China parece haber comenzado 2021 de forma totalmente distinta al año pasado. Mientras que la economía se tambaleaba en el primer trimestre de 2020, al estallar el brote de COVID-19 e implementarse cada vez más restricciones para combatir su avance, este año parece florecer como nunca, destacan desde BNP Paribas Asset Management en el marco de su serie de artículos de análisis La Gran Inestabilidad.
El crecimiento del PIB y de la exportación ha reanudado sus trayectorias previas a la pandemia, con lo que China contrasta con la mayoría de economías occidentales, todavía en pleno bache del coronavirus. ¿Marca esta recuperación el retorno del gigante asiático a su avance aparentemente imparable hacia el dominio económico mundial?
Como siempre, un análisis más allá de las cifras generales cuenta una historia ligeramente diferente. Aunque es innegable que el impulso económico de China supera con creces al de otros países, su crecimiento procede de motores distintos a los de antes de la pandemia. La tendencia de creciente globalización se ha detenido, pues muchos gobiernos y empresas tratan de elevar la resiliencia de las cadenas de suministro y reducir su dependencia previa en la producción china. Al mismo tiempo, el comportamiento autoritario de Pekín es objeto de crecientes críticas de sus socios comerciales globales, que podrían formar parte de una resistencia más unida y cooperativa bajo la administración Biden.
No cabe duda de que China seguirá siendo una potencia económica en 2021, pero no todo le resultará cuesta abajo.
La recuperación sólida y rápida de China
El PIB chino registró su primera contracción en más de cuarenta años en el primer trimestre de 2020 (del 6,8%), pero su recuperación ha sido sólida y rápida. La previsión es que la economía habrá crecido un 6,5% en el último trimestre de dicho año, lo cual situaría a su crecimiento anual en el 2,3%. Esta cifra puede parecer baja comparada con sus niveles recientes, pero China será la única de las grandes economías en cerrar el año en positivo.
Al mismo tiempo, aunque la implementación alentadora de vacunas contra el COVID-19 debería contribuir a una expansión económica más generalizada este año, el crecimiento previsto en muchos países occidentales es moderado, de en torno al 1%. Por otra parte, el Banco Mundial prevé que el crecimiento del PIB chino en 2020 habrá estado cerca del 8%, con lo que superaría incluso su nivel previo a la pandemia.
Bajo la superficie
Si bien las cifras generales sugieren que la economía ha vuelto a la normalidad, algunos indicadores revelan que la dinámica ha cambiado. Históricamente, el crecimiento de China ha procedido de la inversión en infraestructura, pero este modelo se ha reorientado hacia el gasto de consumo en los últimos años bajo el liderazgo de Xi Jinping. Sin embargo, esta tendencia pareció desintegrarse en 2020: el motor de la economía fue la producción industrial (beneficiaria del respaldo estatal) con una subida del 7,7%, mientras que las ventas minoristas no dejaron de decepcionar y cerraron el año un 5,0% a la baja.
El comercio minorista repuntará, pero esto sugiere que (incluso en China) algunas empresas orientadas al consumo podrían pasar apuros tras la pandemia. La subida del paro en 2020 y el apretón de los presupuestos de los hogares apuntan a que el crecimiento del consumo permanecerá seguramente apagado por el momento.
Así, la salud de la economía doméstica es dispar, pero… ¿Qué hay de la relación de China con el resto del mundo?
¿Un nuevo auge de la exportación china?
China registró su mayor superávit comercial mensual de la historia en diciembre, con subidas del 18,1% de la exportación global y del 34,5% a Estados Unidos en tasa interanual. No obstante, las cifras generales parecen halagar y ocultar tendencias a largo plazo que podrían no ser tan favorables.
La bonanza exportadora (principalmente a países occidentales) ha guardado particular relación con la pandemia, dominada por ventas de equipamiento de protección personal y tecnología para trabajar desde casa. Al mismo tiempo, la demanda de muchos otros sectores ha caído debido al bajón económico mundial. Estas deberían ser tendencias a corto plazo. Las medidas para controlar el COVID-19 ralentizarán seguramente la demanda de equipamiento de protección personal, pero a medida que el mundo vuelve a la normalidad y las economías retoman una senda de crecimiento, la demanda de otras exportaciones de China podría no reanudarse.
La combinación de las tensiones comerciales durante los años de Trump y el reconocimiento durante la pandemia de la dependencia excesiva de bienes chinos ha llevado a gobiernos y empresas a diversificar sus redes de abastecimiento. Aunque un desacoplamiento total de China se considera improbable, se prevé que la estrategia conocida como “China más uno” ampliará las cadenas de suministro globales para incorporar más países y fuentes de bienes.
Continuación de las tensiones comerciales a nivel internacional
El abanico de disputas políticas con China también significa que las actuales relaciones comerciales no pueden darse por sentadas. El “ojo por ojo” arancelario entre la administración Trump y Pekín capturó la mayor atención, pero las preguntas sobre cómo abordar la posición económica dominante y la postura autoritaria del gigante asiático se están planteando más allá de los Estados Unidos.
En noviembre de 2020, la Unión Europea publicó un informe titulado «A new EU-US Agenda for Global Change» (UE – EE.UU.: Una nueva agenda transatlántica para el cambio global), en el que planteó la necesidad de defenderse frente a “poderes autoritarios” y “economías cerradas (que) explotan la apertura de la que dependen nuestras propias sociedades”. En esta alusión velada a China, la publicación contempla una mayor cooperación con Estados Unidos para dar forma al entorno regulatorio digital, a la aplicación de la normativa de defensa de la competencia, a la protección de datos, a la revisión de inversiones extranjeras y a la ciberseguridad.
No obstante, tales intervenciones no suelen ser bien recibidas por Pekín. El llamamiento de Australia a investigar el origen del brote de COVID-19 llevó a las autoridades chinas a imponer aranceles punitivos sobre varios productos australianos, lo cual pone en peligro una valiosa relación comercial valorada en 103.000 millones de dólares en 2019.
Aun así, la oportunidad de comerciar con China sigue siendo sumamente apreciada. En noviembre se firmó la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), un acuerdo de libre comercio entre 15 naciones asiáticas, incluidos Japón y Corea del Sur. Y pese a sus reticencias, la UE dio el visto bueno a un acuerdo de inversión con China en diciembre.
Parece claro que se necesita una respuesta internacional más coordinada para tratar con China. Aquí es donde entra en juego el nuevo presidente Joe Biden.
¿Nuevo presidente, pero la misma actitud?
La nueva administración Biden va a tener que lidiar con muchos temas simultáneamente, tanto a nivel doméstico como internacional. No obstante, la relación entre Estados Unidos y China será sin duda una de sus prioridades clave. La nueva secretaria del Tesoro y expresidente de la Reserva Federal, Janet Yellen, ya ha nombrado a China como “nuestro competidor estratégico más importante”.
Es probable que cualquier esperanza que pueda albergar Pekín de que Biden será fácil de persuadir no tarde en verse frustrada. La expectativa es que el nuevo presidente estadounidense mantendrá la línea dura de su predecesor de cara a China, aunque sin emular el enfoque arancelario de Trump. Además, se está rodeando de un equipo muy capaz: junto a Yellen, ha nombrado como secretaria de Comercio a Katherine Tai, licenciada por Yale y Harvard y de padres originariamente chinos, y una negociadora muy experimentada que pasó años lidiando con reclamaciones comerciales contra China durante la administración Obama.
No obstante, Biden también deberá cortejar a sus aliados: el poder colectivo de una alianza occidental verdaderamente unida podría ser suficiente para hacer frente al creciente dominio de China.
El enorme potencial de inversión de China persiste
Aunque China todavía presenta muchos retos políticos, empresariales e ideológicos, es innegable que su economía tiene un potencial enorme. El choque entre la desglobalización y las oportunidades en el mercado doméstico puede parecer inestable, pero en BNP Paribas Asset Management creen que la inestabilidad conduce a oportunidades.
A medida que la economía global comienza a recuperarse, es probable que ciertos elementos de debilidad económica en China -como el consumidor- se revitalicen, y se anticipa que el gobierno ampliará su plan de crecimiento, impulsando la aparición de oportunidades de inversión en un amplio abanico de sectores orientados al consumo.
Los recientes compromisos de China con la mejora de sus credenciales medioambientales implicarán una enorme inversión en infraestructura, al igual que sus esfuerzos para mejorar la conectividad y las telecomunicaciones domésticas. Estos ingentes programas de gasto crearán un efecto multiplicador sobre las oportunidades de inversión en múltiples sectores de actividad.
Al mismo tiempo, el mercado de renta variable chino se está tornando más accesible para los inversores extranjeros, tanto a través de acciones cotizadas internacionalmente en la Bolsa de Hong Kong (acciones H) como del mercado doméstico chino (acciones A). Dado que China sigue estando significativamente infrarrepresentada en los índices globales y que el país suele estar expuesto a distintas condiciones de mercado, la renta variable china se considera muy complementaria para una cartera global de acciones.
Los activos de riesgo nos inspiran un optimismo cauto a medio plazo, y seguimos comprometidos con mirar más allá de la superficie de las oportunidades que están surgiendo en China para identificar las más prometedoras para nuestros clientes.
El valor de las inversiones y de las rentas que generan podría tanto bajar como subir, y es posible que el inversor no recupere su desembolso inicial.
Es probable que la inversión en mercados emergentes o en sectores especializados o restringidos esté sujeta a una volatilidad superior a la media debido a un alto grado de concentración, a una mayor incertidumbre al haber menos información disponible, a una liquidez más baja o a una mayor sensibilidad a cambios en las condiciones sociales, políticas, económicas y de mercado.
Algunos mercados emergentes ofrecen menos seguridad que la mayoría de los mercados desarrollados internacionales. Por este motivo, los servicios de ejecución de operaciones, liquidación y conservación en nombre de los fondos que invierten en emergentes podrían conllevar un mayor riesgo.
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