El mundo ha cambiado, y no solo porque hayamos sumado un dígito más al calendario. Las gestoras internacionales consideran que hemos dejado atrás el entorno económico de los últimos diez años, caracterizado por el apoyo de los bancos centrales a los mercados, baja volatilidad y bajos tipos de interés. ¿Qué nuevos escenarios macroeconómicos nos esperan este 2023?
El mensaje principal que se puede leer en sus perspectivas es que los tipos de interés seguirán subiendo y se mantendrán altos más tiempo, mientras la inflación toca su pico para luego bajar levemente manteniéndose también en un horizonte elevado. Además, las gestoras coinciden en que, en mayor o menor medida, según la región geográfica, vamos hacia una recesión. Pero, en principio, no se alarmen, porque todas destacan que no será ni tan grave ni tan profunda como la última que vivimos en 2008.
En opinión de Monica Defend, directora del Amundi Institute, “los inversores se enfrentan a grandes retos el próximo año, una desaceleración del crecimiento global, el shock energético en Europa, la persistencia de la inflación y los riesgos de recesión en Estados Unidos y Europa. Los inversores deben ser defensivos de cara a 2023, pero deben estar preparados para aprovechar las oportunidades en renta fija y en renta variable a medida que los vientos en contra disminuyan en la segunda mitad del año. Junto con la inflación, la geopolítica sigue siendo fundamental para determinar las tendencias macroeconómicas de los próximos trimestres”.
Para Jeremy Lawson, economista jefe de abrdn, la economía mundial está al borde de la recesión. “La combinación de un endurecimiento monetario agresivo, liderado por la Reserva Federal de EE.UU., los elevados precios de la energía y la crisis comercial en Reino Unido y Europa, el lastre de las persistentes medidas de COVID Cero por parte de China, junto con la debilidad de su sector inmobiliario, probablemente empujen a la economía mundial al precipicio”, afirma.
A pesar de la ralentización de la economía mundial y las tensiones geopolíticas, State Street Global Advisors mantiene una postura de optimismo prudente y vislumbra un punto de inflexión en el horizonte de reducción de los niveles de inflación en todo el mundo en los próximos seis meses. La firme creencia que mejoras de la oferta y la reducción de la demanda allana el terreno para que se produzcan episodios desinflacionarios sustanciales, y la expectativa de datos de inflación más favorables permitirían a la Reserva Federal aflojar las restricciones y probablemente rebajar los tipos de interés en el último trimestre de 2023.
“Hemos observado que la ralentización de la economía mundial se ha intensificado tanto en los mercados desarrollados como en los emergentes y hemos recortado nuestra proyección de crecimiento mundial al 2,6% para 2023. La revalorización del dólar estadounidense en 2022, cercana al 20%, también ha complicado el crecimiento mundial y podría revelar vulnerabilidades imprevistas”, comenta Lori Heinel, directora global de Inversiones de State Street Global Advisors.
Hablemos de recesión
Aunque la opinión de la gestora ha sido compartida con muchos analistas, consideran que el consenso está subestimando la gravedad potencial de la recesión, así como el ciclo de recorte de tipos que creemos que continuará. “De hecho, parece que las recesiones ya han comenzado en algunas economías. Los indicadores adelantados de la zona euro están en profunda contracción, y esperamos que el crecimiento del PIB sea negativo a partir del cuarto trimestre de 2022. Es cierto que el racionamiento de energía este invierno parece ahora menos probable, dada la acumulación de reservas de gas. Pero el clima templado y la menor demanda asiática, que han permitido a Europa asegurarse grandes cantidades de gas natural licuado, no pueden mantenerse. Además, no vemos un desenlace cercano de la guerra entre Rusia y Ucrania, lo que significa que no habrá flujos de gas por gasoducto. En cualquier caso, evitar el racionamiento de gas este invierno sólo hace que la recesión europea sea menos grave, aunque no la previene”, argumenta.
Esta situación no solo afecta a los países de la Unión Europea, sino también al Reino Unido, donde el PIB se ha contraído en el tercer trimestre; la debilidad de los indicadores adelantados y la fuerte subida de los tipos de interés significa que se está iniciando, o se iniciará pronto, una recesión más profunda. “La economía británica también parece vulnerable a nuevos retos de cara a 2023. El Gobierno de Liz Truss fue extraordinariamente breve debido a su «minipresupuesto», un importante paquete de medidas de política fiscal mal planificado, comunicado y ejecutado. Sin embargo, en el fondo, el fallido mini-presupuesto trató de abordar dos problemas estructurales con los que el Reino Unido ha estado lidiando durante mucho tiempo: prácticamente no ha visto ningún crecimiento de la productividad desde el colapso financiero de 2008 y su gasto en capex (gasto de capital) desde 2016 ha sido plano o ha disminuido”, añaden John Butler y Eoin O’Callaghan, estrategas Macroeconómicos en Wellington Management.
Si miramos al otro lado del océano Atlántico, la situación es ligeramente diferente. Según explica Lawson, aunque EE.UU. se ralentiza, el crecimiento sigue siendo positivo, con un gasto de consumo especialmente resistente. “Sin embargo, la contracción de los indicadores inmobiliarios nos da una señal más adelantada. A pesar de los indicios de que la inflación está tocando techo, nuestro análisis implica que para controlar la inflación subyacente es necesario un aumento sustancial del desempleo. Y, lo que es más importante, creemos que la Reserva Federal está dispuesta a hacer lo que sea necesario”.
Por último, será muy importante para la economía global lo que ocurra con China este año. En este sentido, Lawson explica que, a pesar del entusiasmo por un giro en dos direcciones hacia la flexibilización de las políticas de Covid cero y del sector inmobiliario, el aumento de los casos del COVID-19 está contribuyendo a un empeoramiento del crecimiento a corto plazo. “No esperamos una relajación más generalizada de las restricciones hasta la segunda mitad de 2023. Del mismo modo, es poco probable que se produzca una recuperación enérgica del sector de la vivienda, ya que las condiciones de financiación de los promotores son estrictas, las perspectivas de actividad están deprimidas y existe un exceso de oferta”, matiza.
Sobre la situación de China, Paul O’Connor, director de multiactivos de Janus Henderson, añade: “El país ha tenido este año un comportamiento muy diferente al resto del mundo: no han tenido inflación, las autoridades siguen aplicando la política cero covid y han tenido serios problemas con el sector inmobiliario, que creemos que persistirán en 2023. Creemos que el comportamiento del país todavía será un lastre a la economía mundial en el primer semestre, pero que en el segundo semestre, a medida que se vaya abandonando la política covid cero, el comportamiento de la economía china será positivo»
En opinión de Keith Wade, economista jefe de Schroders, en este momento, la aceptación de la próxima recesión parece clave, aunque las consecuencias de la recesión aún no se hayan dejado sentir. “Las empresas, los consumidores y los mercados de las economías desarrolladas parecen haberse adaptado a la idea de que se avecina una recesión. La historia nos demuestra que es importante aceptar las realidades económicas; en el pasado, las falsas esperanzas solo han creado una mayor distribución errónea de los recursos. Aunque las perspectivas actuales puedan parecer muy sombrías, la aceptación de los retos que tenemos por delante ayuda a crear las mejores condiciones posibles para tomar medidas que alivien las presiones inflacionistas. Estas presiones no remitirán inmediatamente, pero a finales de 2023 podríamos estar en condiciones de empezar a vislumbrar una bajada de los tipos de interés”, señala.
Inflación y bancos centrales
La inflación será el otro gran tema de 2023, porqué de su evolución dependerá, en parte, la profundidad de esa recesión y, en gran medida, las decisiones que tomen los principales bancos centrales. «El tema dominante en los mercados en 2023 estará centrado principalmente en hasta qué punto y con qué rapidez puede retroceder la inflación y, también, en cuánto tendrán que subir los bancos centrales los tipos de interés para lograrlo», afirma Björn Jesch, CIO global de DWS.
Según las estimaciones de la gestora, los bancos centrales mantendrán los tipos de interés altos durante un periodo de tiempo más largo del que esperan los mercados. En el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos, se espera que se suban los tipos de interés clave entre el 5 y el 5,25% el año que viene, mientras que en la eurozona se espera que el tipo clave suba hasta el 3%. «Actualmente no vemos un recorte de los tipos para 2023», añade Jesch que, además, recalca que «se espera que las tasas de inflación se reduzcan, pero seguirán en un nivel elevado: en el entorno del 6% en la eurozona y del 4,1% en Estados Unidos».
Para las gestoras,
Desde Amundi coinciden en que la inflación se mantendrá persistentemente elevada durante la mayor parte de 2023, por lo que los bancos centrales seguirán con su política de «lo que haga falta» para evitar una crisis como la de 1970. “El endurecimiento tiene más recorrido, pero a un ritmo más lento que en 2022. El Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra se mostraron moderados en sus últimos comunicados, sugiriendo un endurecimiento menos agresivo. En Japón, vemos que la subida del dólar ha acabado obligando al banco central a empezar a endurecer. El nivel del tipo terminal de la Fed será clave, aumentando las probabilidades de una recesión en Estados Unidos si se acerca al 6%”, señala en su documento de perspectivas.
En opinión de Orla Garvey, gestora senior de carteras de renta fija de Federated Hermes Limited, aunque se ha avanzado en materia de inflación y es probable que hayamos visto el punto álgido, la mayor parte de las ganancias se han debido a la deflación de los precios de los bienes, mientras que los servicios han seguido ampliándose. En este sentido, afirma que “el trabajo de los banqueros centrales aún no ha terminado y la credibilidad sigue siendo clave para evitar el riesgo de que unas expectativas de inflación más elevadas repercutan en la futura fijación de salario”.
En este sentido, será clave, además de la evolución de la inflación, el comportamiento del mercado laboral. Según explica Garvey, “se han producido modestos avances en el desempleo, y los indicadores adelantados sugieren un enfriamiento. Sin embargo, los mercados laborales siguen siendo incómodamente ajustados y el crecimiento salarial relativamente elevado. Dado que es probable que el año que viene entremos en recesiones sucesivas en todo el mundo con los tipos en el punto álgido del ciclo, la capacidad de los bancos centrales para mantener una política suficientemente restrictiva para enfriar los mercados laborales sin provocar recesiones más profundas y prolongadas o trastornos en los mercados será un acto de equilibrio muy delicado. En este sentido, las subidas salariales del primer trimestre de 2023 serán muy importantes para marcar el tono del mercado”.
La cuestión geopolítica
A este escenario hay que añadir también una mayor volatilidad geopolítica que, según indica Wade, bien podría llevar al mundo en una dirección más estanflacionaria. “La estanflación describe una situación en la que el crecimiento es bajo o se ralentiza al mismo tiempo que la inflación se mantiene alta o aumenta. Y, si los mercados laborales siguen gozando de mala salud (desgraciadamente, para restablecer la estabilidad de precios es necesario un mayor desempleo), no podemos descartar que las espirales de precios salariales sigan avivando la inflación y hundiendo el crecimiento. Ambos escenarios podrían requerir tipos de interés aún más altos”, advierte el economista jefe de Schroders.
Sobre cómo evolucionarán estas cuestiones geopolíticas, Jesch señala que las tensiones mundiales entre Estados Unidos, China, Rusia y Europa dominarán los acontecimientos políticos y económicos en los próximos años. Sin duda, las gestoras coinciden en que el mayor factor de riesgo geopolítico actualmente es Rusia. «El mundo será un lugar diferente al que ha sido en los últimos cinco o diez años», afirma.
Además, destaca que tendencias como la reducción de la población en los países desarrollados, la lucha contra el cambio climático requerirá enormes inversiones y Europa tendrá que abrir nuevos caminos para el suministro energético. “La tendencia a hacer más resistentes las cadenas de suministro y a reducir la elevada dependencia de los países es comprensible y también necesario, pero reduce la eficiencia y, por tanto, provoca un aumento de los costes de producción y en última instancia, debilita el lado de la oferta de la economía”, argumenta.
Según el equipo de analistas de BNY Mellon IM, un tercer escenario relevante para el próximo año es que “algo se rompa” en el marco de la geopolítica; un escenario al que otorgan una probabilidad del 10%.. “Este es el escenario de riesgo de cola en el que el rápido endurecimiento de la política monetaria por parte de los principales bancos centrales del mundo, una respuesta política por debajo de lo esperado en China, una divergencia política extrema y la escalada de conflictos provocan una conmoción aún mayor en la confianza y la actividad. En otras palabras, las cosas siguen empeorando hasta que algo se rompe”, explican.
Por último, añaden que los mercados emergentes importadores netos de materias primas podrían sufrir una corrida contra su moneda o su crédito, ya que muchas de estas economías tienen regímenes cambiarios rígidos, bases económicas estrechas, escasas reservas de liquidez y políticas y grandes pasivos en dólares.