El 2020 puso por primera vez a prueba a los índices de renta variable basados en criterios ESG en un mercado bajista, y estos respondieron sin reducir su rendimiento, frente a los tradicionales. Según BNP Paribas AM, se trató de «una prueba decisiva» que reflejó la resistencia de las inversiones sostenibles, una tendencia que continúa acelerándose y donde identifica numerosas oportunidades.
Lo ocurrido durante la pandemia se suma al hecho de que el World Socially Responsible y el World ESG han superado a los índices tradicionales de renta variable global en los últimos tres años. «Pensamos que estos resultados reflejan la fuerte correlación entre las puntuaciones ESG y las compañías de calidad», destaca la gestora en su informe de perspectivas de inversión para este año.
Motores de la inversión sostenible en 2021
Desde principios de 2020 hasta el 30 de octubre, la emisión total de bonos verdes, sociales o sostenibles alcanzó los 1,17 billones. Asimismo, se prevé que este mercado continúe creciendo en Europa en 2021. «De aprobarse íntegramente, el Fondo de Recuperación y Resiliencia, que trata de mitigar el impacto social y económico de la pandemia, podría impulsar las políticas de inversión pública verde«, asegura. Lo haría a través de programas de empleo en toda la Eurozona, generando oportunidades de inversión sostenible.
La deuda soberana europea es uno de los principales motores de esta tendencia: BNP Paribas AM espera que en la primera mitad de 2021 se produzcan las primeras emisiones de bonos verdes en Italia (3.000-5.000 millones de euros), el Reino Unido (5.000-7.000 millones de libras) y Dinamarca (unos 1.000-2.000 millones de euros), a las que se sumarán otras nuevas en Francia y Alemania. El vencimiento fijado para la mayoría de los emitidos ha sido de diez años o más, por lo que considera que la emisión de 2021 podría contemplar un plazo similar.
Por otro lado, el decimocuarto plan quinquenal que China aprobará en marzo podría ofrecer más detalles sobre la forma en la que el país pretende reducir su consumo de electricidad generada por carbón. «Si es así, podrían surgir numerosas oportunidades de inversión en renta variable del sector de las energías renovables», afirma.
Mientras, los bancos centrales continúan debatiendo sobre su función en la reducción del riesgo de cambio climático, planteando interrogantes que van desde el impacto de dicho riesgo sobre la estabilidad de los precios a la adopción de medidas concretas destinadas a favorecer la sostenibilidad medioambiental. La intensidad y el alcance de su postura dependerá del mandato de cada banco. El BCE, por ejemplo, se está planteando adaptar las herramientas tradicionales de los bancos centrales para reducir el riesgo climático. Christine Lagarde, presidenta de la entidad, ha sugerido poner en marcha un programa verde de operaciones de financiación a plazo más largo con objetivo específico (TLTRO).
La gestora hace hincapié en que, tal y como demuestra la intención de China de alcanzar la neutralidad de carbono en 2060, la lucha internacional contra el cambio climático se centra ahora en el objetivo de llegar a cero emisiones netas en 2050. «Así, muchas empresas importantes, propietarios de activos y gobiernos están fijando objetivos de reducción de carbono, lo que podría acelerar la transición energética y favorecer a los proveedores de fuentes de energía renovables y de soluciones de baterías y electrificación», destaca.
En esa línea, considera que el hidrógeno verde es una tecnología clave para alcanzar dicho objetivo, pero será necesario establecer regímenes de fijación de precios del carbono en todo el mundo para darle visibilidad comercial como materia prima y como alternativa al gas natural y el petróleo. El incremento de su producción y distribución, inicialmente en la UE, exigirá la creación de una industria prácticamente desde cero.
Esta evolución se producirá en una escala similar a la proliferación de la generación de energía solar y eólica, y promete ofrecer numerosas oportunidades de inversión igualmente atractivas. «Se prevé que este mercado alcance los 150.000 millones de dólares en 2030, e incluirá la construcción de miles de estaciones de servicio y la producción de automóviles de pila de combustible en sustitución de los vehículos con motor de combustión», concluye.
Sostenibilidad = resiliencia
BNP Paribas piensa que estas áreas relacionadas con la sostenibilidad ofrecerán en 2021 numerosas oportunidades de inversión en aquellas compañías de alta calidad que estén mejor posicionadas para llevar a cabo la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono, inclusiva y medioambientalmente sostenible. «Adoptar una perspectiva a largo plazo e identificar inversiones resilientes, que aborden la gran inestabilidad propia de nuestro tiempo, resultan esenciales para obtener un rendimiento duradero sostenible», insiste.
Teniendo esto en cuenta, defiende que predicar con el ejemplo en responsabilidad social corporativa es la clave del éxito. «Exigimos mucho de las empresas en las que invertimos y pensamos que es importante implementar esas mismas aspiraciones en nuestro día a día», destaca la responsable global de sostenibilidad, Jane Ambachtsheer. Por ello, su estrategia gira en torno a tres compromisos clave: transición energética, sostenibilidad medioambiental y crecimiento inclusivo.
En esa línea, en los últimos meses han comenzado a desarrollar un marco de referencia para implementar un plan de reducción de emisiones de carbono en línea con el Acuerdo de París. Asimismo, cuentan con un compromiso a largo plazo de cero residuos: ya han logrado que el 35% de los que generan sus inversiones se recicle y el objetivo es llegar al 100%. Por último, en relación a su objetivo de igualdad, buscan alcanzar un 30% de mujeres en puestos de liderazgo.