendrán un papel clave a la hora de redoblar el apoyo fiscal y ayudar a romper el ciclo combustibles fósiles-seguridad-inflación”.