Los economistas suelen medir el rendimiento mediante medias e indicadores agregados como el PIB. Sin embargo, se habla muy poco de cómo se distribuyen los ingresos a través de estas medias y, desgraciadamente, las ganancias del crecimiento han ido a parar a unos pocos, haciendo que muchos de los que han quedado atrás pierdan la esperanza en el modelo económico tradicional, perjudicando al consumo y al gasto.
“Los trabajadores han salido perdiendo”, asegura Richard Barwell, jefe de investigación macro de BNP Paribas AM. En el informe ‘Creative Disruption’, señala que el porcentaje de ingresos nacionales que se ha traducido en mejores salarios ha ido cayendo. Aunque su extensión varía por países, la tendencia es común a todas las economías avanzadas.
“Las implicaciones de esta tendencia para las condiciones de vida son preocupantes: si la fuerza laboral cae al mismo tiempo que se produce una reducción del ritmo de crecimiento del PIB, hay mucho menos margen para que el incremento de los ingresos mejore el gasto de los consumidores”, afirma Barwell. Sin embargo, hace hincapié en que esta tendencia suele ser la base indispensable para invertir en renta variable.
Además de esta reducción del margen de ingresos nacionales que reciben los trabajadores, su distribución a través de la fuerza laboral es cada vez más desigual. Antes, esta desigualdad la generaba el hecho de que los salarios más bajos se quedaban más alejados del resto; ahora, ocurre lo contrario: los salarios más altos son los que se alejan del resto.
Igual de importante es el aumento de la polarización dentro de la fuerza laboral debido a la caída del porcentaje de empleos con un nivel intermedio de habilidades. “Básicamente, unos pocos se han aprovechado de las ganancias del crecimiento económico tanto en el periodo de estabilidad previo a la crisis financiera de 2008 como en el estancamiento posterior”, asevera en el informe.
En teoría, podría tolerarse la desigualdad en la distribución de ingresos si hubiera una movilidad razonable con el tiempo: una sociedad puede permitir una gran brecha entre ricos y pobres siempre que estos últimos –o al menos sus hijos- tengan una oportunidad real de ser ricos en el futuro.
“Desgraciadamente, tendemos a ver lo contrario. Aunque es difícil hacer estas clasificaciones, parece que en muchas de las economías desarrolladas en las que la desigualdad es alta, la movilidad social es baja”, declara Barwell.
Hay muchas razones para que esto ocurra, sobre todo por la influencia disruptiva de comercio y tecnología. En el caso del primero, los mercados laborales de las economías avanzadas han tenido que adaptarse al aumento de la competencia extranjera, lo que genera un aumento de las importaciones de bienes producidos en economías low-cost y externalización de empleos, entre otros.
En cuanto a la tecnología, los salarios de una buena proporción de la fuerza laboral están en riesgo por el progreso técnico, sobre todo por la automatización. El efecto directo del cambio tecnológico es sin duda negativo: las máquinas generan pérdidas de puestos de trabajo. Sin embargo, esto se compensa de forma indirecta, ya que la automatización hace aumentar los salarios y el valor de las tareas que solo pueden hacer los humanos.
“La evidencia sugiere que estamos atravesando un periodo de indigestión económica, en el que el mercado laboral no puede absorber el enorme volumen de disrupción del comercio y la tecnología”, asegura en el informe. Por eso, la sensación de que los trabajadores están siendo abandonados podría desaparecer si aparecen empleos que sustituyan los que están siendo destruidos.
El gasto de los consumidores es el eje de la demanda agregada. La renta disponible de las familias, los tipos de interés y el valor neto son las claves del consumo. Sin embargo, las teorías modernas incluyen la naturaleza previsora del gasto. Es decir, los ciudadanos basan su consumo de hoy en sus previsiones de ingresos de mañana.
Barwell considera que, si demasiados trabajadores se sienten abandonados, “existe un riesgo grave de que el consumo y el gasto global se vean perjudicados por el comercio y la tecnología”.
Por otro lado, destaca que una temática central de los mercados financieros en los últimos años ha sido la sorprendente debilidad de la inflación, dada la recuperación sostenida de la actividad y la caída del desempleo. Para él, la fuente de esta debilidad no tiene por qué ser cíclica, sino que posiblemente esté generada de forma indirecta por factores estructurales, como esta perturbación del mercado laboral.
En muchos países, la interacción entre tendencias económicas disruptivas y las instituciones del mercado laboral puede haber desviado las ganancias del crecimiento hacia los que están arriba. En una democracia, siempre existe la posibilidad de que la mayoría utilice su poder electoral para tratar de recuperar su poder económico; pero, en la práctica, los votantes pueden ceder su poder a políticos poco convencionales, radicales y populistas. Curiosamente, tres países con una fuerte desigualdad en los ingresos y baja movilidad –Estados Unidos, el Reino Unido e Italia- han tenido resultados electorales de ese tipo.